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Drag queens: un mundo de precariedad y abusos laborales en Madrid y Barcelona cubierto de purpurina

Artistas como Miss Yokim, Gad Yola, Samantha Hudson o Astra Bomb comparten sus experiencias sobre un sector en el que denuncian que los derechos laborales brillan por su ausencia.

La drag queen Gad Yola, en una sesión de fotos en Madrid.
La drag queen Gad Yola, en una sesión de fotos en Madrid. Sophia Wong (cedida)

La semana pasada dio comienzo la segunda temporada de Drag Race España, la versión importada del popular talent show impulsado por RuPaul, reina de las reinas en la cultura drag. Un espectáculo televisivo presentado por la popular Supremme Deluxe, enmarcado en una escena imponentemente colorida, recubierta por el brilli-brilli de los extravagantes maquillajes y excéntricos outfits de las participantes. Drag Race es el sueño de muchas artistas dedicadas en cuerpo y alma a este arte, pues el trato laboral que reciben sus concursantes, así como la imagen del sector que el propio show transmite, distan mucho de la desoladora realidad en la escena tradicional.

Todos los jueves por la noche comienza a haber un agitado movimiento en las callejuelas que rodean la plaza de Chueca. Algunos de los bares con los espectáculos más reconocidos se ubican a tan solo unos pasos de la misma. El mismo ambiente se respira en l'Eixample barcelonés: en torno al Passeig de Gràcia encontramos algunos de los clubs más referenciados. Estampados animal-print, lentejuelas, telones rojos y plateados y una lista de temas musicales con grandes éxitos folklóricos envuelven sus escenarios cabareteros. El espectáculo debe comenzar.

Los focos, la fiesta, el calor asfixiante, el alcohol, las multitudes, las presiones internas y todas las sombras que rodean el mundo de la noche difícilmente permiten sacar a la luz aquello que viven muchas drags en diferentes puntos del país. Sus orígenes y experiencias son diversas, pero tienen algo en común: denuncian la desprotección laboral, la exposición a riesgos y abusos sin posibilidad de seguridad social, cachés simbólicos, una marcada discriminación y malos tratos. Experiencias atravesadas por la mercantilización de unos sueños y aspiraciones que las relega a la mera supervivencia en el sector.

Ser drag en Madrid: trabajar sin cobrar y pagar facturas con visibilidad

Miss Yokim: "Al principio empecé cobrando 40 euros la noche en pandemia Acababa de llegar a Madrid y con la precariedad trabajas a cualquier precio. La culpa de esto es del empresario, no de la artista precaria que necesita el trabajo"

"He decidido no denigrar mi arte y mi tiempo en locales en los que pagan miserias y además manipulan, utilizan y se aprovechan de las artistas a su antojo. Es lo único que les importa: el dinero. Hoy te quieren y mañana no eres rentable. No somos su mono de feria, somos artistas que vivimos de esto y luchamos porque se nos valore de verdad". Así anunciaba públicamente Miss Yokim su abandono del local madrileño Black and White. La joven drag bilbaína de 25 años, con más de siete en el sector, decidió alzar la voz sobre la situación que habían vivido ella y sus compañeras a través de las redes sociales. Un testimonio que recibió el respaldo de algunas de las artistas de Drag Race como Dovima Nurmi, Arantxa Castilla La-Mancha y The Macarena.

"Igual que de la gestión de este local [Black and White] podría hablarte de cualquier otro; se aprovechan del renombre que tienen. Al principio empecé cobrando 40 euros la noche en pandemia, con la condición de que me llamaran semanalmente. Acababa de llegar a Madrid y con la precariedad trabajas a cualquier precio. La culpa de esto es del empresario, no de la artista precaria que necesita el trabajo", cuenta la artista a Público. "Después [el empresario], nos subió 10 euros más la noche y parecía que tuviésemos que agradecérselo eternamente. Entonces me dejaron de llamar, estuve reclamando mi día y seguí notando desinterés. Al reducir mis días, intenté subir el caché y básicamente me dijeron que no sabía de dónde había sacado ese pacto verbal, que no tenía pruebas, que esto es un negocio y es lo que hay".

Miss Yokim, drag bilbaína afincada en Madrid, en plena actuación.
Miss Yokim, drag bilbaína afincada en Madrid, en plena actuación. David S. Cardona (cedida)

Según denuncia Miss Yokim, las malas condiciones se extienden a toda la gestión del local: por un lado, las drags se cambiaban en un pequeño camerino ("un cuadro", según indica) que fue posteriormente trasladado al baño de minusválidos de la sala, debían permanecer dentro del local en sus descansos como "imagen" y se les pedía acudir a eventos de forma gratuita, como a la pasada feria de Fitur. Una situación que también afecta a otros trabajadores del local: "Los camareros cobraban una miseria y había drags que trabajan también de camareras y el plus que tenían era de 20 euros. Hay compañeras en ese mismo local que lo único que han cobrado son esos 20 euros por noche, me han hablado de situaciones de maltrato, conductas muy racistas... Había literalmente acoso laboral, eran muy minuciosos e instigadores", recuerda. Black and White ha declinado realizar declaraciones públicas para este reportaje.

En términos generales, la bailarina asegura que las condiciones laborales en el sector son "básicamente ninguna". Así lo certifica también Gad Yola, una artista drag peruana de 24 años conocida por su participación en los concursos de Chueca y fiestas autogestionadas de colectivos migrantes en la ciudad, y miembro del colectivo Casa Drag Latina: "Tu caché puede ser alto o una mierda según de dónde te contacten; algunas drags consiguen trabajar insistiendo por redes pero hay muchas trabajando por una copa y un bocadillo, todo para que te vean. Normalmente, te encuentras con cachés de 50 o 60 euros por bolo, sin contrato y sin cotizar, claro. Es un círculo vicioso donde no tenemos la capacidad de tener la palabra final", expone a Público.

Gad Yola: "Normalmente, te encuentras con cachés de 50 o 60 euros por bolo, sin contrato y sin cotizar, claro. Es un círculo vicioso donde no tenemos la capacidad de tener la palabra final"

"Hemos tenido que hacer pasacalles con pancartas para anunciar el local, pasando frío, exponiéndote y sin cobrar nada por ello. Y luego ves que los locales sacan 3.000 o 6.000 euros por noche y tú has cobrado lo que valen cinco copas". Una situación que, además, afecta de forma diferencial a las drags racializadas. "Siempre ha habido tintes racistas, no hay las mismas oportunidades. Es una discriminación no tan evidente pero sigue estando ahí. A mí si mucha gente me apoya es porque es gente del ámbito antirracista, porque si tuviera que hacerlo la gente de Chueca me comería una mierda; a pesar de ser gente queer pueden seguir siendo racistas", denuncia.

Esta crítica general al sector, también es compartida por otras figuras reconocidas como la polifacética Samantha Hudson, cuyos inicios en el show business se remontan a sus famosas performances gender bender en locales del centro madrileño, como la Sala Maravillas, junto al cutreluxe Paco Clavel. "Existe mucha precariedad en el travestismo, el mundo de la noche es un desastre y la mayoría de drags apenas llegan a cubrir los gastos de un look y preparar una performance con los salarios que se ofrecen. Incluso en los trabajos amparados bajo un paraguas corporativo también es frecuente el abuso de poder. El arte drag no se valora como es debido, ni en la escena underground ni en los circuitos mainstream", explica a Público.

Samantha Hudson: "Existe mucha precariedad; el mundo de la noche es un desastre y la mayoría de drags apenas llegan a cubrir los gastos de un look y preparar una performance con los salarios que se ofrecen"

"Partiendo de la base de que el trabajo asalariado es en sí explotación laboral porque implica el robo de la plusvalía de la clase trabajadora, el caso del transformismo no está exento de estas dinámicas. Si bien es cierto que muchos locales no cuentan con ganancias extraordinarias, por mi experiencia y las anécdotas que comparto con compañeras en los camerinos es evidente que los promotores del ocio nocturno muchas veces imponen unas condiciones injustas que te ves obligada a aceptar por miedo a quedarte sin trabajo, a caer en el anonimato o a no poder desarrollarte en términos artísticos".

Samantha Hudson, artista multifacética en el rodaje de su single 'Por España'.
Samantha Hudson, artista multifacética en el rodaje de su single 'Por España'. Gonza Gallardo (cedida)

De acuerdo con algunas de las trabajadoras entrevistadas, una de las pocas salas que ofrece buenas condiciones a las drags es La Torcida, precisamente el único local consultado en Chueca que ha querido ofrecer una entrevista pública a este medio sobre la situación en el sector. Y es que su dirección artística está coordinada por el cantante y también drag performer Juanjo Robledillo, que cuenta haber sufrido en primera persona la desoladora situación en la escena. "Es cierto que hay mucha precariedad, porque la mayoría de las artistas, en general, en Chueca la han vivido. Yo puedo asegurarte al 80% que La Torcida es el que más paga a las trabajadoras aquí, porque nosotras nunca hemos querido aprovecharnos del trabajo ni del talento de nadie y cobran lo que consideramos un sueldo digno", expone el vocalista, que, después de llevar 11 años actuando y siete como drag, reconoce que siempre que ha tenido la oportunidad de dirigir proyectos, la única condición que ha requerido es que sus artistas cobren dignamente.

Juanjo Robledillo (La Torcida): "Nosotras nunca hemos querido aprovecharnos del trabajo ni del talento de nadie y cobran lo que consideramos un sueldo digno",

En este sentido, el director afirma que uno de los aspectos del que más se han beneficiado los empresarios ha sido la pandemia. "Con la covid bajaron los cachés, algo que antes se entendía por la reducción de aforo, pero la prueba de que los locales han sacado rédito de esto es que los cachés no han vuelto a subir a como estaban antes. Yo nunca he querido estar en ese lado porque he vivido lo que es eso". Sin embargo, también señala que hay mucho que mejorar en la relación entre las trabajadoras. "Hay mucha competencia desleal, tú no puedes ir a un local a decir que vas a cobrar 30 euros por un show, porque las que menos medios tengan no van a poder actuar. Lo malo es que no tenemos ninguna asociación donde estar todas juntas", comenta.

La cara 'b' del 'Gayxample': el drag 'underground' barcelonés

El panorama artístico en la ciudad condal se encuentra atravesado por un sesgo histórico delimitado geográficamente por la Gran Vía de las Corts Catalans, en el que existen dos mundos diferentes para las drags. En los barrios al norte, en Gracia o l'Eixample, estas pueden encontrar mejores condiciones que en algunos locales del Raval y Poble Sec, al sur. Así lo reconoce Juan Castillo, mánager y disc-jockey del show Pluma en Barcelona, nacido en el Raval en 2017, que ya goza de una gran popularidad después de cinco años en la escena. Aunque, como indica su cofundador, no ha sido tarea fácil.

Juan Castillo: "La precariedad es el resultado de cómo se percibe el arte en España. Luego vas a otras ciudades de Europa, como Londres, y te das cuenta"

"Pluma es un show itinerante precisamente por la situación laboral con la que nos hemos encontrado. Empezamos porque en el ambiente nocturno de Barcelona faltaba una escena drag, en l'Eixample era todo un ocio orientado al público adinerado, turista, masculino... Empezamos con mucha ilusión y lo tuvimos crudo", cuenta a Público. "Igual llenábamos la sala trayendo a diferentes artistas y te venían al final de la noche con un billete de veinte euros como si nos estuvieran haciendo un favor. Cobramos por taquilla inversa, pero tampoco te dejaban ver los libros de cuentas. Se aprovechan un poco de tu ilusión. Ahora pensamos que pecamos mucho de novatas".

Castillo también cuenta que las reinas en la ciudad no tienen caché fijo: "Te pueden poner un presupuesto de 150 euros para dos personas, y, si esa noche llueve, cobras mucho menos que eso", expone. De acuerdo con el dj, esta desvalorización del drag es endémica del panorama nacional: "La precariedad es el resultado de cómo se percibe el arte en España. Luego vas a otras ciudades de Europa, como Londres, y te das cuenta. Allí puedes cobrar hasta 200 o 300 euros por show, se valora tu arte y tu esfuerzo, y aquí parece que te están haciendo un favor", comenta. "Los locales tienen mucho morro, porque no solo tienen a Pluma. Son otros quienes llenan la sala y no te valoran para nada. Nosotras hemos llegado a tener cancelaciones de última hora con cientos de reservas solo porque al encargado se le girara la olla".

Precisamente fueron estas experiencias las que hicieron que Adriá Fornos Rey, Astra Bomb, joven drag no binaria de 22 años con un amplísimo currículum artístico actoral y musical ligado también al ilusionismo y la magia, decidiera distanciarse de la escena drag tradicional. "Me he desvinculado muchísimo del mundo de la noche; intento ofrecer una obra de teatro, un producto de mucha calidad y cobro lo que tengo que cobrar. Ahora, que tengo un show de día, la diferencia de trato y las condiciones se notan muchísimo", afirma, refiriéndose a su espectáculo en el Vermut Drag de la Sala Pangolí, un show temático que ofrece una puesta en escena innovadora a la hora del aperitivo. "La gente tiene esa imagen del drag como la transexual frustrada que trabaja de noche, mal pagada, en ese mundo radical de sexo, drogas y alcohol, cuando no es cierto, porque yo creo que para aguantar todo lo que aguanta una drag tienes que ser muy fuerte mentalmente, lleva muchísimo trabajo con toda la estigmatización que hay".

La artista drag Astra Bomb, en un show en Barcelona.
La artista drag Astra Bomb, en un show en Barcelona. Marc Callao (cedida)

Fornos explica que ha llegado a compartir la misma situación de desamparo y vulnerabilidad que viven sus compañeras en Madrid, con cachés que rondan en torno a los 50 y 80 euros por noche, cobrando en B y teniendo que costear sus trajes por sí misma, con unas cuantías que no son precisamente baratas. "Te obligan a estar desde las once de la noche hasta las tres de la mañana por 80 euros, ni cotizando ni mierdas, todo en negro, te piden ofrecer un look entero, que igual te cuesta 400 euros entre ropa y maquillaje y a veces no te dejan ni cambiarte en el propio local, por lo que te expones a que te persigan por la calle, como a mí me ha pasado", denuncia.

Astra Bomb: "Me he desvinculado muchísimo del mundo de la noche; intento ofrecer una obra de teatro. Ahora, que tengo un show de día, la diferencia de trato y las condiciones se notan muchísimo"

Algunos de los locales del entorno contactados por Público certifican que la escena drag en Barcelona, aunque lleva muchos años, continúa siendo precaria. "Aunque no más que otros locales artísticos", según afirma la organización del buen referenciado local de ambiente La Casa de la Pradera en el Raval. "Lo difícil es dedicarse al espectáculo, ahora vuelve estar muy de moda el drag pero siempre ha estado aquí en Barcelona. No por estar enfocado a un público LGTBI estamos peor que otros sectores artísticos", explican. La covid-19 ha hecho mella, pero aseguran que ningún club del sector se ha visto obligado a cerrar después de estos dos años. "Estamos todos con deudas, pero hemos salido adelante", declaran.

Desde el club Believe, uno de los más reconocidos del panorama nacional, aseguran estar concienciados con la problemática denunciada por las trabajadoras. "Conocemos la situación laboral de las artistas drag y la habitual precariedad del colectivo; es una situación de arrastre de muchos años de prácticas y de costumbre empresarial tóxica respecto a las contrataciones y posicionamiento de las artistas dentro del complejo entramado artístico del ocio LGTBIQ+ en las ciudades", expresa Xavier Franquesa, gerente de Believe Group, quien habla de cómo, desde los orígenes, el drag ha formado históricamente parte de la zona de protección del colectivo ante agresiones, discriminaciones y detenciones.

En la actualidad, dice que son muy pocas las artistas que pueden dedicar una jornada amplia a desarrollar su expresión artística, teniendo que combinar la misma con otros trabajos ajenos que las llevan finalmente a abandonar. "El volumen de facturación drag imposibilita asumir una cuota de autónomos, sin contar los gastos de caracterización y que compaginan este trabajo con otros, por lo que, en muchos casos, la contratación también es inviable para el empresario. Con esta tormenta perfecta se ocasiona un auge de un sector precario de pagos en b y la total desprotección laboral de la artista y la complejidad de la gestión para el empresario".

En este sentido, Franquesa afirma que, desde Believe Group, continúan trabajando por la regulación y crecimiento laboral de esta disciplina artística. "Ayudamos a desarrollar su arte, aportando un espacio donde hacerlo, Believe Club: uno de los drag club nacionales más relevantes, y dando un puesto de trabajo mixto dentro de la empresa, ya sea en departamentos administrativos o como en staff en cualquiera de nuestros nueve bares en el área LGTBIQ+ de Barcelona. De este modo, facilitamos un contrato laboral duradero que permite combinar el arte drag con otros trabajos dentro del mismo circuito LGTBIQ+". A día de hoy, el club asegura contar con más de diez artistas drags contratadas: "Algunes de elles a jornada completa y otres eventuales, pero con una agenda de trabajo fija y unas condiciones laborales acordes a su disponibilidad".

Reinas del evento Snow Queens, organizado por Pluma en el club Believe, Barcelona.
Reinas del evento Snow Queens, organizado por Pluma en el club Believe, Barcelona. Pluma (cedida)

La unión entre trabajadoras: la cuenta pendiente para reclamar derechos

La falta de solidaridad entre las afectadas perpetúa la situación de desamparo a la que se enfrentan, atravesada por un ambiente laboral que rebosa competitividad y desconfianza: "No hay una denuncia por parte de las trabajadoras, lo que veo con perspectiva es que nos matamos un poco entre nosotras. Es horrible, pero es que si tú no aceptas los 80 euros de mierda, los acepta otro: hay precariedad, sí, pero la estamos aceptando nosotros. Si cobramos en negro, ¿qué sindicato va a existir?", afirma Astra Bomb. "Tú quieres seguir actuando para darte a conocer y que en algún momento suene la flauta. Yo he actuado muchas veces gratis para darme a conocer y te das cuenta de que eso en realidad no va a ningún lado", agrega.

En este sentido, la organización sindical en el sector brilla por su ausencia, así como cualquier iniciativa de cambio social. "No nos vamos a poner de acuerdo hasta que haya una organización sindical, que la hay de artistas, pero no hay nada específico para las drag queens. No estamos sujetas a nada, ni hay nada que podamos apoyar porque siempre se ha propuesto pero nunca se ha llegado a hacer. Yo ahora he dejado mi puesto y ya habrá otra persona sustituyéndome. Quizá a la cara te apoyen y luego ves que hacen esas cosas", explica Miss Yokim.

Astra Bomb: "Es horrible, pero es que si tú no aceptas los 80 euros de mierda, los acepta otro: hay precariedad, sí, pero la estamos aceptando nosotros. Si cobramos en negro, ¿qué sindicato va a existir?"

Las artistas también coinciden en que es precisamente la precariedad que viven lo que dificulta enormemente su capacidad organizativa a la hora de reclamar garantías que ya deberían estar cumpliéndose con arreglo al convenio de artistas en espectáculos públicos. "Lo del sindicato siempre ha estado en el aire, pero siempre es como que estamos muy ocupadas. Nosotras deberíamos sentir el apoyo más grande por parte de las más privilegiadas, las veteranas o las más conocidas. Las que llevan años en esto podrían abrir un melón importante y beneficioso para todas, porque nosotras no tenemos todo el conocimiento necesario. Pero no les interesa, es un círculo vicioso en el que se aprovechan de esa vulnerabilidad", indica Gad Yola.

La ausencia de drag queens en las organizaciones sindicales tradicionales también evidencia el desplazamiento de esta cultura a los márgenes del sistema y su cuestionamiento como trabajo. "La sindicalización es una respuesta eficaz a las tropelías que se comenten en el ámbito laboral, pero el transformismo siempre ha permanecido en los márgenes", asegura Samantha Hudson. "En España todavía no ha estallado el drag como en Estados Unidos y que no se conciba esta disciplina como una profesión puede ser un motivo para que no se haya trabajado en la mejora de las condiciones salariales. Tampoco creo que el que algo esté regulado sea un impedimento para que sigan ocurriendo desigualdades; el sistema es corrupto en sí mismo, pero se nota la falta de convenios específicos, de asesoramiento jurídico, herramientas legales o figuras como los representantes".

Aún así, cuando preguntamos a las artistas por iniciativas para mejorar las condiciones en el sector, lo tienen claro: o todas o ninguna. "Una unión sindical, que todo el mundo cobre bien, cambiar el chip y verlo como un trabajo... es que mucha gente vive de esto y mucha gente está sin seguridad social", comenta Miss Yokim. "Cada vez somos más, tenemos que tener más seguridad. Las artistas que llevan tantos años en el drag, ¿qué jubilación les espera? Tú tienes que tener la tranquilidad de llegar a casa, quitarte el tacón y poder descansar, porque a no ser que tengas una hucha, no hay dónde agarrarse", afirma Gad Yola. "Que nos pongamos todas de acuerdo para no dejarnos ningunear, porque hay por ahí mucho gentuzo que monta fiestas con unos buenos beneficios y se cree que las travestis somos unas pobres payasas a los que nos hacen el favor de dejarnos cantar a cambio de 50 míseros euros, la mayoría de promotores no valoran el arte de mis compañeras. Hay que apostar por la contracultura y el arte disidente", reivindica Hudson. "Tenemos que elevar el drag, RuPaul lleva haciéndolo años y ahora tenemos más visibilidad, el mundo drag se está adentrando en otros colectivos fuera de los ámbitos tradicionales y me parece fantástico, tenemos que aprovecharlo", afirma Astra Bomb.

Aunque las reinas no comparten perspectivas de mejora para el futuro, su posicionamiento público con relación a la situación que viven ya supone una novedad y un avance reivindicativo en el sector. En base a las experiencias aportadas por las artistas, pocas veces pueden alzar la voz sin recibir posteriormente un escarmiento laboral que las empuje de vuelta al anonimato. Algo está cambiando en el drag: profesionales inconformistas, con nada que perder, convencidas de que su sueño es arte, pero también trabajo y debe ser respetado y regulado como tal.

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