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Las 'encaixadores' de naranja irán a la huelga contra la 'novena hora'

Unas 50.000 trabajadoras están convocadas a un paro entre el 14 y el 20 de diciembre para mejorar la conciliación. La patronal considera "irresponsable" la huelga contra el que consideran "el convenio agrario más avanzado del país".

Una imatge de les encaixadores en una planta de processament de la taronja.
Una imagen de las 'encaixadores' en una planta de procesamiento. Comité de Gestión de Cítricos

En plena cosecha y en una campaña especialmente complicada por la competencia internacional y las plagas, las plantillas de manipulación y envasado de cítricos del País Valencià –conocidas como "encaixadores" en valenciano- están llamadas a una huelga de una semana, prorrogable si no se llega a una negociación aceptable, entre el 14 y el 20 de diciembre. El sector de la naranja es, todavía, uno de los más estratégicos a la economía valenciana y ocupa, ahora en plena campaña, prácticamente 130.000 personas. Unas cincuenta mil –mujeres en un 85%- de las cuales lo hacen en los almacenes donde se manipulan y empaquetan los frutos destinados en gran medida a la exportación.

La convocatoria de huelga se ha hecho pública el viernes 4 de diciembre, después de una última reunión de urgencia para llegar a un acuerdo entre CCOO y UGT por un lado y el Comité de Gestión de Cítricos y la Federació de Cooperatives Agroalimentàries, por el otro. Ante la falta de acuerdo, los sindicatos han registrado la convocatoria solo levantarse de la mesa.

El motivo del desacuerdo es, sobre todo, la llamada "novena hora", una cláusula introducida por la reforma laboral del 2012 a los sectores conocidos como de "jornada irregular", como por ejemplo la manipulación de productos perecederos. Esta novena hora es una ampliación de la jornada laboral habitual, como si fuera una hora extra, con la diferencia que es obligatoria y que no requiere un plazo mínimo de aviso. "Tú estás trabajando pensando que acabas a las cinco de la tarde y cuando ya estás acabando te comunican que te toca quedarte hasta las seis –explica Raquel Fonfria, presidenta del comité de empresa en un almacén de Borriana (Castelló) - con lo que si tienes que recoger el niño de la escuela, sencillamente no tienes tiempo de avisar nadie y tampoco has previsto nada. Así es imposible conciliar".

Javier Galarza, secretario general de la Federación de Industria de CCOO del País Valencià denuncia "la absoluta desregulación" de un sector en qué "es normal trabajar cuatro horas un lunes y veinte el sábado, según las necesidades de la empresa" y critica el intento de la patronal de modificar las condiciones a peor, intentando hacer trabajar la gente en sábado [otro de los puntos de disenso entre empresas y trabajadores] y "en una primera propuesta incluso en domingo". Y recuerda que "un convenio es para ganar derecho, no para perder".

Por su parte, en un comunicado conjunto firmado por el Comité de Gestión de Cítricos –asociación de empresas del sector a escala estatal, pero sobre todo las exportadoras- y la Federació de Cooperatives Agroalimentàries han considerado "irresponsable" una huelga en un sector con "el convenio agrario más avanzado del país". Según las patronales, la flexibilidad horaria "es una prioridad" y las peticiones sindicales "dan la espalda a las necesidades del sector citrícola y del conjunto del sector hortofrutícola". Las mismas fuentes también recuerdan que el convenio valenciano de encaixadores cuenta con unos salarios un 11% superiores al Salario Medio Interprofesional (SMI) y que, desde el 2016, estos han subido un 5,55%, "gracias a los acuerdos conseguidos".

Efecto de la pandemia

Fonfria reconoce que los preavisos de 24 horas establecidos en el Estatuto de los Trabajadores para las horas extras "son complicados" en un sector en que hay que cerrar los pedidos casi al día, a pesar de que recuerda que sí que hay empresas, sobre todo las más grandes, "que trabajan con más previsión".

Esta encaixadora apunta a otros motivos de malestar que explicarían los ánimos encendidos de estas trabajadoras. "Históricamente hemos sido un sector que no se nos ha apreciado mucho. Cómo somos gente poco cualificada siempre tenso la amenaza esa de ‘sí marchas hay siete en la puerta esperando’ y las condiciones son de hace un siglo: ‘soy el amo y en casa mía hago lo que quiero’", explica. La situación, pero, llegó al límite durante el confinamiento: "en marzo, en plena pandemia nadie dejó de trabajar ni un solo día, sin medidas de seguridad, jugándonos la vida. Entonces nos aplaudían y ponían Resistiré cuando entrabas al almacén. Las empresas hicieron un récord de facturación. Pero llegan ahora y nos lo pagan exigiendo unas peores condiciones laborales. Nosotros también tenemos dignidad".

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