Este artículo se publicó hace 3 años.
'Invasión' descentraliza la llegada de los aliens y pone el foco en el drama personal
Apple TV+ estrena este viernes los tres primeros episodios de una serie donde se combina el drama personal con el aliciente de un ataque extraterrestre como contexto a nivel mundial.
María José Arias
Madrid-
Invasión no es Independice Day, pero tampoco lo pretende. Su apuesta no es la espectacularidad visual basada en los destrozos (y aún así hay escenas que bien merecerían ese apelativo), sino los personajes, sus dramas personales (muchos y variados) y el desarrollo de una historia clásica de invasión alienígena descentralizada. Porque, por mucho que el cine y las series hayan vendido siempre que a la hora de la ocupación los extraterrestres tienen querencia por Estados Unidos, Simon Kinberg (Marte) y David Weil (Hunters) han apostado por dar una visión mucho más amplia repartiendo a sus personajes por distinto puntos del globo.
Lo más interesante de la nueva serie de Apple TV+, que cuenta con Andrew Baldwin (The Outsider) como guionista principal, son sus cinco personajes principales y la mochila con la que carga cada uno de ellos cuando el caos comienza a desatarse.
El rostro más conocido en el reparto es el de Sam Neill. Quien, de pelease con los dinosaurios en la mítica saga ahora capitaneada por Chris Pratt, se enfrenta aquí a seres de otro planeta, pero, sobre todo, a dar sentido a su vida. En su último día en comisaría el sheriff John Bell Tyson debe asimilar que su tiempo acabó. Sin embargo, algo está pasando en su pequeño pueblo americano. Él solo busca una señal divina. Lo que no sospecha es que esta llegará del cielo, sí, pero no de quien está esperando. El suyo, a priori y a la espera de cómo evoluciona la serie tras ver los tres primeros episodios antes de su estreno de este viernes, es el más desconcertante de todos los protagonistas.
En suelo americano, en Long Island, se encuentra también un familia de origen sirio encabezada por Aneesha Malik (Golshifteh Farahani), una madre de dos que debe hacer frente a la traición de su marido (Firas Nasser). Este es un tipo movido a veces por el egoísmo, a veces por la cobardía. Si de él dependiese, saldría corriendo tras el primer meteorito junto a su amante dejando atrás sus dos hijos y a su esposa ante la papeleta de tener que luchar por llegar a un lugar seguro en una ciudad colapsada. Sin duda, a Nasser le ha tocado el personaje más desagradecido de todos. Al menos, de entrada. Quizá se redima. Con los apocalipsis siempre hay oportunidades para ello.
En Afganistán, donde empieza la acción, se encuentra Trevante Ward (Shamier Anderson) al frente de un destacamento militar acostumbrado a enfrentarse a los terroristas que no está preparado para lo que se les avecina en un territorio doblemente hostil. En Japón la trama se centra en Mitsuki (Shiori Kutsuna), una trabajadora de comunicaciones en la agencia espacial japonesa que sufre un duro golpe en lo personal y lo laboral.
Por último, Reino Unido. Allí la historia sigue a unos niños londinenses que salen a la campiña vestidos de uniforme. Los protagonistas de la vertiente británica de Invasión son Casper Morrow (Billy Barratt) y Jamila Huston (India Brown). Él está enfermo, disfruta dibujando y sufre acoso escolar por parte del típico matón de patio al que solo ella parece ser capaz de plantar cara en el autobús que les lleva de excursión y que conduce Tom Cullen. Un meteorito (o eso parece) se cruza en su camino provocando un accidente que les deja en una situación complicada. Su trama es la que aporta ternura al cómputo global.
Así presentan Kinberg y Weil a sus personajes y las líneas principales de una serie compuesta en su primera temporada de diez episodios. El alto presupuesto se nota en la realización, en los medios, en la puesta en escena y en los efectos especiales cuando toca incluir las escenas más espectaculares. Aquellas que tienen como protagonistas a los invasores (a los que se ve poco en los primeros episodios de la serie); las de lluvia de rocas incandescentes que destruyen casas y las artilugios que aterrizan en pleno desierto afgano. Por mucho que sea una serie que no se vende al efectismo en sus primeros capítulos, tratándose de una invasión alienígena se debe a su público, al que hay que darle lo que pide el género para enganchar.
La diferencia, por llamarlo así, es que la acción se diversifica geográficamente y eso hace que los personajes, por mucho que sus problemas y los temas que se abordan a través de ellos sean universales, resulten más atractivos al romper con la homogeneización. Una decisión que, por otro lado, dificulta que todos ellos lleguen a compartir pantalla en algún momento. Distintos mundos, culturas diferentes y acentos diversos que enriquecen la historia. Aunque, por muchos kilómetros que les separen, todos se enfrentan al mismo reto que nada tiene que ver con el ataque externo.
El verdadero gran problema de Aneesha, Casper, John, Trevante y Mitsuki es de identidad. La primera, porque pasa de ser la madre de familia de revista a la esposa traicionada. El segundo, porque solo es un niño intentando configurar su personalidad en medio del acoso. El tercero se encuentra en pleno drama existencial ante el panorama de una jubilación que no desea. El cuarto se presenta como un jefe de pelotón desorientado literal y figuradamente ante su nueva situación. Y la quinta y última es una joven a la que le han arrancado su razón para vivir y que aún esconde quién es de cara a la mayoría.
Los tres primeros episodios apuntan a que la invasión desencadenada y de la que solo se ha visto aún el comienzo va a ser una oportunidad para estos cinco personajes de crecer, encontrar de nuevo su lugar en el mundo que habían perdido y decidir quiénes quieren, pueden o deben ser. Todos tienen su punto de interés y en su desarrollo a medida que avance la temporada puede residir el éxito o fracaso de una serie en una plataforma con mucho prestigio detrás, pero pocos suscriptores.
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