Los galeones de Felipe II no lograron destronar a Isabel I, pero tenían buena comida
En el siglo XVI, Felipe II no se daba por vencido en su empeño de invadir Inglaterra. Una de las misiones fallidas fue la del Giacomo de Galizia, hundido en Ribadeo. Hoy, el sitio arqueológico nos da pistas sobre cómo era la vida de esos marineros.
Madrid-Actualizado a
Costillas de vaca, cordero, ganso, merluza, paletas de jamón. Así se cuidaban los intrépidos soldados que, a bordo del Giacomo de Galizia, se dirigían en comisión de batalla a Inglaterra, allá por 1597, bajo el mando del Adelantado Martín de Padilla.
Para completar, el aporte de hidratos de carbono podía venir de galletas, cereales como el arroz y algo de pan. Y, para mojar el gaznate, vino y aguardiente, tal y como se deduce por los restos arqueológicos de maderas y cerámicas que se han recuperado y debían hacer las veces de barricas, botijas y recipientes para guardarlos.
"Un ejército debía comer bien porque estaba destinado a la batalla. Estaba formado por hombre jóvenes, de mediana edad y adolescentes, que necesitan una alimentación básica de proteínas", señala a Público Ana Crespo Solana, investigadora del Instituto de Historia del CSIC.
Crespo ha dirigido varias campañas de excavación en el yacimiento del navío hundido, con el objetivo de "conocer mejor estas máquinas de guerra del siglo XVI", y es coautora del artículo que recoge sus conclusiones, recientemente publicado revista Heritage.
Derrotados antes de empezar la batalla
El galeón había zarpado de los astilleros del reino de Nápoles, donde había sido construido por orden de Felipe II, en la década de 1590. De allí, había hecho escala en Cádiz y en Lisboa, donde se habría unido al resto de la flota. Por las fuentes documentales conservadas en la Secretaría de la Marina y la Secretaría de Guerra del Archivo General de Simancas, sabemos que paró después en A Coruña, Normandía y el Sur de Inglaterra.
En sus 35 metros de eslora daba cobijo a 500-600 personas, "un pequeño ejército destinado a desembarcar en Inglaterra en 1597", observa Crespo. Sin embargo, "no llegó a cumplir su misión".
El galeón tuvo la mala suerte de que se topó con una tormenta que le causó graves daños
El galeón tuvo la mala suerte de que se topó con una tormenta que le causó graves daños. Para colmo, "cuando volvía a puerto español para su reparación, cerca de las costas gallego-cántabras, le sorprendió una flota anglo-holandesa. Llegó a Ribadeo muy deteriorado", relata Crespo.
Tanto fue así que, nada más entrar en la ría, el galeón "dio al través" –se quedó encallado–. A la tripulación le dio tiempo a salvar su vida y descargar todo lo que hubiera de valor, antes de que se hundiera el barco dos o tres días después, según recoge el Archivo del Concello de Ribadeo.
La despensa de a bordo, bien pertrechada
Por el momento, se han recuperado 78 fragmentos de huesos de la excavación submarina que tuvo lugar entre 2012 y 2022. "Es una muestra interesante, que nos da un visión de las especies animales que estaban en el barco y cómo era la alimentación de aquellos marinos", dice a Público otra de las autoras del estudio, Marta Moreno García, arqueozoóloga del Instituto de Historia del CSIC.
¿Y cómo llevaban toda esa carne, si no había frigoríficos? "Hemos encontrado falanges de las patas distales de vaca y cordero y partes de cráneo de vaca. Esto nos da una pista de que se embarcaban vivas y debía de haber un matarife en el barco que sacrificaba el animal durante el viaje. Llevarían sal también, para poder mantener la carne", apunta Moreno.
Lo mismo ocurre con un hueso de ganso de la pata de la parte distal –que no tiene carne–, que debió de viajar vivo hasta que acabó en la cazuela. "Los gansos soportan la humedad del mar mejor y tienen más carne que las gallinas", señala esta zoóloga.
Sabemos también que debían llevar la carne salada en conserva en toneles, para poder mantenerla en el trayecto
Además, por las costillas de vaca recuperadas, todas cortadas con un tamaño parecido, sabemos también que debían llevar la carne salada en conserva en toneles, para poder mantenerla en el trayecto, porque podían estar seis meses seguidos navegando.
Después de la comida, algún que otro hueso acababa en la lumbre, debajo del caldero. "Hemos hallado cuatro o cinco fragmentos que están negros, carbonizados. Seguramente, después de comer, las mismas sobras óseas se usaban como combustible", observa Moreno.
Como arqueozoóloga, esta investigadora se especializa en los restos de animales que aparecen en los yacimientos arqueológicos (huesos, dientes, hastas...). "La mayor parte son desechos de los alimentos que esas poblaciones antiguas comieron", nos explica.
Analizando de qué hueso se trata, a qué especie pertenece y las marcas de corte que puede presentar, "podemos reconstruir el proceso de cómo fueron procesados y cocinados: asados, guisados, hervidos, estofados...".
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