Este artículo se publicó hace 3 años.
Humedales, un pulmón natural amenazado por el ladrillo en Catalunya
Los expertos aseguran que estos terrenos carecen de protección y señalan el caso de la ampliación del aeropuerto de Barcelona-El Prat, con gran impacto en el Delta del Llobregat, como un muy mal ejemplo. Las zonas húmedas son un reservorio de biodiversida
Maria Rubio
Barcelona-
La gasolinera para las aves que migran, el nido de muchas otras especies, un engullidor de CO2 y una recarga esencial de agua dulce. Estas y otras funciones son las que hacen de las zonas húmedas un punto estratégico ambiental, pero también para evitar inundaciones de zonas habitadas, para favorecer el drenaje de agua hacia los acuíferos e incluso como una posible atracción económica con impacto positivo. La Generalitat tiene cuantificados hasta 2.980 humedales en Catalunya, aunque los expertos indican que su situación es alarmante, y citan los planes de Aena para hacer desaparecer uno de gran relevancia, en el Delta del Llobregat, con una posible ampliación del aeropuerto.
"Se trata de espacios que se inundan temporal o permanentemente y son especialmente importantes para las aves. Van desde una riera que se encharca cuando llueve hasta una marisma tan compleja como la del río Llobregat o la del Ebro", explica Lluís Toldrà, miembro de la Lliga per a la Defensa del Patrimoni Natural (Depana) y abogado ambientalista. Los humedales están protegidos internacionalmente por el Convenio de Ramsar, y cuatro zonas húmedas catalanas forman parte de la Lista de Humedales de Importancia Internacional: los Aiguamolls de l’Empordà, el Delta del Ebro, el Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici y el lago de Banyoles.
Más allá de estos, existen humedales y marismas con un valor ambiental ampliamente reconocido, como el mismo Delta del Llobregat o l'Estany d'Ivars i Vila Sana (Pla d'Urgell). Otros muchos desaparecieron hace más de un siglo: "Mussolini ya les declaró la guerra a las marismas para luchar contra el paludismo. Aquí no se quedaron cortos: el franquismo secó la Janda de Cadiz o el mismo Estany d’Ivars en Catalunya, que luego se recuperó", explica Toldrà. A ello se le deben sumar la transformación de zonas húmedas para el cultivo, que precedió al urbanismo de ladrillo y cemento.
Un reservorio de biodiversidad
"Las zonas húmedas del mundo son las que permiten la migración de aves", acentúa Annelies Broekman, investigadora sobre el agua en el Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (Creaf). "Son lugares que muchas especies necesitan para cerrar su ciclo de vida. Si desaparece el humedal, desaparece toda la especie", dice, y menciona a los animales con fases de larva, los peces o los anfibios, y todos aquellos que se alimentan de ellos. "Estamos hablando de lo que es la guardería, la escuela infantil, el centro de pediatría para muchos animales". El otro grupo de especies que necesita de estas zonas son las aves: "No podrían llegar desde Escandinavia a África sin las zonas húmedad", donde crían y se alimentan.
Así mismo, Broekman señala que estos espacios son una herramienta natural muy potente para luchar contra el calentamiento global: "Son un punto de absorción de carbono a causa de la abundante vida que hay, y pueden digerir materia orgánica. Tienen una función de depuración, sirven como filtros". Un método que según la especialista se imita en las mismas depuradoras modernas. Y también funcionan como regulador del ciclo del agua, evitando males mayores en zonas pobladas: "Actúan como un tapón del sistema hidrológico y permiten la infiltración de agua a los acuíferos".
Sepultadas por la ciudad
Aun así, gran parte de los humedales se ha ido desvaneciendo a lo largo de los años, cuando antes cubrían el litoral mediterráneo: "¿Te imaginas que una comarca se llamara Bosque y no tuviera ni un solo árbol? Pues nosotros tenemos una que se llama Maresme y no tiene ni una marisma", ironiza Ramon Ferré, técnico de Gepec-Ecologistes de Catalunya. Cita la gran presión demográfica y urbanística que sufre la costa: "Concentra la mayoría de la población a escala global". Algo que genera un desequilibrio ecosistémico: "Cuando llueve en Cunit se dice que hay muchos mosquitos porque las cunetas de la carretera, impermeabilizadas, se llenan de agua. Ahí antes había humedales. Se está substituyendo un ecosistema por un elemento artificial".
Broekman cree que hay que proteger las zonas húmedas de otros usos del suelo, como el urbano o instalaciones turísticas como campings, y propone ofrecer "soluciones diplomáticas", combinando zonas urbanas con húmedas, o apostando por infraestructura efímera en el caso de bungalows y hoteles. Al alto grado de urbanización de la costa se suma la sobreexplotación de los acuíferos o los traspasos de una cuenca hidrográfica a otra: "Aquí no se hace un control de cuánta agua sale de un pozo y para qué, como sí pasa en Navarra. O vemos cosas como el traspaso del río Siurana hacia el embalse del Baix Camp. Está bien priorizar que la gente tenga agua potable, pero nos olvidamos de las otras obligaciones". "Si los acuíferos bajan de capacidad, la zona húmeda se seca. Si un río no tiene agua para formar meandros y generar pequeñas lagunas, toda esa vida se pierde", añade.
Problemas en el Llobregat y el Ebro
Pero incluso los humedales más reconocidos, destacados o incluso protegidos están seriamente amenazados. El caso más urgente y que vuelve a estar en el foco es el del Delta del Llobregat, en el cual Aena propone una nueva ampliación del aeropuerto afectando, otra vez, lagunas del ecosistema, como es La Ricarda, protegida por la Red Natura 2000. Otra vez, porque esta infraestructura ya se amplió en 2008 con el permiso excepcional de la Comisión Europea a cambio de intervenciones ambientales compensatorias, sacrificando parte de otra laguna, el Remolar-Filipines: "No han cumplido ninguna de las medidas que les exigieron, al contrario. Después de que Depana interpusiéramos una queja y tras 20 años, la Comisión les ha dicho que deben cumplir. ¿Y qué dice Aena? Pues que quiere ampliar otra vez", denuncia Toldrà.
El ambientalista señala que, en caso de que se construya sobre La Ricarda, esta no será recuperable nunca en una escala humana. No entiende por qué se está asumiendo una obra que nada en dirección opuesta a la lucha contra la emergencia climática: "Siendo generosos, con la covid-19 el sector de la aviación cuenta con un 60% del pasaje que contaba antes. ¿Qué necesidad hay de ampliar el aeropuerto ahora a costa del Delta? Si las constructoras han perdido dinero, que se encarguen de desmantelar el aeropuerto, no de ampliarlo. Prefiero que regalen el dinero, no hace falta destrozar la naturaleza".
Con mayor protección cuenta el Delta del Ebro, que está amparado por el Convenio de Ramsar. Aunque esto no significa que esté a salvo. Los ambientalistas advierten que el Delta está retrocediendo: "Hace años que le falta aportación de sedimentos y se está produciendo una transformación muy rápida", dice Toldrà, quien señala los embalses de aguas arriba. Lo corrobora Ferré, quien denuncia que mientras han conseguido llamar la atención de los gestores de las Tres Gargantas de China, no consiguen que la Confederación Hidrográfica del Ebro se ponga manos a la obra: "Los humedales de este país dependen de personas que no tienen formación en ecosistemas y que no saben cómo funcionan".
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