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Mariscar Las mariscadoras gallegas patrullan los arenales en busca de "furtivos de bañador"

La extracción de marisco ilegal se repite cada año con la llegada del turismo. Las trabajadoras del mar vigilan por turnos las playas para revertir un problema que se incrementa en vacaciones pero que está presente todo el año.

A Illa de Arousa. Foto: Alba Tomé.
A Illa de Arousa. /Alba Tomé.

Cuentan las mariscadoras que es fácil identificar al "furtivo de bañador". Suelen pasear por las playas con cubos de agua y se agachan para extraer el marisco cuando la marea está baja. Los prismáticos de las trabajadoras los identifican desde lejos y con la intención de que devuelva la almeja o el berberecho al mar, se acercan al bañista y le explican el contexto. La típica respuesta: "El mar es de todos (…)". Las mujeres reconocen que cada vez esto se escucha menos y es sin duda por el trabajo de concienciación: "(…) pero lo sembramos las mariscadoras", rematan ellas.

Pontevedra es la segunda provincia de Galicia que más creció en número de visitantes el año pasado. La estancia media creció un 11,6% en 2019 y las playas de las Rías Baixas se cargan en la época estival. Las pérdidas en el sector pesquero que ocasionó el parón por la pandemia se están recuperando por el turismo en zonas como Arousa y la puesta en marcha de la hostelería. Tanto el turismo interior como exterior que llega a la costa gallega quiere alimentos del mar y los platos típicos de la comunidad, pero las extractoras de moluscos no lo tienen tan fácil.

Desde el inicio del confinamiento A Illa tramitó 36 expedientes sancionadores. "Por más información que se da, por más carteles que se ponen, la gente no atiende a razones", cuenta la presidenta de la Organización de Productores (OPP-20) de A Illa, Mari Carmen Dios. Explica que "por desgracia" los furtivos de bañador pertenecen en su mayoría al territorio gallego. Cuando las vigilantes de playa se aproximan -ahora manteniendo las distancias de seguridad- para explicarles que esa acción es ilegal, muchas personas les insultan, otras se hacen "las locas", y otras responden afablemente y devuelven los moluscos al agua.

A Illa de Arousa. Foto: Alba Tomé.
A Illa de Arousa. /Alba Tomé.

¿Por qué no se puede recoger marisco en las playas? Aunque el mar no tenga dueño, la Consellería do Mar obliga a registrarse como trabajadora para obtener una licencia. Las mariscadoras tienen que aportar una cuota de semilla que alcanza los 600 euros al año, ya que el producto nace porque lo plantan. El marisqueo a pie es compatible con los bañistas, pero "con respeto", piden las mujeres del mar. De lo contrario, la persona que escarba y extrae almejas de la orilla y las guarda en el bolsillo estaría cometiendo una infracción, con multas que pueden ir desde los 300 a 6.000 euros.

Para paliar el problema, las Cofradías y las mariscadoras hacen turnos de vigilancia por la mañana y por la noche, pudiendo salir hasta 70 mujeres diarias a recorrer los bancos pesqueros. Ellas no cobran por vigilar los arenales, pero está en juego su trabajo y el dinero que pueden conseguir al día siguiente en la lonja. Se dividen por turnos y aunque no tengan potestad jurídica para sancionar procuran realizar una labor de concienciación. Son los vigilantes de las Cofradías los que pueden multar, en su mayoría subvencionados por la Xunta de Galicia.

La vicepatrona mayor de la Cofradía de Pescadores de Carril, Rita Vidal, alega que además de los impuestos, las mariscadoras tienen que cumplir con una serie de normas a lo largo del año para poder renovar su permiso de extracción. Por ejemplo, la limpieza de las algas. "Para no molestar a los bañistas vamos a los cinco de la mañana o a la medianoche. Las vigilancias no son remuneradas ni las limpiezas, y en junio, julio y agosto se multiplican las guardias. Te pasas la semana extrayendo, limpiando y vigilando los fines de semana y los festivos", añade.

Como consecuencia, las trabajadoras no tienen vacaciones, puesto que algunas no pararon de ejercer durante la covid-19. En pleno agosto, con el calor y las mascarillas, trabajar y pasear por las playas en las horas más altas de temperatura "es una tortura", cuenta la presidenta de la OPP-20. "Estás deseando que acabe el verano, pero por otro lado quieres disfrutar de la temperatura y del buen tiempo".

Durante estos días ya han visto de todo: piraguas pintadas con el color de la arena con personas escondidas dentro, padres con los cubos de playa de sus hijos haciéndose los despistados, anuncios de venta ilegal de marisco en Facebook… Los furtivos de bañador suelen llevarse pocos moluscos para consumo propio, sobre uno o dos kilogramos, pero la cantidad se incrementa notablemente si los miles de personas que recorren diariamente los arenales de las Rías Baixas hacen lo mismo.

"Cuando una señora escarba en la arena para recoger al ser vivo lo está molestando. Con el calor ya sufre", sigue Mari Carmen Dios. Asimismo, estos moluscos tienen que pasar por un proceso de limpieza y depuración ya que pueden resultar perjudiciales para la salud. "Hay que preguntar a los que cogen el marisco si les gustaría que jugasen con su puesto de trabajo. Es el análisis que tienen que hacer. No se esconden, no están pendientes", prosiguen las mariscadoras.

A Illa de Arousa. Foto: Alba Tomé.
A Illa de Arousa. /Alba Tomé.

El furtivo "de negocio"

Así lo define la patrona de la Cofradía de Lourizán (Pontevedra), Mari Carmen Vázquez. En este banco pesquero no hay playa, de manera que los turistas ni se asoman. Sin embargo, sí que existen furtivos todo el año que, en lugar de llevarse un par de kilos en verano, extraen toneladas para vender ilegalmente en cualquier época. Es un furtivismo organizado que comenzó hace años con individuos que robaban para consumo propio y que creció hasta el día de hoy. En estos casos, las pérdidas económicas que les puede suponer a las trabajadoras son mucho mayores que los furtivos de bañador.

Las mariscadoras los perseguían. Aumentaron la dotación de vigilancia, compraron prismáticos de visión nocturna y se pusieron en contacto con la policía para que hubiese coordinación. El mar es grande y muchas veces cuando llegan ya no están o permanecen escondidos debajo del agua. Por su parte, Vázquez explica que quienes patrullan ahora en Lourizán son integrantes de la Cofradía y no las mariscadoras. "Siempre me negué a que ellas fuesen a hacer los controles, no son vigilantes y tienen que llevar un punto de apoyo", menciona. "Tenemos todas las de perder".

En las Rías Altas como Sada (A Coruña), las pérdidas por la pandemia no se han recuperado y a muchas mariscadoras no les vale la pena salir al mar. De momento, los precios en las lonjas de Arousa son competitivos gracias al turismo y a las vacaciones. Las trabajadoras colocan en la lonja la almeja japónica a nueve o diez euros y el berberecho a cuatro por kilogramo. Continuarán rondando las costas para que sus bancos pesqueros no terminen esquilmados, y confían que en algún momento las guardias formen parte del pasado, como la mascarilla.

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