Este artículo se publicó hace 3 años.
El misterio de los barcos de la Segunda Guerra Mundial surgidos del fondo del mar en Japón
La actividad sísmica en el archipiélago de Ogasawara ha 'reflotado' unos buques hundidos en 1945. ¿De dónde han salido?
&Nbsp;Madrid-Actualizado a
¿Buques de guerra estadounidenses? ¿Acaso japoneses? La erupción del volcán submarino Fukutoku-Okanoba el pasado agosto no trajo consigo solo la aparición de un islote en el archipiélago de Ogasawara, sino también de numerosos pecios que se remontan a la Segunda Guerra Mundial. ¿Pero de dónde han salido estos barcos?
Remontémonos a la batalla de Iwo Jima, situada cerca del nuevo islote, y concretamente a febrero de 1945. Los estadounidenses fijan su atención en la isla —que ha recuperado su denominación original, Iwo Tō—, pese a que aparentemente carece de importancia. Sin embargo, necesitan una base aérea cercana a Japón.
¿El motivo? Los cazas que escoltaban a los bombarderos B-29 no tenían autonomía suficiente para completar el vuelo de ida y vuelta desde las islas Marianas hasta Japón. Entonces surgió el plan de contar con una base en Iwo Jima, donde además el ejército nipón había instalado un radar que alertaba de los ataques aéreos yanquis.
Japón, con su flota mermada tras la batalla del golfo de Leyte, decidió defender a muerte la isla, pues entendió que una feroz resistencia podría posibilitar un acuerdo de paz que no fuera humillante para el Imperio. Para ello, el general Kuribayshi desembarcó con 21.000 soldados, que tejieron una red de túneles y búnkeres para sorprender al enemigo.
Si los japoneses habían perdido buena parte de sus buques de guerra, ¿los que han aflorado ahora son estadounidenses? Tampoco. Aunque es cierto que cerca de Iwo Jima fueron hundidos en febrero el portaaviones de escolta Bismarck Sea, el buque minador Gamble y la lancha de desembarco de infantería LCI 474; en marzo la lancha de desembarco de tanques LCT 1029, y en junio el petrolero Sheepscot.
Volvamos de nuevo a la cruenta batalla, que se saldó con la muerte de unos 5.600 de los 70.000 marines que combatieron en la isla. Todos los soldados japoneses fallecieron, a excepción de dos centenares que decidieron rendirse, algo que no hicieron muchos de sus compañeros, que prefirieron lanzar un ataque suicida antes de claudicar.
El Ejército estadounidense quería tomar la isla en diez días y la lucha se prolongó durante más de un mes, debido al arrojo de aquel enemigo invisible que se movía por los túneles como un topo. El valor y la resistencia de las tropas niponas hizo ver a los americanos que la conquista de Japón supondría un número de bajas inasumible, de ahí las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
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Los yanquis habían comenzado a habilitar una pista de aterrizaje durante la batalla, pero también se propusieron construir un puerto. Para ello, emplearon 24 buques de carga japoneses que habían requisado y los ubicaron en la costa occidental de Iwo Jima, a modo de rompeolas.
La barrera protegió en principio a los barcos estadounidenses que transportaban marines y pertrechos a la isla, donde planearon instalar una base naval que sirviese de apoyo para la conquista de Japón. El proyecto nunca llegó a materializarse, porque el Imperio nipón anunció su rendición incondicional tras los ataques nucleares.
La actividad sísmica bajo el monte Suribachi, donde los americanos plantaron su bandera, ha provocado que ahora aflorase una isla. Y, de paso, numerosos barcos que no eran de guerra, ni americanos, sino cargueros japoneses. Pendientes de una hipotética erupción en Iwo Jima, la Isla del Azufre, seguirán allí hasta que el mar vuelva a cubrirlos de misterio.
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