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Muere a los 87 años Fèlix Millet, el saqueador confeso y condenado del Palau de la Música

Actualmente estaba en tercer grado penitenciario a causa de su estado de salud. En 2009 había confesado haberse embolsado millones de euros de la institución cultural, lo que marcaría la apertura del 'caso Palau'.

Félix Millet
Imagen de archivo de Fèlix Millet.  Andreu Dalmau/ Efe

Fèlix Millet y Tusell ha fallecido este jueves a los 87 años. Hijo de una de las familias tradicionales de la burguesía catalana, pasará a la historia como el saqueador del Palau de la Música Catalana, la institución que presidió durante décadas y que le permitió tejer una extensa red de contactos con la élite política y económica de Catalunya y del Estado español. Condenado a prisión por el expolio que cometió, desde noviembre gozaba del tercer grado penitenciario, a causa de su delicado estado de salud. Sufría una enfermedad incurable y ha pasado las últimas semanas en una residencia de Terrassa.

El 16 de septiembre de 2009 cayó el espejismo en torno a su honorabilidad, cuando él mismo y Jordi Montull, su mano derecha en el Palau de la Música, confesaron que habían desviado millones de euros de la institución hacia sus bolsillos, lo que les permitió llevar una vida a todo tren, llena de lujos y excesos. La confesión, uno de los hechos que liquidaría el llamado oasis catalán, comportó la apertura de un proceso judicial, el caso Palau, que acabaría con su condena a nueve años y ocho meses de cárcel. No ingresaría en ella hasta junio de 2020.

Nacido en 1935 en Barcelona, la suya era una familia estrechamente vinculada al Orfeó Català, la entidad que tiene el Palau de la Música como sede. Era sobrino-nieto de Lluís Millet y Pagès uno de los fundadores del Orfeó e hijo Fèlix Millet i Maristany, que lo presidió entre 1951 y 1967. Su padre, por cierto, había tenido negocios en Guinea Ecuatorial, cuando este territorio era una colonia española y él mismo pasó un tiempo allí. Ligado a los negocios desde joven, durante la década de los 80 pasó un par de meses en prisión, después de que en 1983 fuera acusado de estafa por su gestión en la inmobiliaria Renta Catalana.

En ese momento ya presidía el Orfeó Català, cargo al que había llegado en 1978 y que no dejaría hasta 31 años más tarde, cuando estalló el escándalo por el que será recordado. La prioridad de sus primeros años en la entidad fue justamente emprender la restauración del Palau de la Música Catalana, entonces muy deteriorado. Con este objetivo, en 1983 se constituyó el Consorci del Palau de la Música, integrado por la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y la Diputación –que a partir de 2001 sería sustituida por el Gobierno a través del Ministerio de Cultura–.

El ente estaría liderado totalmente por un Millet que tenía plenos poderes para gestionar y encauzar las subvenciones y recursos que llegaban a él. Más adelante, en 1990, nacería la Associació Orfeó Català – Palau de la Música, también presidida por un Millet que pudo inaugurar la restauración del edificio y sus sucesivas ampliaciones, gracias a los recursos públicos y privados que entraban. En esa etapa Millet acumularía poder y reconocimientos, hasta el punto de que en 1999 recibió la Creu de Sant Jordi –la principal distinción de la Generalitat–, y en 2005 fue nombrado Señor de Barcelona. Distinciones que perdería a raíz del escándalo.

Paralelamente, también ocuparía cargos que le servirían para lucrarse o para llenar su ego, como la vicepresidencia de la Fundación del FC Barcelona (1994-2009) o las presidencias de compañías como la aseguradora Agrupació Mútua, la inmobiliaria AMCI Habitat o el banco Bankpime, entre otros. También se convirtió en patrón del Institut Catalunya Futur, la rama catalana de la FAES, la fundación del PP. En ese momento José María Aznar presidía el Gobierno español y Millet se acercó a él para conseguir más recursos para afrontar las costosas reformas del Palau. El Ministerio de Cultura, finalmente, aportaría unos 15 millones. Pero el espejismo estaba a punto de desvanecerse.

El registro que sacude al oasis

Mañana del 23 de julio del 2009. Una sociedad catalana golpeada por una crisis económica global, pero todavía enmarcada en el llamado oasis catalán que, en la práctica, comportaba un cierto reparto de poder entre la antigua CiU y el PSC, recibe una sacudida importante cuando los Mossos d'Esquadra entran en el Palau de la Música, uno de los edificios más emblemáticos del país, para hacer un registro. Se comienza a hablar de un millonario desvío de fondos. Sólo cuatro días más tarde, Millet y Jordi Montull –director administrativo del Palau– dimiten.

Un mes y medio después, el 16 de septiembre, confesarían haber expoliado a la entidad y admitían haber desviado unos 3,3 millones a sus bolsillos, que habrían utilizado en lujosos viajes familiares o en obras a sus propiedades inmobiliarias, como en la mansión de Millet en l'Ametlla del Vallès (Barcelona). Sin embargo, las investigaciones posteriores demostrarían que la confesión era parcial y se quedaría corta y que las dimensiones de lo que se conocería como caso Palau serían mucho más colosales.

Poco a poco se sabría que ambos habían liderado una trama que había permitido la entrada de decenas de millones en la entidad –dividido en un entramado societario formada por el Consorci del Palau de la Música, la Fundació Orfeó Català y la Asssociació Orfeó Català - Palau de la Música–, tanto gracias a las subvenciones de las administraciones, como a las aportaciones de empresas privadas. Camufladas bajo el pretexto de un supuesto mecenazgo, la realidad es que respondían a comisiones que pagaban a cambio de recibir adjudicaciones de obras públicas –tanto de la Generalitat como de administraciones locales gobernadas por la antigua Convergència i Unió–. Una parte del dinero servía para enriquecer a Millet y Montull y el resto financiaba ilegalmente al partido político.

La financiación ilegal de CDC

El caso Palau no llegaría a juicio hasta el 1 de marzo de 2017 y las sesiones se alargarían hasta mediados de junio. Finalmente, la Audiencia de Barcelona condenó a Millet a nueve años y ocho meses de cárcel por delitos continuados de malversación y apropiación indebida, de tráfico de influencias, de blanqueo de capitales y contra la Hacienda Pública, así como a una multa de 2,8 millones de euros. El otro principal encausado, Jordi Montull, fue condenado a siete años y medio de cárcel. Además, ambos fueron condenados a devolver los 23 millones que habrían expoliado de las estructuras del Palau de la Música, una cifra que multiplicaba por siete la que ellos habían confesado y que demostraba las dimensiones del saqueo que habían perpetrado. La realidad, sin embargo, es que a día de hoy apenas han devuelto 12.

Paralelamente, la antigua Convergència Democrática de Catalunya (CDC) fue condenada a devolver 6,6 millones por las ganancias obtenidas a través del "tráfico de influencias" que ejerció utilizando el Palau de la Música para financiarse ilegalmente con las comisiones que recibía por la adjudicación de contratos públicos. En abril del 2020, el Tribunal Supremo confirmó la condena de la Audiencia de Barcelona, lo que acabaría provocando que Millet y Montull, finalmente, ingresaran en prisión un par de meses más tarde.

Durante todo el proceso se conocieron detalles de su comportamiento que permitieron retratar perfectamente el tipo de personajes que eran. Millet y Montull saquearon el Palau de la Música para vivir en todo tren y entre ambos destinaron más de tres millones a "obras suntuosas" en sus respectivas casas. Millet, por ejemplo, se hizo una reproducción a medida del auditorio del Palau en el sótano de su casa de L'Ametlla del Vallès, mientras que Montull, entre otras muchas cosas, se compró una Playstation que facturó al Palau.

¿Y cómo lo hacían? La investigación concluyó que se cambiaba el concepto de las facturas para "enmascarar" los gastos. También cargaron casi 650.000 euros en viajes y vacaciones familiares a México, Polinesia, Tailandia, Egipto, Kenia o Maldivas, mientras que Millet hizo pagar a la institución cultural las carísimas bodas de sus hijas, Clara y Leila, celebradas en el Palau de la Música, un espacio que concebía como casi fuera de su propiedad privada.

Condenado a prisión y, muy previamente al ostracismo social, finalmente Fèlix Millet ha muerto y será recordado como un gran saqueador, nunca más como un "señor de Barcelona" y promotor de la cultura.

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