Público
Público

Mujer y ciencia La ciencia y la tecnología siguen diseñadas a la medida de los hombres

Peor atención sanitaria, mayor riesgo al conducir un vehículo, chalecos antibala y máscaras protectoras que no encajan con su tamaño… La mujer sigue siendo invisible en los desarrollos tecnológicos y las investigaciones médicas.

Maniquíes de pruebas de coches

Marisa kohan

El hecho de que las mujeres hayan sido invisibilizadas en el mundo de la ciencia a lo largo de la historia, no sólo ha tenido como consecuencia su ausencia de laboratorios, debates o de los libros de texto. También tiene un impacto determinante en su día a día. Durante las últimas décadas, las investigaciones o desarrollos, tanto tecnológicos como médicos, han tenido como modelo universal a un individuo que no es de sexo femenino, sino a un hombre caucásico, de alrededor de unos 70 kilos de peso y con edad comprendida entre los 25 y los 30 años. 

Este modelo, considerado universal, esconde una discriminación de género que en ocasiones puede producir molestias (como no alcanzar los productos más altos de una estantería), pero que en otras tiene consecuencias mortales para las mujeres. Un reciente artículo de la periodista Caroline Criado-Perez de The Guardian, ponía de relieve algunas las consecuencias de esta brecha de datos de género que supone concebir a la humanidad casi exclusivamente masculina y con unas características muy determinadas.

Si bien los hombres son más propensos que la mujeres a sufrir accidentes automovilísticos, ellas tienen un 47% más de posibilidades de sufrir lesiones graves, un 71% más de sufrir lesiones moderadas y son, además, un 17% más propensas a morir en ellos.

Según la experta Astrid Linder, directora de investigación de seguridad del tráfico en el Instituto Nacional Sueco de Investigaciones de Carreteras y Transportes, las investigaciones sobre la diferencia de cómo afecta un accidente automovilístico a una mujer y a un hombre han tardado unos 15 años en investigarse y acabaron en 2013, con lo cual aún ningún modelo comercial incorpora cambios claves para la seguridad de las mujeres. De hecho, afirma esta experta que trabaja en un el que será el primer simulador de choque que represente el cuerpo de una mujer, es imprescindible que la UE convierta las pruebas con estos maniquíes en un requisito obligatorio. Es decir que hasta ahora no lo son. 

El problema, explica la experta, no están sólo en los sistemas de retención, sino en cómo y para quién se diseñe el coche. Está demostrado que las mujeres tienen una postura mas adelantada a la hora de conducir, puesto que suelen tener menos altura que el modelo estándar (el prototipo de un hombre de 1,77 metros de altura y unos 78 kilos de peso), y que van más rectas para poder ver los instrumentos del coche. Esto hace que su posición el volante les genere un mayor riesgo de lesiones internas en colisiones frontales y lesiones cervicales más graves en las coaliciones traseras, debido a la diferente distribución de las vértebras y una distinta composición de los tejidos blandos.

Para Marta González García, experta en filosofía de la ciencia y la tecnología en la Universidad de Oviedo, "cuando estudiamos la ciencia es importante lo que se conoce, pero es casi más es lo que no se conoce, lo que nos e investiga. Desde el punto de vista de género, lo que se oculta es algo relevante porque estamos invisibilizando, ocultando e ignorando las especificidades de los cuerpos de las mujeres, lo que deja fuera en la prevención a la mitad de la población.

"Esto es verdad en las investigaciones en los laboratorios, porque cuando se utilizan animales también se trabaja con machos, porque en teoría son modelos más simples que las hembras. Y esto tiene consecuencias. El hombre es la norma que se toma como universal, cuando esa universalidad no existe", añade González.

Para esta experta "se han producido algunos avances, pero aún queda mucho camino por recorrer".

Seguridad en el trabajo para hombres

Otro ámbito en el que la seguridad de las mujeres está infra investigada es en el trabajo. Tal como refleja Criado en su artículo, existe una falta de investigación sobre como los agentes químicos afectan a los cuerpos de las mujeres. "Sabemos prácticamente todo acerca de la enfermedad del polvo en los mineros", explica el profesor Rory O’Neill, investigador en políticas laborales y ambientales en la Universidad de Stirling (Inglaterra). "Pero no se puede decir lo mismo de las exposiciones, físicas o químicas, en los trabajos considerados como feminizados".

Según la investigadora canadiense Caroline Criado-Perez, las trabajadoras de salones de uñas y peluquerías (en su mayoría migrantes) están expuestas diariamente a una amplia gama de químicos que "se encuentran habitualmente en los esmaltes, geles, lacas, desinfectantes y adhesivos que son elementos básicos de su trabajo”. Pero a pesar de que muchas de estas sustancias químicas se han relacionado con el cáncer, los abortos espontáneos y las enfermedades pulmonares o alteraciones de las funciones hormonales, no se tienen datos ni estudios. Si se suma que muchas de ellas cuando llegan a casa comienzan un segundo turno no remunerado limpiando su hogar, la exposición a químicos se multiplican, pero los efectos de este cóctel es un total desconocido.

Tal como afirma O'Neill, "el cáncer es una enfermedad de larga latencia, por lo que incluso si comenzáramos los estudios ahora, nos llevaría a una generación antes de que tuviéramos datos utilizables. Pero no estamos empezando los estudios ahora. En cambio, seguimos confiando en los datos de los estudios realizados en hombres como si se aplicaran a las mujeres".

Para la científica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Eulalia Pérez Sedeño, se trata de un "problema de prejuicios. Las farmacéuticas aducen que se trata de un tema económico. Pero no es cierto, porque no es más caro hacer las investigaciones con mujeres que con hombres". Esta experta recuerda que un estudio sobre el infarto de miocardio de 1991 ya mostraba que los síntomas eran distintos en hombres y mujeres, y muchas mueren porque como no tienen el típico dolor en el pecho y el brazo, las mandan a casa sin tratarlas. "Esto es algo que tiene que ver con el género y el feminismo, que pasa una y otra vez. Los conocimientos no se asientan", afirma Pérez.

De hecho es habitual que a muchas mujeres pasan años en el sistema de salud antes de que se les diagnostique la causa del dolor. Según la Asociación Americana de Enfermedades Autoinmunes, de los 50 millones de personas con este tipo de dolencias, alrededor del 75% son mujeres, aunque raramente se piense en ellas como un problema específico de las mujeres, por lo que muchos diagnósticos se retrasan durante años o simplemente nunca se investigan.

Tal como explica una publicación de la Association of Health Care Journalist recientemente, esta brecha de conocimiento no implica solo no haber tenido en cuenta las experiencias de hombres y mujeres con la misma enfermedad o con el mismo tratamiento. "También tiene que ver con el hecho de cómo la comunidad de investigación ha descuidado por completo muchas dolencias que afectan principalmente a las mujeres, lo que abrió un segundo desafío: la brecha de confianza".

Según esta publicación, persiste la idea que, ante dolores que en principio parecen médicamente inexplicables, se abre paso la idea de que la mujer los inventa o que "están en su cabeza". Muchas veces se les dice a las pacientes que están bajo estrés, tienen ansiedad, tienen depresión o las quejas son el resultado de ciclos hormonales, ya sean cólicos menstruales o menopausia o a motivos de peso. Estas creencias extendidas, provocan retrasos en los diagnósticos que les incrementan el dolor de forma innecesaria, o pueden provocar dolencias más graves o incluso la muerte.

Hacia finales del año pasado se supo del caso de una cabo primea del ejercito que había sido sancionada con un mes de sueldo y empleo por negarse a utilizar un chaleco antibalas que no estaba adaptado para su cuerpo. Y es que la mayoría de los dispositivos de seguridad personales, están o han estado diseñados para un hombre medio. Estas medidas que afectan también a hombres que son más pequeños que la media, son más habituales en las mujeres. 

Las diferencias en torso, caderas y muslos pueden afectar la forma en que las correas se ajustan a los arneses de seguridad. También el uso los protectores contra el polvo o las máscaras anti-gas o los protectores oculares consideradas estándar están diseñados para la cara de un hombre, lo que significa que no se ajustan a la mayoría de las mujeres. Según un informe que la Trade Union Congres (que agrupa a unos 40 sindicatos ingleses) elaboró en 2017,  el problema con los equipos de protección personal mal ajustados era peor en los servicios de emergencia, donde el 95% de las mujeres dijeron obstaculizaba su trabajo.

La tecnología discrimina

Pero también la tecnología es fuente de discriminación, porque a pesar de que los datos demuestran de forma abrumadora que las manos de las mujeres suelen ser más pequeñas que las de los hombres, el tamaño promedio de los aparatos tecnológicos, como los teléfonos inteligentes, son de talla única y suelen tener en cuenta la mano de un hombre promedio. Muchos de estos dispositivos, cuyo estándar es de 5,5 pulgadas, pueden ser usados por los hombres (al menos los hobres modelo) con una sola mano, mientras que las mujeres suelen tener problemas para usarlas.

Si bien el reconocimiento de voz podría suponer una solución a este problema de uso del teléfono inteligente, este software a menudo tiene, también, sesgos de género, tal como denunció la investigadora de la Universidad de Washington,  Rachael Tatman, en 2016. Según el estudio de esta lingüista, el softweare de reconocimiento de voz de Google tenia un 70% más de probabilidades de reconocer con precisión la voz de un hombre que la de una mujer. Si en algún momento ha experimentado esta dificultad, tal vez no se trate de un fallo del sistema, sino a que el tono de las mujeres es menos reconocible por estos dispositivos.

Algunos otros ejemplos de la discriminación que supone que la tecnología esté dominada principalmente por hombres tiene un reflejo en las funcionalidades de los aparatos y software. Por ejemplo, el sistema de monitoreo de salud lanzado por Apple en 2014 disponía de un rastreador de salud que media la tensión arterial, los pasos dados, el nivel de alcohol en la sangre... pero muchas echaron en falta un rastreador del período. De la misma manera, el programa Siri, a pesar de tener voz femenina, podía encontrar lugares de prostitución o proveedores de Viagra, pero no proveedores de abortos. O el hecho de que las aplicaciones de mapas sean capaces de trazarnos la ruta más rápida o las más corta, pero en muchas ocasiones no la más segura, indispensable para las mujeres.


¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias