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Olimpiadas antifascistas Barcelona, capital mundial del deporte antifascista

El estallido de la Guerra Civil abortó los Juegos de la Olimpiada Popular en 1936. Algunos de los atletas llegados a la ciudad se unieron a las Milicias Antifascistas que lucharon contra el golpe de Estado.

Puesto de la Olimpiada Popular para atender a los deportistas en Barcelona en 1936 / EFE
Puesto de la Olimpiada Popular para atender a los deportistas en Barcelona en 1936 / EFE

Son pocos quienes lo recuerdan cada año, pero por lo menos ahora ha dejado de ser un tema tabú. El aniversario del inicio de la Guerra Civil española tiene en Barcelona otra efeméride: se cumplen 84 años de los Juegos de la Olimpiada Popular que no pudieron ser. La historia olímpica de la ciudad se remonta a 1936 y la impronta de lo que quiso ser esa candidatura a los Juegos del COI, primero, y la alternativa popular y obrera a los Juegos de la Alemania nazi, después, sigue presente en la fisonomía barcelonesa.

Mucho antes que el 92

El historiador Carles Santacana es el gran estudioso del deporte del siglo XX y también quien más y más alto ha levantado la mano para pedir que se reconozca, recuerde y reivindique lo que Barcelona hizo por el olimpismo antes del particular cuento de hadas de 1992. ''Es falaz e injusto tener en los Juegos de 1992 la única referencia olímpica de Barcelona; no puede ser que su éxito tape la candidatura de 1924 y aún menos la Olimpiada de 1936, cuando Barcelona se convirtió en un punto de referencia del antifascismo mundial. Eso se tiene que reivindicar'', asegura Santacana.

Pero, ¿qué fueron exactamente esos otros Juegos Olímpicos que la Barcelona republicana se prestó a albergar? ¿Qué pasó el día del Alzamiento en una ciudad con miles y miles de atletas internacionales? La Olimpiada Popular de Barcelona tenía como objetivo fundamental devolver el verdadero espíritu olímpico bajo el signo de la paz y la solidaridad de las naciones, que en aquellos momentos se estaba cuestionando en la preparación de los Juegos Olímpicos de Berlín por parte del régimen nazi y con la conformidad del COI. El evento tomaba unas dimensiones auténticamente antifascistas en el seno de una Europa temerosa de la inminente guerra.

La huella de esos Juegos la encontramos en el Estadio Olímpico, estrenado en 1929 como punto de propaganda para la candidatura olímpica de 1936. El hoy bautizado como Lluís Companys rinde homenaje al presidente de la Generalitat que con más entusiasmo respaldó la Olimpiada Popular. Numerosos clubes locales prestaron instalaciones o apoyo para que la Olimpiada fuera una realidad. Desde clubes como el Barça, el Espanyol, el Júpiter, el Europa o el Martinenc, a la Agrupació Ciclista Montjuïc, numerosos ateneos de barrios o el Atlètic Barceloneta. Entidades importantes de la época, como el Club Femení d’Esports, cayeron con el franquismo, pero el ejemplo de red colaborativa entre realidades deportivas que hicieron posible la preparación del evento es un antecedente histórico directo del actual panorama deportivo barcelonés.

Delegaciones nacionales y locales

Más curiosidades. La Olimpiada Popular admitía como participantes a las naciones sin Estado. Inimaginable ahora. Estuvieron allí, entre otros, Palestina, una delegación de judíos emigrados, de la Alsacia y la Lorena, pero también de Marruecos, entonces dividido entre el protectorado francés y el español, o Argelia, provincia francesa. Asimismo, había delegaciones regionales del Rosellón, Mallorca, Valencia, Andalucía, Navarra y Aragón o de ciudades como Burdeos, Praga, Toulouse, Argel, Orán, Basilea, Grenoble, Sevilla, Huelva, Melilla, Jerez de la Frontera, Badajoz, Tenerife o Cádiz, entre otras.

El día del estallido de la guerra había en Barcelona 20.000 personas llegadas para la ocasión y preparadas para la inauguración. Los tiros y las barricadas alteraron una ciudad en la que ya se contagiaba el espíritu festivo y deportivo con desfiles de las delegaciones. Ahí estaban más de 5.000 atletas que competían en un total de 18 modalidades deportivas.

Del campo de juego al de batalla

El 19 de julio, el mismo día que el estadio de Montjuïc tenía que abrir la puerta al deporte popular de medio mundo, definitivamente aquel inusual acontecimiento deportivo y cultural se vio frustrado ante la salida del ejército de los cuarteles. Si bien la gran mayoría de los deportistas extranjeros volvieron a casa, hubo unos cuantos que decidieron coger las armas y luchar contra el fascismo: inicialmente al lado de los obreros armados que detuvieron a los soldados en las calles de Barcelona y, más tarde, yendo al frente integrados en las Milicias Antifascistas. Se convirtieron, involuntariamente, en los primeros voluntarios extranjeros en defensa de la República, el embrión de las futuras Brigadas Internacionales. Semanas después, en Berlín, el COI aplaudía con las orejas a Hitler, el aliado de Franco para ganar la contienda en España. Como para que no sea tabú el tema.

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