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País Valencià La crisis de la naranja valenciana se viraliza en las redes

En algunos casos se llega a ofrecer un céntimo por kilo al productor, mientras que en los supermercados se vende a euro y medio.

Naranjo. Foto de archivo.
Naranjo. Foto de archivo. Hans / Pixibay

Miles de personas han compartido el video de Sara Soler, una maestra que tiene también una pequeña parcela de naranja ecológica. En el video viral, Soler explica que el cliente, que en septiembre, se había comprometido a comprarles toda la producción, ahora ha avisado que ya no le interesa. Ante la imposibilidad de sufragar la cosecha de una naranja que no venderá, Soler y su madre han decidido regalarla a todo aquel que vaya a su campo a sacarla del árbol por sí mismo. "La respuesta ha sido impresionante, casi no podemos gestionar la avalancha de gente que nos ha pedido de venir o que quiere que le enviemos cajas. Hemos tenido que organizar turnos durante el fin de semana para evitar aglomeraciones por el tema Covid. Todo el mundo se ha ofrecido a colaborar de alguna manera u otra", explica a Público.

En este caso, la viralización de las redes y el apoyo ciudadano han salvado la temporada de la familia Soler, pero son conscientes de que la agricultura valenciana no puede sobrevivir gracias al "voluntarismo de los consumidores, lo que necesitamos es que los políticos legislen para proteger el sector primario", denuncia Sara.

Este caso no es una anécdota. Una simple búsqueda permite encontrar decenas de videos de agricultores anunciando que, ante los precios que se ofrecen por la naranja –en algunos casos se trata de un céntimo el kilo- no piensan recoger los campos. El precio para el consumidor, pero no ha bajado y el kilo de naranjas se compra, en general, a un euro y medio. 1.500% de margen de beneficio. Y esto solo es la punta del iceberg, ya que el 94% del cítrico que se cultiva en el País Valencià es para la exportación.

"Si los casos que aparecen en los videos ya son sangrantes, solo hay que pensar que la mayoría de ellos no son agricultores profesionales, sino gente que tiene otro trabajo y cultiva algunos campos familiares. En el caso de los profesionales la situación es mucho más grave –explica Nando Durà, que también cultiva naranjas-. Alguna gente más joven está apostando por la venta directa, pero es obvio que los valencianos no pueden cubrir toda la producción que hay".

El País Valencià ha sido el gran proveedor europeo de naranjas desde hace más de un siglo. Esto ha generado grandes fortunas y también una marca de prestigio internacional, hasta el punto que la principal zona de cultivo de naranjas de Sudáfrica se llama también Valencia. Precisamente este país se ha convertido en uno de los grandes problemas para los citricultores valencianos. Sus naranjas mucho más baratas y sin prácticamente controles fitosanitarios inundan Europa y apartan el producto valenciano. "En principio, la naranja sudafricana no hace competencia a la nuestra, porque solo llega cuando aquí no es temporada, pero a la práctica, los importadores llenan los almacenes el 30 de noviembre [último día en que puede desembarcar en los puertos europeos] y prácticamente tienen para todo diciembre y parte de enero", explica Durà. Apunta que la existencia de naranjas todo el año en los supermercados devalúa el precio del producto, además de Sudáfrica, cada vez llega más naranja de países como Marruecos, Egipto o Turquía, donde sí cultivan los mismos meses que aquí.

"La mayoría de mayoristas son valencianos, que etiquetan la naranja como "envasada en València" y lo exportan por Europa, donde les es bastante igual de donde sea, siempre que sea barato", continúa Durà. Empresas como Alden Fruit, Martí Navarro, Antonio Múñoz o Frutinter –para poner solo unos ejemplos- que durante décadas crecieron gracias a la exportación de la naranja valenciana, ahora comercian con el producto más barato que viene del sur. La globalización no solo afecta los campesinos. Hoy en día, la mayoría de estos mayoristas ya se encuentran en manos –total o parcialmente- de fondos de inversión internacional.

Problema complejo con soluciones difíciles

El diputado Josep Nadal reconoce que el Botànic tiene que hacer autocrítica a la hora de valorar cómo afronta la crisis de la agricultura. A pesar de la aprobación de normas como la Ley de Contratos Agrarios del 2019, que prohíbe prácticas como la que ha sufrido la familia Soler y que "equipara estos contratos a una relación laboral, puesto que es una relación desigual similar", explica el mismo diputado. Con todo, "el 90% del presupuesto en agricultura de la Generalitat se destina a la agricultura convencional y esto es un suicidio, hace falta un cambio de paradigma", continúa Nadal. Además, denuncia que el contexto europeo no ayuda y que el Gobierno español, tanto esté el PP como el PSOE, "no hace valer su peso en la Unión Europea. Mi sensación es que a la agricultura mediterránea la dan por muerta".

La campaña Preus Justos, formada por una quincena de organizaciones agrarias, agraristas, ecologistas y de consumidores, reivindica el fin de estas prácticas abusivas. El pasado domingo organizaron un mercado extraordinario de venta directa de naranjas en el centro de València con un éxito enorme. Centenares de personas agotaron los más de 4.000 kilos de fruta en menos de dos horas. "Hay que educar al consumidor en la compra de proximidad, no podemos esperar nada de Europa", explica Marc Ferri, portavoz de la campaña, aunque también reconoce que la venta directa "tiene más sentido cuando hablamos de la verdura de la huerta de València, que sí que podría alcanzar el área metropolitana". La naranja, y en esto coincide con Durà, "está pensada para la exportación, y esto es el que está fallando".

Durà, afiliado a la Unió de Llauradors, reivindica "poder jugar con las mismas cartas. Que haya unos requisitos fitosanitarios similares y unas condiciones laborales y de derechos humanos equiparables. Equilibrar un poquito la balanza".

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