Cargando...

El PSOE flirtea con el negacionismo de la derecha sobre las macrogranjas por el miedo al impacto electoral

Las críticas de los barones socialistas y la falta de contundencia de algunos ministros para defender las posturas de Garzón distancian al partido de la realidad científica que vincula la ganadería intensiva con una mayor degradación ambiental.

Publicidad

madrid, Actualizado:

Es la segunda vez que la ganadería industrial hace estallar una crisis de Gobierno. La división entre las ramas socialista y de Unidas Podemos se ha agudizado en los últimos días, después de que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, volviera a hacer hincapié en los efectos negativos de las macrogranjas para el medio ambiente y la salud pública del país. Como ya ocurrió en el mes de julio, la derecha ha intensificado los ataques contra dirigente de Izquierda Unida, acusándole de ir en contra de los intereses de los productores agropecuarios de España, aunque éste sólo hacía referencia a las granjas intensivas, es decir, a las grandes compañías del sector.

Publicidad

Ese mismo discurso, en buena parte, ha sido comprado por algunos sectores del PSOE y por el propio Pedro Sánchez, que por miedo al rechazo del sector ganadero han dejado de lado a Garzón, a pesar de que los datos científicos le respaldan.  Si en el mes de julio –cuando Consumo lanzó una campaña en las redes sociales para promover una dieta menos cárnica y más saludable– el presidente del Gobierno zanjaba la polémica defendiendo su gusto por "un chuletón al punto", esta vez ha rebajado el tono y ha ensalzado en una entrevista en la Cadena SER "la extraordinaria calidad del sector cárnico de nuestro país". 

Click to enlarge
A fallback.

Margarita Robles, ministra de Defensa, y Luis Planas, ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, también han salido al paso y han dejado de lado a Garzón. Fuera del Gobierno, los presidentes autonómicos socialistas de Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura (Emiliano García-Page, Javier Lambán y Guillermo Fernández Vara) han atacado al ministro de Unidas Podemos y llegando a pedir su salida del Ejecutivo, alineándose así con las reclamaciones de las derechas y de la patronal agropecuaria.

La Ciencia da la razón a Garzón

Esta postura –entre el silencio y la crítica– ha dejado desprotegido a Garzón –que asegura que acabará la legislatura–, pero también ha servido para dar pábulo al negacionismo científico que rechaza las implicaciones climáticas y sanitarias de la ganadería. El propio Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC) alertaba de ello en su informe de 2019, donde la comunidad científica plasmaba los efectos climáticos de la producción agropecuaria y alertaba sobre la necesidad de cambiar los hábitos de consumo para reducir el peso de la carne en la dieta. 

Publicidad

La forma en la que se produce es importante. Eso es lo que ha dicho Garzón al señalar a las macrogranjas y es lo que dicen los estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y del Multidisciplinary Digital Publishing Institute (DMPI). Con los datos comparativos de estos dos organismos científicos, cogiendo la producción porcina como referencia, se revela que la producción intensiva de cerdo genera unos 10 kg de CO2 por cada kilo de carne frente a los 6,5 kg CO2 de por cada kilo del modelo extensivo tradicional. Esta diferencia, extrapolable a prácticamente todos los animales de granja, se debe a que el modelo industrial requiere de un mayor consumo energético para la cría además de requerir una gran cantidad de soja para piensos, cuyo cultivo es responsable del incremento de la deforestación global. En estas diferencias se contemplan, no sólo las emisiones de toda la cadena de producción y suministro, sino también el potencial de captura de carbono de cada uno de los modelos, algo que, dependiendo del tipo de animal, puede beneficiar y rebajar el impacto del sistema extensivo.

La organización ecologista Amigos de la Tierra elaboró un informe con la colaboración de investigadores del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3) y de la Universidad de Helsinki en el que analizaba los diferentes impactos ambientales entre el modelo industrial y el modelo de ganadería extensiva. Los datos revelan que la producción tradicional y de corte sostenible puede generar emisiones similares a las que se producen en las macrogranjas si se interpreta por unidad de producto. Sin embargo, el estudio advierte de que existe un fondo natural de emisiones de herbívoros que no se está teniendo en cuenta, las cuales, dependiendo del ecosistema, pueden llegar a igualar o superar las del ganado doméstico. En ese sentido, según señalan los investigadores, las emisiones netas serían más bajas. A ello se añade el mencionado potencial de captura de carbono en pastizales, que puede contribuir a rebajar el impacto de la producción.

Publicidad

La producción intensiva de alimentos cárnicos no sólo tiene impactos negativos desde el punto de vista ambiental. La industrialización de las granjas responde, en buena medida, a la creciente demanda de carne en la sociedad. Tanto es así que en España se consume hasta cuatro veces más carne de lo recomendado por las autoridades sanitarias, según los datos de la organización Justicia Alimentaria. Este tipo de dietas basadas en el sobreconsumo de filetes es responsable de la muerte prematura de 9,8 millones de personas en el mundo desde 2017, según The Lancet.

Las macrogranjas, además, son un creciente problema de salud pública, pues la cría intensiva de animales –sobre todo el porcino– se presenta como una amenaza para la calidad de los acuíferos debido a la contaminación de los acuíferos derivada de la filtración de los purines y heces. En España, estos vertidos se han descontrolado y son un problema que afecta al territorio rural, con zonas donde el acceso al agua potable del grifo es casi un privilegio. Castilla y León es un buen ejemplo de ello, pues la burbuja de las macrogranjas ha contaminado las masas de agua de las que beben 387 municipios, según datos de la Junta. El problema ha llegado a la Unión Europea, que anunció en el mes de diciembre que llevaría a España ante el Tribunal de Justicia de la UE por el exceso de nitratos de origen agrario en las masas de agua de Castilla y León, Extremadura, Galicia, Balears, Islas Canarias, Madrid y País Valencià.

Publicidad

El PSOE se niega a sí mismo

En los último días, al posicionarse del lado del lobby macroganadero, el PSOE no sólo ha dado la espalda a las evidencias científicas, sino que se ha negado a sí mismo y ha mostrado cierta incoherencia en su discurso. La reacción a las palabras de Garzón contrastan con el escaso ruido que produjo la vicepresidenta para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, cuando en 2020 cargaba contra las macrogranjas "sin control previo" y sus efectos nocivos para el entorno natural. "Esto no es ni economía sostenible ni recuperación duradera. Es una chapuza cuyos efectos pagaremos todos", advertía en una publicación de Twitter.

La falta de apoyo a Garzón no sólo sorprende porque Ribera ya postuló en una línea similar a la suya hace meses, sino también por las propias iniciativas que el Gobierno ha aprobado en el último año. El presidente Pedro Sánchez presentó en el mes de mayo de 2021 la Estrategia España 2050, un extenso documento en el que se aborda los cambios estructurales que el país debe afrontar en las próximas décadas para adaptarse a la crisis climática. En esa publicación, elaborada por más de cien expertos de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, se hablaba ya de la necesidad de reducir el consumo de carne para disminuir la huella de carbono del sector alimentario.

Publicidad

"Esta reducción de ciertos consumos no provocará un empeoramiento de las condiciones de vida ni del bienestar de la ciudadanía. De hecho, probablemente ayudará a mejorarlas. Numerosos estudios señalan que el consumo de carne de la población española es entre dos y cinco veces superior al recomendable, que el 55% cambia de móvil cuando el anterior que tenía aún seguía funcionando, y que el consumo de energía es muy superior al necesario", dice el texto.

En la web del Ministerio para la Transición Ecológica se pueden encontrar otras referencias similares. En 2019, el equipo de Ribera recogía una publicación de The Lancet que pedía un descenso del 50% del consumo de carnes rojas para mediados de siglo: "Una dieta rica en alimentos de origen vegetal y con menos alimentos de origen animal confiere una buena salud y beneficios ambientales".

Publicidad

El miedo electoral

Los últimos sondeos, que vaticinan un posible ascenso de PP y Vox en unas hipotéticas elecciones, así como los comicios de Castilla y León, donde la ganadería tiene un peso importante, pueden explicar la falta de contundencia de los socialistas para reconocer la problemática social de las macrogranjas. El miedo a un levantamiento en el campo, algo que Luis Planas ya sufrió en enero de 2020 en Don Benito (Badajoz) y el uso interesado de la derecha del conflicto han dejado al PSOE en una situación complicada.

El ruido generado podría beneficiar a la derecha, que ha retorcido las declaraciones de Garzón y le ha acusado en repetidas ocasiones de actuar contra el sector ganadero en su conjunto, incluidas las pequeñas familias agrarias que, en muchas ocasiones ven sus tierras perjudicadas por el despliegue de las granjas intensivas. De hecho, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), que en 2018 reclamaba mayores restricciones para las macrogranjas, ha pedido la dimisión del responsable de Consumo.

Publicidad

La polémica está servida y el Gobierno de coalición, una vez más, parece atragantarse con la carne. Está por ver si las divisiones y la falta de coherencia interna perjudica a la izquierda en las elecciones castellanoleonesas del mes de febrero. 

Publicidad