Este artículo se publicó hace 3 años.
Radiografía de los antivacunas y de los errores que han dado alas a su negacionismo
Cuatro millones de personas en España siguen sin vacunarse mientras la pandemia sigue causando estragos. Tras conversar con algunos antivacunas, buscamos los errores cometidos que llevan a la existencia de este fenómeno.
Jose Carmona
Madrid-Actualizado a
No hay atisbo de duda en sus posturas. Están tan equivocados que no caen en la cuenta de que, por encima de todo, se ponen en peligro a sí mismos. Su porfía les hace vulnerables a la pandemia más virulenta de nuestro tiempo, porque han decidido que la vacuna contra el coronavirus no va con ellos.
"No me he vacunado porque confío más en mi sistema inmune que en las autoridades que quieren que me vacune no sé con qué intención. No creo que el coronavirus me vaya a matar. Prefiero inmunizarme por la vía natural", asegura Daniel, un hombre de 50 años que trabaja en la industria del cine.
Ese miedo a lo abstracto y la confianza en que por sí solo, como dicen los neoliberales sobre el mercado, el sistema se autorregulará, es uno de los argumentos principales de aquellos que rechazan la vacuna. Ante esa intuición de que la naturaleza es sabia, la comunidad científica expone datos arrolladores: las vacunas evitan el 90% de hospitalizaciones y muertes por covid-19 y atendiendo a los mayores de 60 años, la vacuna reduce hasta 18 veces el riesgo de ser hospitalizado y 25 veces el de morir.
Tras dos años de pandemia y con 88.937 muertos, en España hay cuatro millones de personas mayores de 12 años (4.320.000) que no se han vacunado. El Instituto de Salud Carlos III realizó una encuesta entre personas no vacunadas y el 60% sostenía que no se vacunará en el futuro, mientras que un 40% lo dejaba en el aire. El 72% de los no vacunados argüían como motivo desconfianza en la vacuna por haberse "desarrollado muy rápido".
"No es que seamos conspiranoicos del 5G", asegura Daniel. "Si yo pensara que la trincho seguro, me hubiera vacunado". Y en cierto modo, el negacionismo no es la tónica habitual entre este grupo de población. Solo el 12% opina que "el coronavirus no existe".
La desinformación como hilo conductor
¿Recuerdan cuando daba la sensación de que por cada dosis de la vacuna se producían efectos secundarios mortales? La desinformación, de la que también han participado los medios de comunicación, ha jugado un papel fundamental. La palabra "trombo" ocupó titulares y tertulias, no así otro tipo de datos: hasta el 3 de octubre de 2021, se habían administrado en España 70.186.758 dosis de vacunas, habiéndose registrado 46.573 notificaciones de acontecimientos adversos. Un 0,07%. Y "acontecimientos adversos" no significa muerte, significa fiebre, dolor de brazo, mareos o agotamiento.
De hecho, esos mensajes calaron y en octubre de 2020 el 43,8% de los españoles aseguraba que no se vacunaría inmediatamente contra la covid-19, según un estudio del CIS. No duró mucho la desconfianza generalizada, puesto que un año más tarde el 90% de los españoles tiene la pauta completa y España es uno de los países más vacunados del mundo.
Ana Segovia Alonso, profesora de Periodismo y Nuevos Medios en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), analiza los errores dentro de la comunicación: "La cobertura que se hizo al principio fue muy alarmista, centrándose de manera muy sobreinformada en posibles efectos secundarios. Durante unas semanas, sí que se hizo un tratamiento muy irresponsable en ese sentido", analiza.
Entre los no vacunados hay un gran problema de desinformación: el 60% reconoce que "nunca o casi nunca" consulta información sobre el coronavirus
Aunque con el tiempo la cosa cambió y todos los medios se subieron al tren de la vacunación, era tarde para los que se quedaron con el miedo en el cuerpo. Además, entre los no vacunados, hay un fuerte problema de desinformación: el 60% reconoce que "nunca o casi nunca" consulta información sobre el coronavirus. Del mismo modo que la ultraderecha engancha por estos canales, estas personas son caldo de cultivo ideal para foros, redes sociales, chats de Telegram y, en el fondo, teorías alocadas más atractivas de creer que la aburrida explicación de que un virus mutó y sacudió el planeta entero.
"Eso está definido como burbuja informativa. Pero romper ese filtro... Cuando entras se polariza aún más tu posición y de ahí es muy difícil salir. Si no quieren salir de su dieta informativa es complicado. Las redes sociales prefieren que estés contento y que sigas leyendo y enganchado y te da alimento a aquello que te gusta y te provoca placer porque te dan la razón", analiza la profesora Ana Segovia.
En ese perfil encaja Luis, otro hombre de 58 años que tampoco se ha vacunado. Confiando en la medicina experimental, este hombre dice que no se fía de las vacunas contra el coronavirus porque "de las otras vacunas que se utilizan habitualmente, la que menos llevó hacerse fue cuatro años", aunque tampoco tiene claro cuál fue. Además, como "la gente se sigue contagiando, no creo que sirva de mucho", sostiene.
"Si me multan me la tendré que poner, pero tomo mucha vitamina C. No soy muy provacunas, porque en el mundo que vivimos no tienen mucho sentido.
Además, no es una vacuna, es una modificación genética que te están metiendo en el cuerpo", declara el hombre, que vive con su madre anciana pero dice que es una "trampa" preguntarse si es un riesgo para ella. "Es crear una sensación de irresponsabilidad personal. Puede afectar a los mayores o no. Tengo mi criterio. Aprovecho que es voluntaria para no hacerlo", proclama.
Apostar todo, la campaña de concienciación y la solución de la pandemia, a la vacuna, no fue una buena idea, visto el panorama actual. Se siguen cometiendo errores en bucle ajenos a la vacuna, pero también hizo daño el mensaje, puesto que por el camino se perdió información básica de toda vacuna: ninguna te protege al 100% de una enfermedad. Incluso se puede morir pese a estar vacunado. Así es la vida, la medicina y la ciencia aún no saben esquivar a la muerte, pero sí regatearla.
Rosa Arroyo, vicesecretaria de la omisión permanente del Consejo del Colegios Médicos y coordinadora del Observatorio contra Terapias y Pseudociencias, explica la supuesta velocidad para hacer estas vacunas: "Las vacunas se desarrollaron en un tiempo récord y la gente decía que era imposible. Desde el Consejo de Médicos explicamos que lo que ha disminuido plazos de tiempo han sido los procedimientos administrativos, el resto de fases en humanos se ha hecho igual y cumpliendo requisitos", recuerda.
Arroyo reconoce que, aunque escaso, se han encontrado con un problema entre propios médicos negacionistas, lo que ha llevado a ser contundentes para evitar la expansión de teorías que ponen en peligro la salud de la gente: "Tenemos un caso de un médico de Baleares que ha sido inhabilitado seis años por decir que no estaba demostrada la existencia del virus y hacía afirmaciones públicas diciendo que no había que tomar medidas y que nos estaban engañando".
Daniel, uno de los antivacunas que explico sus motivos, incluso ansiaba contagiarse: "Estoy completamente tranquilo. Tal y como se están poniendo las cosas, prefiero contagiarme en cuanto pueda, porque si lo he pasado será como si me haya puesto la vacuna y todavía algún genio no me deja trabajar si no estoy inmunizado. Si lo he pasado me dejarán trabajar". Un cúmulo de errores, comunicativos, explicativos y culturales que llevan a unos pocos benditos a querer contagiarse de un virus que ha cambiado el mundo de arriba a abajo y que desde que irrumpiera en Wuhan se ha llevado por delante a seis millones de personas.
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