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Las repercusiones ambientales del tratado de libre comercio entre la UE y Mercosur atascan su ratificación

Las consecuencias del acuerdo comercial –un incremento del 5% de la deforestación de Amazonia– han reforzado la postura de Francia y Austria, que rechazan ratificar un tratado que podría ser incoherente con las políticas verdes de la Comisión Europea.

Acción de Greenpeace en septiembre de 2020 en Bruselas en protesta contra el acuerdo de la UE con Mercosur.
Acción de Greenpeace en septiembre de 2020 en Bruselas en protesta contra el acuerdo de la UE con Mercosur. Tim Dirven / Europa Press/Greenpeace

Un fantasma recorre Europa, el del tratado de libre comercio entre la UE y Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). Cuando las dos regiones terminaron de perfilar este acuerdo en 2019, esperaban dar por cerradas unas negociaciones tan largas como intensas que se remontan al año 2000. Sin embargo, la pandemia ha traído cambios en el prisma económico de Europa y la ratificación del convenio comercial parece haber quedado estancada. Son curiosamente dos países de corte liberal y conservador, Francia y Austria, quienes encabezan el bloqueo de una rúbrica comercial que podría generar notables beneficios económicos a costa –en gran medida– de los ecosistemas americanos.

Durante el último año, representantes del gobierno galo y austriaco han defendido en repetidas ocasiones que la puesta en marcha del acuerdo es incoherente con los planes de transición ecológica aprobados por la Unión Europea en 2020. Y es que, se trata de un convenio que acelerará los cambios del uso de la tierra en territorios como la Amazonía, fomentando la aparición de monocultivos intensivos de soja, palma y otros recursos en una zona donde hoy se erige el llamado pulmón del planeta. Tanto es así que un informe independiente encargado por el Gobierno de Emmanuel Macron, estima que el ritmo de deforestación podría incrementar un 5% si Europa termina ratificando el convenio con Mercosur. A ello se suma las repercusiones en materia de emisiones de gases de efecto invernadero ligadas al transporte de mercancías entre ambos continentes. El CO2 asociado a la agricultura liberado a la atmósfera podría aumentar hasta un 34%, según los datos de GRAIN.

España, no en vano, está siendo uno de los países más proclives a que los 27 se acojan al acuerdo con los estados del continente sudamericano. "El tratado de la Unión Europea con Mercosur ha sido muy complicado de negociar. En ese sentido, España, como prolongación de su política hacia América Latina, ha sido un firme partidario de sacar adelante el acuerdo. Precisamente en el año 2010, fue España junto con Argentina quienes decidieron relanzar las negociaciones tras un largo periodo de parálisis", explica Carlos Malamud, investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano.

"En nuestro caso el tema de la afinidad y la proximidad cultural con estos países son importantes, pero los intereses de muchas multinacionales españolas también juegan un papel importante para entender que no haya una visión muy crítica del acuerdo por parte de España", expone Josep Lledós, profesor de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya. Se refiere el experto a una de las patas del acuerdo que no ha generado tantos debates y es que el Mercosur-UE dispone que, tras su ratificación, las empresas europeas podrán participar en los concursos de contratación pública las regiones latinoamericanas afectadas por el tratado.

"Las empresas españolas podrán competir en igualdad de condiciones en temas como licitaciones para construcción de carreteras, hospitales, colegios... Es un tema que está pasando desapercibido, pero que es donde se sustenta gran parte de su interés", arguye Marta García Pallarés, portavoz de la campaña No a los Tratados de Comercio e Inversión, que cita como durante todos estos años de negociaciones España siempre ha sido uno de los países que más puentes ha intentado tender para cerrar el acuerdo comercial. En este punto, aparecen grandes empresas españolas que desde hace tiempo están asentando sus negocios en países de Latinoamérica –como Sacyr, OHL, Abengoa o ACS– y que podrían encontrar más facilidades si el pacto comercial UE-Mercosur sale finalmente adelante.

Más comercio, más degradación ambiental

El tratado tendrá unas consecuencias económicas potenciales para sectores como el automovilístico, que verá como la desaparición de aranceles le permite incrementar sus exportaciones hacia el otro lado del atlántico. El que peor parado podría salir, sin embargo, es el sector agropecuario europeo, pues el 82% de las importaciones agroalimentarias que el viejo continente importa de los países del Mercosur quedarán liberalizadas. Esto tendrá unas consecuencias directas en los cambios del uso de la tierra que se traduce en una aceleración de la producción de cultivos y granjas para satisfacer la nueva demanda de Europa.

Más allá de las repercusiones que pueda tener en los campesinos de la UE, García Pallarés denuncia que, de salir adelante, se producirá una "expansión de la producción agrícola y se profundizará la deforestación para reconvertir los bosques para la cría de ganado o la producción de monocultivos". Además, señala la activista, el acuerdo no beneficiará al modelo económico familiar, sino a los sectores intensivos de la agricultura y a la industria del automóvil, "dos de los que más responsabilidad tienen en el cambio climático".

En parte, esto es lo que ha llevado a Francia y a Austria, cuyo Gobierno se apoya en Los Verdes, a obstaculizar la ratificación del tratado, movilizando hacia sus posturas a otros estados como Países Bajos, Irlanda y Bélgica, que el jueves pasado se mostraron reacios a respaldarlo, según adelantó El País. Para Malamud esta situación no se debe tanto a los riesgos ambientales que pueda llevar asociada la rúbrica del convenio comercial como a los efectos económicos que puede tener en la economía gala. "Francia, desde el minuto uno, ha sido uno de los países que más reparos ha puesto, sobre todo porque los agricultores y ganaderos franceses saldrían muy perjudicados. Todo el discurso sobre cambio climático y protección del medio ambiente no es más que una excusa para camuflar sus posiciones proteccionistas".

El acuerdo, tal y como se recoge en la web del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, garantizará que la producción latinoamericana que se exporte hacia Europa se hará acorde con los estándares de producción de Europa. Lledós señala que este apartado es crucial desde el punto de vista ambiental, pero pone en duda que se pueda cumplir. "Habrá que comprobar y revisar cada producto, porque la legislación sobre producción de alimentos en estas zonas no tiene nada que ver con la que tenemos en Europa. Allí se utilizan muchísimos pesticidas, con lo que ello supone, y el modo en el que se producen los alimentos para animales es impensable aquí", explica en referencia a los monocultivos de soja y palma para la fabricación de piensos ganaderos, los cuales llevan asociados tasas importantes de deforestación.

Todo apunta a que los mecanismos de control en materia ambiental, pese a las buenas intenciones, brillarán por su ausencia. Así lo recoge una reciente filtración de Trade-Leaks sobre las negociaciones del tratado en el que los compromisos climáticos quedaban excluidos de los denominados "elementos esenciales" del documento, cuya violación supondría la suspensión del tratado entre ambas. Sólo serían objeto de ruptura la vulneración de principios democráticos, derechos fundamentales y las actividades que contribuyan a la proliferación de armas de destrucción masiva.

Mercosur-UE es una prueba más de que "la mayor parte de los problemas que tenemos trascienden a nuestras fronteras y que tenemos una carencia de gobernanza global para poder solucionarlos", zanja el profesor de la UOC.


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