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Rodrigo Laham, historiador: "Cristo no inventó el amor al prójimo, las asambleas clandestinas o el odio al banquero"

El académico sefardí asegura que no hay pruebas de que Jesucristo se planteara crear una nueva religión o ser la encarnación de Dios, sino que nació, vivió y murió como un judío.

'Cristo crucificado', el cuadro de Diego Velázquez que se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid
'Cristo crucificado', el cuadro de Diego Velázquez que se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid.

En los evangelios canónicos hay un Jesús pacifista entregado a los pobres y otro más antisistema que no duda en plantar cara de forma abiertamente violenta a los mercaderes o en echar mano de la espada, tal y como se narra en Mateo,10. Los historiadores contemporáneos nos aclaran ahora que Cristo no inventó nada nuevo porque tanto los arrebatos justicieros del de Nazaret como su preocupación social o el amor al prójimo estaban ya presentes en la tradición judaica.

No hay nada, en realidad, que contradiga la idea de que Jesús nació, se formó, vivió y murió como un judío. O lo que es lo mismo, ni se planteó crear una nueva religión ni, menos todavía, ser deificado. Simplemente, los hechos se encadenaron de tal suerte que el predicador devino predicado.

En realidad, poco se sabe a ciencia cierta acerca del verdadero Jesús porque las menciones que hay a él en los textos históricos de sus coetáneos son pocas e insignificantes y casi todos materiales de los que disponemos son reelaboraciones interesadas hechas a posteriori. Lo que sí es posible averiguar mediante comparaciones e inferencias es si la carga social de su mensaje —su alergia a los poderes fácticos y esa visión del amor que se le atribuye en los evangelios— era en verdad tan radical y original.

La conclusión de Rodrigo Laham Cohen no deja lugar a la duda: "Toda su prédica aparece claramente ya en el tanaj, que es el conjunto de libros sagrados canónicos del judaísmo que, en la llamada época del Segundo Templo, estaba terminando de configurarse. Esa misma visión del amor se ve luego en la literatura rabínica. Otros autores contemporáneos como Filón de Alejandría incluyeron aspectos relacionados con el amor al semejante".

Dicho de otro modo, según Laham, Jesucristo no inventó el amor al prójimo, que vendría a ser uno de los pilares humanistas en los que en parte se inspiraron muchos siglos después algunos movimientos sociales —no siempre dispuestos a reconocer el sustrato judeocristiano de sus fundamentos ideológicos.

Laham Cohen es un historiador sefardí de origen argentino especializado en el judaísmo de la Antigüedad Tardía. Trabaja como profesor de Historia Antigua en las universidades de Buenos Aires y de San Martín. Alguien podría asumir que su visión de Cristo contiene inevitablemente el sesgo propio de sus orígenes judíos, pero el académico se apresura a aclarar a este respecto que es "un judío secular y ateo". Su visión, por lo tanto, es la propia de la historiografía moderna, al margen de sus raíces.

El historiador sefardí argentino Rodrigo Laham Cohen, en una imagen de archivo
El historiador sefardí argentino Rodrigo Laham Cohen, en una imagen de archivo. CEDIDA

"Sé que eso vende menos que hablar de Jesús visto por un judío, pero es que tengo colegas cristianos que comparten mis puntos de vista. Uno no puede sustraerse completamente de la formación religiosa que recibe de niño aunque luego no sea practicante, pero se hace un esfuerzo por analizar las fuentes con la mayor objetividad posible. Incluso en ámbitos confesionales —cristianos y/o judíos— se hacen estudios donde no se percibe el sesgo religioso. Es decir, un judío practicante o un cristiano practicante pueden llegar a las mismas conclusiones sobre Jesús, porque encaran su trabajo siguiendo una metodología histórica que busca prescindir de preconceptos religiosos".

Pocas alusiones a Jesús

De lo que nos dice este historiador se colige, entre otras cosas, que a los romanos y los judíos de su época no les quitaba el sueño Jesucristo. Las alusiones que hay a él fuera de los evangelios son paupérrimas y muy poco esclarecedoras.

"Flavio Josefo simplemente menciona a Jesús, mientras que Tácito ya está lejos temporalmente y hace una reseña sobre la crucifixión de Cristo. Suetonio apenas hace referencia a que había judíos en Roma que provocaban disturbios por instigación de Cresto. Plinio intercambia una carta con el emperador comentándole cómo ha procedido para enfrentar a los cristianos, pero no habla de Jesús sino sobre las prácticas de los cristianos en torno al 112 después de Cristo", enumera Laham Cohen.

"Todos estos documentos prueban que, para los romanos, Jesús y el primer cristianismo eran un problema menor y que, en ocasiones, ni siquiera diferenciaban entre judíos y cristianos. Nosotros sabemos que el cristianismo se terminó imponiendo y nos vemos tentados a pensar que el nacimiento, vida y muerte de Jesús fue un evento que llamó la atención de todos los habitantes del Imperio romano, cuando en realidad fue un episodio local y de interés acotado", continúa.

Rodrigo Laham Cohen: "Para los romanos, Jesús y el primer cristianismo eran un problema menor"

"El judaísmo tampoco era un problema central para los romanos, más allá de la curiosidad que generaba el monoteísmo y, sobre todo, de los quebraderos de cabeza que originaba la provincia de Judea", explica. En todos los retratos que nos han legado los evangelios se aprecia una preocupación social que a la gente de nuestra época se nos figura muy moderna. ¿Era en verdad un radical el joven que se ensaña con los mercaderes? ¿Escandalizaba a sus coetáneos o sorprendía a la plebe cuando arremetía contra la codicia de los ricos?

"Gracias a Josefo sabemos que en su tiempo había otros predicadores, especialmente en Judea, donde, bajo dominio romano, competían distintos agitadores con visiones utópicas y apocalípticas", nos dice el académico argentino. Gracias a Josefo y, probablemente, gracias también a Terry Gilliam, dado que lo que ha quedado para el imaginario colectivo occidental son menos las postales pergeñadas en el Nuevo Testamento que la frenética Jerusalén de Brian que describieron los Monthy Python.

"Lo que diferenciaba a Jesús de la jerarquía sacerdotal de la época es que tenía muchas más preocupaciones sociales. Tiene mucho de fariseo, pero era menos ritualista. Compartía con los esenios su rechazo por la jerarquía del templo. De hecho, algunos creen que podría haber sido un esenio. En otras palabras, era un predicador típico de su época, pero elaboró un mensaje y tuvo una historia personal que causó un impacto. No sé si lo definiría como un radical, pero, sin duda, estaba más atento a las cuestiones sociales que otros judíos como los saduceos", añade.

Tania María García Arévalo: "El mensaje de Jesús fue revolucionario, pero hay que ponerlo en el contexto de su tradición"

"Yo diría que el mensaje de Jesús sí fue revolucionario. Sin embargo, hay que ponerlo en el contexto de la tradición en la que se sustentaba", asegura en el mismo sentido Tania María García Arévalo, profesora de lengua y literatura del área de estudios hebreos y arameos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada.

"A mi juicio, lo que él hizo fue una reinterpretación no muy alejada de su propio bagaje religioso-cultural. Hay que entender que el judaísmo, además de estar formado por textos y prácticas, posee un componente ético y moral muy importante que incorpora nociones como la ayuda al prójimo, la caridad o el amparo a huérfanos o viudas", prosigue.

La traductora de hebreo Tania María García Arévalo, en una imagen de archivo
La traductora de hebreo Tania María García Arévalo, en una imagen de archivo. CEDIDA

"Son ideas que se hallan recogidas, por ejemplo, en Isaías y el Deuteronomio. Incluso en el Talmud, en el Tratado de Peah, los rabinos muestran una especial preocupación por el bienestar de la población menos privilegiada de la sociedad israelita. En general, hay un gran número de reglas bíblicas, preceptos morales y sermones que reflejan el interés de los maestros judíos por los pobres. Toda esa legislación forma parte de una ética que garantiza la ayuda al necesitado y aspira a la justicia social y a la consecución del ideal del tikkun ha-olamo o reparación del mundo, que ya aparece en el Eclesiastés", zanja García Arévalo.

Jesús no era cristiano

Otra de las cuestiones sobre las que la historiografía oficial acostumbra a coincidir es acerca del hecho de que Jesús de Nazaret jamás se planteó siquiera crear una nueva religión. Eso es lo que se estudia incluso actualmente en los manuales de historia antigua del cristianismo de las facultades españolas y latinas de Teología, sin que ello parezca entrar en contradicción aparente con la fe de los creyentes. O si se quiere de otro modo, la corriente mayoritaria de historiadores no vacila en aceptar la idea de que Jesús nació, vivió y murió como un judío.

"Existen muchos debates en torno al momento en el que judaísmo y cristianismo se separan", nos aclara el argentino. "Pablo es el primero en diferenciar los caminos al enfatizar que la ley no era la que salvaba, sino la fe. No obstante, él siempre se reconoció como un judío", especifica.

"Es a partir del siglo II cuando ambos caminos se separan y aflora con claridad el antijudaísmo cristiano que hostiliza a los judíos que no aceptan al cristianismo, en un gesto que, a su vez, contribuye a conformar la identidad del cristianismo. Pero el proceso de separación es largo y asume diversas formas según cada región. Hubo, incluso, grupos judeocristianos que conservaban ciertos rituales judíos a la vez que aceptaban que Jesús había sido el Mesías", sigue diciendo Laham Cohen.

Ni siquiera los evangelios sinópticos (los de Mateo, Marcos y Lucas) respaldan esa idea de Jesús como Dios. "Nunca afirman nada parecido. Juan tampoco lo dice explícitamente pero señala, por ejemplo: Yo y el padre uno somos. Lo cual tampoco significa que Jesús pensara eso. En realidad, el de Juan es un evangelio más tardío. Surge en una época en la que algunos seguidores de Jesús ya habían comenzado a construir una teología donde Jesús estaba más cerca de ser Dios", asevera.

"Desde el punto de vista de los historiadores, no podemos afirmar con certeza que Jesús dijo lo que los evangelios dicen que dijo. Ahora bien, si aceptamos el discurso de los evangelios, el Jesús de Juan es mucho más divino que el de los sinópticos", afirma.

Lo que el experto argentino en la Antigüedad Tardía plantea ahí es, en realidad, otro de esos asuntos espinosos que rodean a la historia de Cristo. ¿Son los cuatro evangelios canónicos una fuente de información fiable? ¿Y qué pasa con los apócrifos, que es como se denomina a los escritos que no fueron incluidos en el canon de la Biblia?

"Más allá de esas pobres y escasas menciones históricas de Josefo y Tácito, nuestra fuentes principales son las recopiladas por los primeros cristianos, tanto en los textos canónicos agrupados en el Nuevo Testamento como en los apócrifos", explica.

"Son textos que, además de tener motivaciones propias, presentan imágenes sobre Jesús que en ocasiones son contradictorias. Por poner un ejemplo, el que aparece en los sinópticos muestra temor, sufre y es mucho más humano que el que se encuentra en Juan", argumenta.

"Y los cambios todavía son más significativos cuando buscamos al Jesús de los apócrifos. Estos nos han aportado visiones alternativas sobre Jesús, pero ello no implica que nos hayan acercado más a la verdad. Cuando aparece un nuevo apócrifo (o cuando se pone de moda) se suele pensar que es una llave para mostrarnos al verdadero Jesús, pero en general es la versión de Jesús que construyó un grupo cristiano específico", apostilla.

"En muchos casos, también, los apócrifos aportan información adicional —nombres, escenas— que completan, en ocasiones, relatos del Nuevo Testamento. Por todo ello, llegar al Jesús histórico es muy difícil, dado que tenemos diversas miradas sobre él", asegura.

Rodrigo Laham Cohen: "Yo no llamaría anarquista a Jesús, porque no cuestiona el poder, sino la forma en la que se ejerce"

Lo que sí podemos inferir estudiando el contexto de su época es si Jesús escribió en realidad en una hoja en blanco. Laham nos ha aclarado ya que, a su juicio, el llamado Mesías no inventó el amor al prójimo, ni siquiera tampoco el rechazo al establishment, ya presente en los esenios. Iglesia deriva de la palabra griega ecclesia, que a su vez significa comunidad o asamblea de creyentes.

Se sabe, por ejemplo, que los primeros cristianos de Roma vivían más que el resto de los ciudadanos gracias a sus sistemas de asistencia mutua. ¿Se ha exagerado entonces la importancia de esa dimensión antisistema de la personalidad del Jesús más comprometido o de la influencia social de su mensaje? ¿Es razonable percibirlos como una especie de protoanarquistas?

"Los romanos querían orden para cobrar tributos", nos dice el académico sefardí. "La religión y la religiosidad les importaba poco, siempre y cuando no se ofendiera explícitamente a los dioses politeístas. La elite judía, o al menos parte de ella, se encontraba en connivencia con el dominio romano y no quería ser puesta en cuestión por nadie, judío o no", contextualiza.

"Jesús, en este sentido, critica la actitud moral y espiritual de la jerarquía sacerdotal. Cuestiona, también, algo del rigorismo ritual que afecta tanto a saduceos como a fariseos. En este sentido, Jesús aparece como un sujeto con capacidad de alterar el orden público y las costumbres y eso afecta tanto a la jerarquía romana como a la judía. Yo no lo llamaría anarquista, más allá del anacronismo, porque nunca cuestiona el poder en sí, sino la forma en la que este se ejerce", continúa.

Judaísmo reformado para gentiles

Y si Jesús fue, en esencia, un reformador judío, ¿cuál es entonces la razón de que su mensaje calara de ese modo? "Videl-Naquet decía que el cristianismo había logrado que el Dios universal de Israel rompiera las anclas étnicas que tenía el judaísmo y eso le permitió expandirse", continúa Rodrigo Laham Cohen.

"En realidad, el judaísmo también había sido moderadamente exitoso entre los gentiles (los no judíos), pero es probable que cuestiones como los tabúes alimentarios o la circuncisión redujeran su impacto. El cristianismo toma al Dios universal y lo lleva lejos, sin ataduras étnicas", añade.

Un fragmento de la Biblia Alfonsina
Un fragmento de la Biblia Alfonsina.

"Pablo cumple un rol fundamental allí. Primero, porque es el primero en orientar la misión a los gentiles (sin descuidar a los judíos). Segundo, porque al llevar el judaísmo a los gentiles, pone explícitamente la ley en segundo plano y fija la fe como protagonista. Esto lo diferencia de Santiago e, incluso, de Pedro, que aún conservaban ciertos rituales judíos", asevera.

Al final del día, no es posible siquiera discernir con certeza absoluta qué partes del relato puramente histórico (más allá de los milagros) de los evangelios han sido inventadas o adornadas. "Es imposible de determinar porque, de hecho, hay personas que dudan incluso de la existencia del Jesús histórico", nos dice el académico. 

"Establecer un criterio para afirmar qué es verídico y qué es inventado teniendo solo como fuente a los evangelios es imposible o, cuando menos, arbitrario. Podemos considerar que hay eventos —la ejecución de Jesús, por ejemplo— que dejan poco lugar para dudar de su existencia, dado que aparecen en diversos evangelios —canónicos y apócrifos— e, incluso, en fuentes no cristianas como Tácito", explica.

"Pero considerar que otras partes fueron inventadas es, desde el punto de vista histórico, complejo. Esto no significa que un historiador laico deba decir que la resurrección existió. Pero, al menos, podemos coincidir en que, para los que escribieron los textos, sí existió", prosigue.

"Podría decirse que la propia existencia de Jesús y su ejecución son hechos casi seguros. También, esto es casi de sentido común, la existencia de seguidores durante su vida y después de su muerte. De lo que menos podemos saber es sobre su personalidad y sobre sus palabras, dado que allí tercian Pablo o los evangelistas", afirma.

"En el mismo sentido, tampoco sabemos casi nada acerca de ciertos hitos biográficos como su lugar de nacimiento. Nuestras únicas fuentes son Mateo y Lucas, pero solo Lucas pone una coordenada: Belén. Es verosímil que haya nacido allí, dado que era un sitio donde residían judíos. Pero no existen otras pruebas que acrediten las fuentes cristianas", añade.

"Y lo mismo cabe decir del periodo oscuro que va desde su infancia a la víspera de su muerte. Los evangelios se centran en la última parte de su vida. Y no tenemos fuentes que iluminen el periodo anterior", asegura.

A la postre, resulta paradójico que el antijudaísmo clásico sustentara su odio en la condición de deicida del pueblo judío. Lo es, sobre todo, a la vista de esta historiografía que parece coincidir casi de manera unánime en que el propio Jesús a quienes los cristianos tienen por Dios y por hijo de su Dios (merced al misterio trinitario) nació y murió como un judío y nunca pretendió ser nada diferente de un judío.

Rodrigo Laham Cohen: "En la época antigua había comunidades que no tenían muy claro qué significaba ser cristiano o ser judío"

Los apóstoles siguieron, de hecho, celebrando los ritos clásicos judíos hasta el suceso de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, cincuenta días después de la resurrección del Señor.

"En la época antigua había comunidades que no tenían muy claro qué significaba ser cristiano o ser judío. Había cristianos que adoptaban costumbres judías y a la inversa. Había también mucha gente que no tenía clara la teología cristiana porque esta estaba más asentada entre las élites religiosas. Para evitar estos problemas, las jerarquías intentaron separar ambas religiones y prevaleció el grupo que apostó por separar celebraciones como la Pascua", afirma el profesor.

Jesús, para los judíos

Por otro lado, los judíos no se molestaron mucho a lo largo de la historia en reflexionar acerca de ese Jesús de cuyo regicidio/deicidio les culpaban para justificar toda suerte de pogromos, masacres y genocidios. "Hasta el iluminismo, los judíos no se han dedicado a pensar a Jesús, más allá de algunas diatribas que lanzaron contra él ya tempranamente en la Antigüedad Tardía y que, con el tiempo, se fueron potenciando, aunque generalmente de modo oculto, en los períodos posteriores", relata.

"Fue con la Haskalá —la Ilustración judía— cuando se recuperó la imagen de este Jesús, ahora visto como un judío reformista que buscaba imprimir más contenido social al judaísmo. A finales del XIX ya la historiografía judía trata a Jesús como un sujeto histórico más y desde allí no se observa, desde mi punto de vista, una diferencia clara entre historiografía cristiana y judía. Obviamente, en los ámbitos confesionales —no en todos ni todos los historiadores— puede haber visiones más sesgadas por la teología, pero en general no se observan diferencias entre historiadores judíos y cristianos", cuenta.

¿Existe la posibilidad de que algún descubrimiento arroje nueva luz sobre todas estas cuestiones que tanto fascinan a la humanidad? Es improbable, pero no imposible. Hace solo unas semanas, un investigador de la Academia de Ciencias de Austria, Grigory Kessel, dio a conocer el hallazgo de un pequeño fragmento de una de las versiones siriacas más antiguas del Nuevo Testamento.

Fragmento de una traducción al siriaco del Nuevo Testamento que ha sido descubierta hace poco tiempo
Fragmento de una traducción al siriaco del Nuevo Testamento que ha sido descubierta hace poco tiempo.

La traducción fue realizada en el siglo III y copiada trescientos años más tarde. Si había pasado desapercibida hasta la fecha era porque un escriba borró el escrito original hace 1.300 años para reutilizar el pergamino. ¿Aporta el nuevo texto enterrado en una capa del palimpsesto algún conocimiento nuevo sobre Jesús o sus coetáneos? Sí, aunque insignificante.

Kessel ha puesto como ejemplo cierta diferencia entre el griego original de Mateo y el de la traducción siriaca. En el primero se asegura: "En ese momento, Jesús pasó por los campos de trigo en sábado; y sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer". La traducción siríaca dice: "Comenzaron a arrancar espigas, restregárselas en las manos y comérselas".

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