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Sostenibilidad ¿Por qué Dinamarca es el estandarte de la economía verde? Conciencia social y transición ecológica agresiva

Dinamarca es el espejo en el que los gobiernos con intención de acometer agendas reformistas ambiciosas para combatir el cambio climático deberían mirarse sin pudor. Sus políticas de sostenibilidad hunden sus raíces en los años setenta y han convertido este paradigma en un dogma de fe en su sociedad civil.

Imagen recurso de molinos eólicos. - Pixabay
Imagen recurso de molinos eólicos. Pixabay

Las clasificaciones y los análisis internacionales coinciden casi de manera unánime en conceder el liderazgo global contra el cambio climático a Dinamarca. Y no solo por su ostentar la hoja de ruta más ambiciosa y rápida para reducir sus emisiones de CO2 a la atmósfera: un 70% en 2030 con respecto a los niveles de polución de 1990, tal y como determinan los Acuerdos de París de 2015. Quince puntos menos que la primera meta volante establecida por la UE para finales de la actual década, dentro de su itinerario hacia la sostenibilidad con el que los jerarcas del club comunitario pretenden convertir a Europa, en el ecuador del siglo, en el primer continente libre de gases de efecto invernadero. Sino también por el calado de su agenda reformista, el amplio respaldo social hacia la transición energética y ecológica y el compromiso de sus instituciones gubernamentales para acelerar el proceso de reconversión de sus estructuras productivas y sus conglomerados empresariales que ya desvelan sus primeros efectos directos sobre su economía.

Dan Jorgensen, su ministro del Clima, explicaba hace unas fechas en una entrevista a Bloomberg algunos de los elementos neurálgicos que han convertido a su país en la referencia ecológica del planeta. En medio de su "optimismo" por el punto de inflexión que, a su juicio, ha supuesto el año de la Gran Pandemia en la lucha contra el cambio climático. A pesar del calibre de la recesión y de las dudas sobre el inicio del ciclo de negocios poscovid. O quizás por el acicate que supone salir de la contracción económica global con un cambio de patrón de crecimiento sostenible. El giro de los acontecimientos que señala Jorgensen lo focaliza sobre dos puntos de mira: la agenda oficial europea de sostenibilidad y la Administración Biden americana y su compromiso de que EEUU acceda a la neutralidad del carbono también en 2050. Estos dos virajes "han propiciado que ocho de las diez mayores economías del planeta, incluidas China y Japón, hayan restablecido y reajustado sus propósitos y objetivos climáticos hacia un calendario común". Asunto no baladí porque en 2020, pese a los confinamientos sociales y la hibernación de las economías –recuerda– la temperatura global del planeta ha vuelto a elevarse.

Jorgensen asegura que ocho de las diez grandes economías han reajustado sus propósitos y objetivos climáticos

Dinamarca aborda esta transición como punta de lanza europea e internacional. En un momento en el que afirma Jorgensen –en referencia al road map perfilado por la UE–: "Vamos a emplear y gastar miles de millones de euros en la recuperación y la transformación económica de Europa y, si lo hacemos de forma inteligente y los invertimos en infraestructuras verdes y de eficiencia energética, algo trascendental va a ocurrir en el combate contra el calentamiento global". El país nórdico no solo se ha encaramado a la vanguardia de la sostenibilidad. Ha sido pionero en esta crucial batalla. Dinamarca ya empezó a invertir cantidades extraordinarias en energía eólica en la década de los setenta del siglo pasado. Origen de la conciencia ecologista colectiva danesa a la que su ministro del Clima otorga especial importancia: "Es especialmente trascendental emitir el mensaje de que las sociedades cerradas no nos conducen a ninguna parte ni nos sitúan cerca del consejo científico de recortar drásticamente las emisiones de CO2". De modo que los deseos de cambio, el comportamiento social resulta "trascendental", aunque "no puede ser el único de los estímulos que necesita" este enorme desafío. Se requieren instrumentos financieros. Desde la década de los 70, las inversiones danesas hacia su segmento eólico han sido capaces de aportar el 40% de su consumo eléctrico nacional y de generar empresas de dimensión mundial. Como Vestas Wind Systems, una de los mayores fabricantes de turbinas eólicas u Orsted, que se ha hecho con substanciales contratos de desarrollo de parques offshore de esta modalidad de renovables. Orsted, cuya mitad del accionariado corresponde al estado danés, inició su periplo empresarial como productor de petróleo y gas, pero reinventó sus negocios hace una década y, desde entonces, ha logrado una revaloración en el mercado superior al 430%.

En la agenda reformista de Copenhague incluye ralentizar paulatinamente la extracción de crudo del Mar del Norte, donde Dinamarca compite con Noruega, hasta su total paralización en 2050 y la construcción de dos islas que albergan parques eólicos de alta tecnología con el propósito último de que su generación eléctrica abastezca la totalidad de su mix energético con energías renovables. Aunque la parte más conservadora de su sociedad civil arremeta contra el gobierno socialdemócrata danés por dirigir la presión fiscal hacia consumidores y empresas para alcanzar un clima favorable a conductas sociales que favorezcan la sostenibilidad. En línea con las voces de instituciones multilaterales como el FMI, que recomiendan utilizar la herramienta impositiva para asentar el salto hacia la economía verde. Castigando fiscalmente el uso de los combustibles fósiles y, muy en especial, la industria del carbón.

Jorgensen: "La esperanza de Dinamarca es la de convertirse en un modelo a seguir"

Las críticas de este estrato electoral también se dirigen hacia la ambiciosa promoción del vehículo eléctrico. Embestidas de las que Jorgensen sale al paso con criterios tecnológicos. La digitalización –dice– es la prueba de fuego definitiva de que los cambios rápidos son posibles. Siempre que los gobiernos no decaigan. Reto para el que hace mención al Ejecutivo francés y su pulso con los chalecos amarillos, cuyas protestas tuvieron como uno de sus focos prioritarios la subida tributaria sobre los combustibles. "La esperanza de Dinamarca es la de convertirse en un modelo a seguir"; pero, entretanto, "hay muchas iniciativas y un trabajo ingente aún por realizar para aproximarse a los objetivos del combate climático", afirma. Porque si "nuestro plan no resulta y se registran recortes productivos en industrias y empresas, se caería en la tentación de pensar que este cambio de paradigma "no es una buena idea".

Los países 'más verdes' del planeta

La economía verde atraviesa un punto evolutivo trascendental. La Gran Pandemia ha impulsado las inversiones bajo criterios ESG (Environmental, Social and Governance) y las multinacionales modulan a marchas forzadas sus estrategias de neutralidad y eficiencia energética. "Hay señales del entusiasmo inversor y de las ramificaciones que este cambio de patrón de crecimiento está generando en las economías", explican los expertos del Environmental Performance Index (EPI) de la Universidad de Yale, que mide los esfuerzos de 180 países a través de 32 indicadores sobre salud medioambiental y que sitúa a Dinamarca a la cabeza de su ranking. En el que se constata que, pese a las décadas de globalización, las políticas medioambientales nacionales han revelado una enorme divergencia. Un diferencial que guarda relación, entre otras razones, con la riqueza o renta per cápita. Los países escandinavos son los "más consistentes" en la aplicación de planes estratégicos contra el cambio climático. Dinamarca lidera, por ejemplo, los objetivos de recorte de emisiones de CO2, Suecia –que ocupa la octava posición de la clasificación– los acuerdos sobre reciclaje, los nórdicos europeos –en especial, Finlandia–, Países Bajos los tratamientos de ahorro de agua, Canadá, la diversidad de los hábitats y Singapur los indicadores de sostenibilidad y de gestión de pesca equilibrada.

El estudio sitúa a España en el decimocuarto peldaño en la carrera por la economía verde que comandan, tras Dinamarca, y dentro de su top 10, países de rentas altas como Luxemburgo, Suiza, Reino Unido, Francia, Austria, Finlandia, Suecia y Alemania y que cierran economías con bajos niveles de riqueza personal como Costa de Marfil, Sierra Leona, Afganistán, Myanmar y Liberia.

Según el diagnóstico de Yale, la pandemia ha creado un clima de optimismo para construir agendas medioambientales

Los investigadores de Yale aclaran que en su barómetro se otorga un peso diferenciador a los 32 distintos parámetros que avalúa. Siendo el bloque de Viabilidad de los Ecosistemas nacionales los que más contabilizan, hasta un 60% del EPI, mientras las políticas de Cambio Climático llegan a un 24% de la valoración y las medidas de reducción de CO2 obtienen un 13,2% de la nota final. La explicación esencial del liderazgo de las economías avanzadas en el progreso sostenible y las ratios de eficiencia energética es el mayor coste destinado a la renovación de infraestructuras. Determinantes a la hora de comprobar las medidas ecológicas. Son inversiones neurálgicas para recortar emisiones de gases contaminantes, para encauzar el adecuado tratamiento del agua o del transporte de energías renovables, al igual que para la mitigación de crisis sanitarias como la actual, y generan un impacto inmediato sobre sus sociedades –altas conexiones tecnológicas– y sobre sus estructuras productivas. La Gran Pandemia –asegura el diagnóstico de Yale–, en línea con el pensamiento del ministro danés del Clima, ha creado un clima de optimismo. Un escenario idóneo para que los gobiernos construyan agendas medioambientales e impulsen inversiones al desafío verde, aclaran, que no debe hacer caer a los dirigentes nacionales en el triunfalismo, ya que los vestigios de reducción de las emisiones de CO2 a la atmósfera de comienzos de 2020 por la hibernación económica global –por debajo de los aumentos previstos, del 11%– no consiguió impedir que, en el conjunto del ejercicio, continuaran en crecimiento. Pese al impacto inversor, que ha llevado a esfuerzos y compromisos políticos y empresarias y a un incipiente cambio en la regulación medioambiental. 

De Dinamarca, el estudio destaca su "vigorosa política de descarbonización del sector eléctrico, que empuja a la baja sus emisiones e impulsa el vigor de su economía". También la solidez del compromiso ecológico entre sus distintos estratos gubernamentales –virtualmente, la totalidad de sus municipios han adquirido mecanismos de control de reciclaje y de mitigación del cambio climático, afirma el EPI– además del estímulo que supone para sus objetivos la concienciación ecologista y la tradición cultural que propician el apoyo social a las transformaciones verdes. A España la incluye entre las naciones con "un alto potencial" para seguir la estela de los líderes globales en sostenibilidad –lejos de los países rezagados en este desafío– por su involucración en la agenda de sostenibilidad europea y sus iniciativas oficiales de transición ecológica. 

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