Bolsonaro quiere destruir el Amazonas y las reservas indígenas que viven en él

Publicado el 03 de enero del 2019

Jair Bolsonaro es una amenaza para el Amazonas, el principal pulmón del planeta. Con declaraciones tan temerarias como que las reservas indígenas de la mayor reserva natural del mundo son la "varicela" de la Tierra no se puede esperar ningún reparo por parte del presidente de Brasil a la hora de destruir la naturaleza en beneficio de intereses económicos.

Muchas imágenes ilustran la peligrosa dinámica que desde hace décadas está deforestando el Amazonas, incrementada ahora tras la promesa de Bolsonaro de no dejar un centímetro cuadrado de reserva indígena mientras él esté gobernando.

Esta selva tropical es crucial a la hora de prevenir el cambio climático, pues la masa forestal acumula cantidades ingentes de dióxido de carbono, evitando así que se incrementen los gases de efecto invernadero. Más allá del despropósito que supone no defender al Amazonas, el plan también tendrá graves consecuencias en las cientos de tribus que llevan viviendo miles de años en la selva amazónica, tal y como afirman en este artículo de Quartz.

Los recortes en la financiación de la agencia brasileña de asuntos indígenas dejan al descubierto el nulo interés que Bolsonaro tiene en seguir conservando el Amazonas y la gente que siempre lo ha respetado. Por contra, la experiencia ha demostrado cómo las prácticas que llevan a cabo los indígenas son las que mejor mantienen la salud de las selvas tropicales a nivel mundial.

Así lo constata el hecho de que la deforestación se extendiese por todos los sitios hasta llegar a la linde exacta del Parque Indígena Xingu en Brasil. Haciendo una comparativa desde 1984 hasta 2018 y utilizando imágenes satélites es fácil comprobar el perjuicio que están creando los intereses privados en la mayor reserva natural del mundo.

En su deriva negacionista del cambio climático, Bolsonaro no ve más allá de la posibilidad de lucrarse a cualquier precio: "Donde hay tierra indígena hay riqueza debajo de ella", ha llegado a declarar.

La tasa actual de deforestación en Brasil es de aproximadamente 2,700 millas cuadradas (7,000 kilómetros cuadrados) por año. Para cumplir con sus obligaciones del Acuerdo de París, el país tendría que reducirlo en dos tercios, según National Geographic.

Rondônia, un estado en el oeste de Brasil en la frontera con Bolivia, se ha convertido en una de las partes más deforestadas de la Amazonía en los últimos 30 años, continúa afirmando Quartz. Las áreas protegidas no se han salvado completamente, pero el ritmo de la deforestación se reduce dramáticamente dentro de ellas.

El Amazonas está salpicado de 462 reservas indígenas, pero muy pocas, solo el 8% de ese recuento, han sido demarcadas formalmente. El mes pasado, el gobierno brasileño reconoció una reserva de 8,000 millas cuadradas (2.1 millones de hectáreas) llamada Kaxuyana-Tunayana, en la frontera de Pará y el estado de Amazonas, para su demarcación. Al menos 18 grupos indígenas diferentes viven dentro de esa trama, informa Mongabay. Con su demarcación en el limbo, es lógico pensar que el Kaxuyana-Tunayana y otros similares pueden estar entre las tierras en riesgo de la presidencia de Bolsonaro.