La conmovedora historia detrás de un balcón marchito, víctima colateral de la covid-19

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Calle Martín de Vargas, en pleno barrio de Embajadores de Madrid. Un balcón desolado, mustio y sin alma. Una decena de macetas sostienen a duras penas las hojas marchitas de lo que no hace mucho fueron preciosas plantas floridas. Podrían ser petunias, pensamientos, begonias, orquídeas o geranios, que ya nadie riega. Un molinillo de viento inmóvil. Un toldo golpeado por la lluvia y el paso del tiempo a medio bajar.

Esta es la estampa que plasmó con su móvil hace unos días desde la ventana de su casa de enfrente el periodista José Antonio Bautista y que ha querido compartir en Twitter con este mensaje:

Un tuit que ha removido conciencias y que ha obtenido miles de respuestas de pena y condolencias.

Ese balcón convertido en cicatriz todavía supurante de las heridas profundas que ha dejado esta pandemia. Un balcón que hace unos meses rebosaba vida. "Era precioso", recuerda con nostalgia José Antonio a Público.

Fue una vecina suya la que le alertó de que la pareja de personas mayores habían fallecido. Petra, una entrañable anciana de 90 años, se había quedado el pasado viernes sin poder salir de su casa a tomar el aire y comprar el pan. El pequeño ascensor que tienen en el edificio se había estropedo pero por fortuna Jose Antonio bajó a por el correo y se la encontró en su camino.

No lo dudó y le animó a subir a casa a asomarse un rato al balcón. Allí, la conversación fluyó. Petra es una de esas vecinas de las que ya no quedan en barrios céntricos de Madrid, acosados por la gentrificación y los pisos turísticos. Ella fue la portera del edificio durante muchos años y su memoria acumula cientos de historias, nombres, caras y anécdotas.

Fue ella, que adora las plantas, la que le contó lo que le estaba pasando a ese balcón y lo que le había sucedido a sus dueños. "Yo no les conocía en persona, les conocía solo de vista", reconoce José Antonio. En cuanto Petra le mencionó a aquel matrimonio solitario, a él le vino a la cabeza el reciente día que observó un dispositivo sanitario con profesionales vestidos con EPIs llegando a ese portal. Hasta entonces no había conectado ambos acontecimientos. Ahora, todo encajaba.

José Antonio explica que en esa zona viven muchas personas mayores. Muchas de ellas han sufrido de forma silenciosa el confinamiento, sin poder salir a la casa, sin un balcón que cuidar ni ningún familiar al que pedir ayuda. Pero son vecinos que "están muy concienciados", "que aplaudían todos los días a las 8" y que "solo se han podido informar de la pandemia por la televisión". Sin embargo, reflexiona, "tienen mucha más conciencia de la gravedad de lo que está pasando que muchos de nosotros".

Y gracias a ellos, como Petra, conocemos las historias que se esconden detrás de balcones marchitos. Historias de víctimas de esta maldita pandemia.

Por cierto, la luz del balcón sigue encendida. Que alguien la apague.

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