Palomitas por doquier, restos de comida y geles lubricantes: indignación ante el estado de las salas de cine tras cada sesión

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La salas de cine congregan durante unas horas a un grupo variado de personas. Una convivencia breve pero intensa que, ya sea por la impunidad que provee el hecho de estar a oscuras, o por una simple cuestión de educación, a veces da mucho asco.

Un tuitero llamado Ángel Jiménez, que se reconoce amante del cine, ha querido compartir en redes el estado de una sala minutos después de un visionado. El escenario, sobra decir, da bastante grima. Vean:

El testimonio de Ángel ha servido para una suerte de catarsis cinéfila. Otros usuarios han compartido sus imágenes y experiencias. Situaciones que evidencian hasta qué punto puede llegar el nivel de inmundicia del personal en un lugar público.

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Se trata, a fin de cuentas, de una denuncia. Una denuncia que tardaba en llegar y que nos pone frente a un espejo como sociedad, incapaces de mantener un mínimo de decoro, máxime cuando el anonimato parece protegernos.

Son muchos los amantes del cine que han querido sumarse a esta oleada de indignación. Salas de cine convertidas en auténticos estercoleros, sesiones que son un suplicio por los efluvios que desprenden las comilonas que se gestiona el personal.

Las salas de proyección nos obligan, a fin de cuentas, a lidiar con el otro, ese vecino de butaca que se empeña en boicotearnos lo que debería ser un plácido visionado.

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