/ Gitgud

Los podcasts son muy comunes entre los jóvenes de la generación Z. (Fuente: Freepik)
Podcast
Los podcasts son muy comunes entre los jóvenes de la generación Z. (Fuente: Freepik)

A los Z nos gusta escuchar: Por qué preferimos los podcasts para informarnos

¿Qué tienen estos programas de audio en streaming que los hacen tan atractivos para que los jóvenes se informen a través de ellos?

Helena Celma

Spotify es una de las plataformas de música y contenidos auditivos en streaming más utilizados a nivel global. Según las cuentas del segundo trimestre de 2022, la app sueca registró más de 443 millones de usuarios en todo el mundo, por lo que Spotify es una buena muestra de la realidad que se mueve hoy en día. 

Como cada año, Spotify publicó el informe ‘Culture Next’, un documento en el que se analizan los hábitos y las tendencias de los usuarios de la generación Z, que comprende a las personas nacidas entre 1996 y 2012. Una de las costumbres más identificativas de estos jóvenes recae en la importancia de los podcasts, que es el contenido auditivo que se puede seguir en streaming o incluso descargarse, pero siempre va de la mano con el mundo de Internet. 

María Gutiérrez, profesora titular del departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Autónoma de Barcelona, centra el éxito de esta simbiosis entre jóvenes y podcasts en tres claves. Por un lado, la libertad. “Puedes consumir contenidos muy diferentes y muy variados y los puedes consumir en cualquier lugar”, argumenta la docente. También destaca la diversidad de formatos: “A pesar de que hay una tendencia al formato de tertulia y entrevista, también hay una parte de hibridación en la que se han aumentado los contenidos de ficción que ayudan a que otros jóvenes se interesen por este tipo de contenidos”. Por último, está el lenguaje: “Es un lenguaje fresco, no está encorsetado. La sensación que tienes de proximidad a los broadcasters es alta”, define María Gutiérrez. 

Los podcasts como nueva fuente informativa

Los podcasts han venido a cambiar la forma que tenemos de consumir información e incluso de cómo concebimos el ecosistema del entretenimiento. Como diría el crítico televisivo, Alberto Rey, hablemos de likes, suscriptores y seguidores. Un ejemplo perfecto de esta nueva manera de entender la relación de los oyentes con su podcast de cabecera es el fenómeno de Estirando el chicle, el programa de Carolina Iglesias y Victoria Martín.

Tal es su popularidad que, en su gira de shows por España, consiguieron llenar el WiZink Center. En tan solo 17 horas agotaron las 12.000 entradas presenciales, y también ofrecieron la posibilidad de comprar un ticket para ver el espectáculo en streaming. Y ya han conseguido dos premios Ondas a mejor Podcast en dos años de emisión.

Carolina y Victoria se presentan como un par de amigas con las que podrías coincidir en la cola del supermercado. Desaparece esa sensación de distancia que provocan otros medios de comunicación como la televisión. Ellas ponen sobre la mesa problemas cotidianos con un tono y un vocabulario fácil y atractivo. Y es así como se crea la “ilusión” de una conversación a distancia.

También existen otros podcasts que lo han petado en España. Algunos ejemplos claros son el de La Pija y la Quinqui, protagonizado por Carlos Peguer y Mariang, en el que han tenido invitados de la talla de Rosalía.

Otro de los podcasts más destacados es Maldito Bollodrama, que se define a sí mismo como “el podcast definitivo de lesbianas hablando sobre lesbianas para lesbianas”. Target claro y mensaje atractivo para este colectivo.

Para entender el éxito de los podcasts hay que centrarse en un punto clave: los presentadores. El informe explica que “a diferencia de los medios tradicionales (radio, televisión, diarios e incluso sitios de Internet), el host de los podcast suele ser alguien como ellos, percibido más como un aliado y amigo en quien pueden confiar que como una celebridad distante”. 

 

Relacionada: ¿Qué hemos aprendido de la polémica de ‘Estirando el chicle’ y la política de la cancelación?

También es significativo que estos programas de contenido en audio se consideran “un espacio seguro para procesar los sentimientos” de la generación Z. Esta afirmación implica, de alguna forma, que las personas encargadas de realizar el podcast se convierten en voces autorizadas para sus oyentes. Esta relevancia permite que las personas que consumen este contenido se sientan cómodos, ya que se pone el foco en los problemas que nos preocupan. 

Por otro lado, la faceta influencer de los presentadores también tiene su filo peligroso, ya que según qué opiniones o comentarios pueden tener un profundo impacto en los jóvenes que aún no tienen formado su juicio sobre algún tema en concreto. “Los presentadores hablan desde su experiencia personal y sus opiniones y eso puede ser peligroso, ya que los jóvenes pueden construir opiniones de carácter público, social y económico en base a ello”, explica la docente. 

Un espacio sobre el que informarse de cualquier tema

Según el informe Culture next, “en España, el 64 % de los jóvenes de 18 a 24 años declara que recurren a los podcasts para obtener respuestas a preguntas personales o difíciles antes de hablar con sus familias sobre ello”. Por lo tanto, tienen más influencia las opiniones y los argumentos de estos podcasts que los pensamientos que puedan provenir de nuestro círculo más cercano. El estudio añade también que “el 68 % de los Z afirma que escucha podcasts como fuente de información para las conversaciones que tiene con sus amigos”. 

Esta tendencia viene de la mano del cambio de paradigma que están llevando a cabo los jóvenes: se informan más por plataformas sociales y medios digitales que por los tradicionales. De hecho, según un estudio de Digital News Report, un 39% de los jóvenes entre 18 y 24 años se informaban por medio de las redes, frente al 24% que lo hacía por medio de los medios de comunicación.

Cuando los presentadores empiezan a rajar de alguien que te cae mal. (Fuente: Giphy)

Los podcasts no son un canal social en sí mismos, pero sí que encuentran en ellos su principal fuente de difusión. “Los medios de comunicación no han tenido en cuenta a los jóvenes, y los temas que más les interesaba a ellos no estaban presentes. Además, ellos tampoco tenían voz, aunque cada vez se intenta darles más espacio. Son dos mundos muy interrelacionados y a la vez presentan características muy distintas”, diferencia María Gutiérrez.

Cabe destacar también que los podcasts son un trabajo que funciona muy bien en los nichos seleccionados. “Se buscan parcelas muy profundas en las que los presentadores trabajan sobre aquello que conocen, por lo que la profundidad de los contenidos es muy alta”, nos explica la profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La nostalgia como forma de vida

Otra de las tendencias que Spotify destacaba en este informe era que la generación Z está “reinventando la nostalgia”. Nos encontramos ante un escenario vital fatídico: una guerra entre Rusia y Ucrania que afecta a todo el mundo, una pandemia, la previsión de una nueva crisis económica… Con este panorama, las audiencias han apostado por el escapismo y prefieren mirar atrás y buscar tiempos mejores. Incluso los más jóvenes.

Solo de esta forma se explica el auge de contenidos retro en los últimos tiempos. Por ejemplo, se rodó un reencuentro de la mítica serie Física o química, hemos asistido a una nueva temporada de Los Protegidos, Disney lanza películas antiguas con personajes de carne y hueso… Cualquier cosa que implique traer el pasado al presente es un buen plan.

Relacionada: Y2K: ¿Qué supone la vuelta a la moda de los 2000?

Los podcasts no son inmunes a esta tendencia nostálgica. Sin ir más lejos, Cuarto Milenial, el primer videopodcast de Spotify España, creado por Andrea Compton y Lalachus, explota este fenómeno. En él, se hablan de temas de los años 90 y 2000, música, series, moda y tendencias de esas décadas. 

La temática de la nostalgia y otras muchas más han encontrado en los podcasts un espacio en el que sentirse protagonistas y conectar con los oyentes. Una plataforma en la que reír, enseñar e identificarse, y sobre todo, un lugar en la que los Z se sienten arropados y sin prejuicios.