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El Black Friday es una de las épocas en las que se aplican más descuentos y más se promueve el consumismo. (Fuente: Freepik)
Descuento
El Black Friday es una de las épocas en las que se aplican más descuentos y más se promueve el consumismo. (Fuente: Freepik)

No, no necesitas lo que te venden en Black Friday y lo sabes

El Black Friday es una tentación para comprar cosas que no necesitamos ni nos interesan tanto como en el momento en el que ves la etiqueta de “descuento” al lado del precio.

Helena Celma

Vas a una tienda y ves un cartel en rojo, grande, llamativo, en el que puedes leer esa palabra que tanto te gusta y que te hace salivar: “descuento”. No puedes evitarlo, necesitas comprarlo, a pesar de que no tengas espacio en el que colocarlo en casa ni tengas dinero con el que pagarlo. Todo eso pasa a un segundo plano, y en tu cabeza escuchas sin parar “Descuento, descuento, descuento”, como una voz que se repite de forma continua y que despeja lo que queda de tu sentido común.

Te suena, ¿cierto? Si es así, es porque sufres oniomanía, un trastorno basado en la imperiosa necesidad de comprar cosas. Este desorden fue descrito por primera vez en 1915 por el psiquiatra alemán Emil Kraepelin. La palabra proviene del griego, uniendo onio (‘algo que se vende’) y manía (‘furia, ira, rabia’). 

Esta eres tú saliendo de una tienda en la semana del Black Friday. (Fuente: Giphy)

Esta sensación es muy común en épocas en la que las ofertas abundan, como las rebajas o el mismo Black Friday en el que estamos inmersxs. La compra se realiza porque ofrece una sensación de placer o satisfacción que ayuda a despejar cualquier atisbo de tristeza o emoción negativa. ¿Estoy mal porque me he peleado con mi pareja? Pues me voy a comprar ropa. ¿Tengo mucho estrés por el trabajo? Pues me hago con algún elemento tecnológico. El qué es lo de menos, lo importante es que se intenta llenar un vacío emocional a golpe de talonario.

Este patrón acaba siendo dañino para nuestra salud mental, nuestro bolsillo e incluso las relaciones interpersonales que tenemos alrededor, porque nunca resulta agradable que alguien nos cante las cuarenta y nos intente abrir los ojos ante un problema. Y cuanto más se compra, mejor nos sentimos (a corto plazo, ¡ojo!).

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No obstante, la paradoja es que aquello que compramos sin necesitarlo acaba perdiendo todo nuestro interés al cabo de poco. La adquisición se ha comprado en un momento en el que la adrenalina está disparada por el hecho de hacer aquello que tanto nos gusta, que en este caso es comprar de forma compulsiva, pero cuando nos llega a casa nos damos cuenta que pasa a ser un elemento más de nuestra vida, y aquella ilusión que sentíamos en el momento de clicar en el botón de “pagar” se ha esfumado.

La pandemia, la mejor aliada de la compra compulsiva

Los hábitos de compra no han sido siempre inmutables. Un elemento que ha acelerado mucho el cambio de tendencias fue la pandemia. No podíamos salir de casa y la única forma de comprar era online. De hecho, según un estudio de la empresa especializada en gestión de datos ‘Dynata’, un 58% de los consumidores globales compran más ahora por Internet que antes de que la pandemia empezara.

Al final, en la Red es posible encontrar cualquier cosa que imaginemos: desde una carcasa de móvil hasta un mueble de decoración. Esta oferta tan variada no ayuda a las personas que sienten la necesidad de comprar de forma compulsiva, ya que siempre encontrarán algún estímulo que les incite a comprar. Y ojo, que tampoco es necesario bucear mucho, ya que en las redes sociales como Instagram siempre aparece algún anuncio que nos llama la atención. Para una persona que sufra omniomanía, estar en Internet es prácticamente como si un ludópata viajase a Las Vegas. 

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Black Friday, época de recaídas

Es tremendamente complicado no caer en la tentación en épocas como la semana del Black Friday o las rebajas, cuando la palabra “descuento” deslumbra en cada escaparate de la calle. Es por ello que, estas épocas, son las más propicias para que las personas recaigan en su adicción a comprar. 

Es importante dejar claro que ser consumista no es lo mismo que ser adicto a las compras. Es decir, ¿a quién no le gusta comprar algo que deseamos cuando está más barato? No obstante, la persona consumista no suele llenar un vacío mediante las compras, y tampoco ve aumentada su tentación cuando se encuentra desanimado o estresado, una actitud que claramente está más presente en las personas adictas. 

El placer de comprar es proporcional al dolor que siente tu tarjeta cuando ve que no paras de gastar. (Fuente: Giphy)

Alguien puede preguntarse cómo discernir entre aquello que queremos por el mero hecho de comprar o si realmente lo deseamos con todas nuestras fuerzas. La respuesta a esta duda reside en la ‘regla de las 72 horas’. Si pasan tres días y sigues queriendo comprar el producto, significa que de verdad lo ansiabas, pero si acaban estas horas reglamentarias y te das cuenta que no te interesa tanto como pensabas, entonces has hecho bien esperando, porque realmente no lo querías tanto.