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Patricia Conde, en MasterChef Celebrity
Patricia Conde, en MasterChef Celebrity
Patricia Conde junto a Jordi Cruz en la final de 'MasterChef Celebrity 7'
Patricia Conde junto a Jordi Cruz en la final de 'MasterChef Celebrity 7'

Patricia Conde contra ‘MasterChef’: La presión que esconde el ‘talent show’ entre fogones

La séptima edición del concurso culinario para famosos de Televisión Española ha sacado de la despensa antiguas polémicas que había dejado en salmuera desde el pasado año. Exguionistas y antiguos concursantes han acusado a la productora de manipular las pruebas para añadir tensión al juego. Los responsables del formato lo han negado, pero el debate continúa en redes sociales. Varias psicólogas analizan la renuncia de la presentadora y valoran si la presión que reproduce este formato es similar a la que experimentan los cocineros profesionales.

Aurora Muñoz

«Me marqué como objetivo trabajar en los mejores restaurantes del mundo. (…)  Suena ridículo, pero fue lo que hice. Y me sacaron mierda a patadas. Separé las hierbas. Descubrí ostras y almejas. Y me corté. Tuve ajo, cebolla y pimiento en las uñas y los ojos. Mi piel estaba seca y grasa al mismo tiempo. Tenía callos en los dedos de los cuchillos y mi estómago andaba jodido, pero un par de años después, sucedió algo gracioso: por primera vez en mi vida, era rápido, no tenía miedo, todo estaba claro. (…) Sabía qué vegetales iban juntos. Proteínas, temperatura, salsas, toda esa mierda. Sentí que podía hablar a través de la comida, como si pudiera comunicarme a través de la creatividad. Al final, fui bueno en algo», reza Carmy, el protagonista de la serie de The Bear, en un monólogo de siete minutos en el que ‘desmenuza’ la alta cocina y confiesa cuáles fueron las razones que le llevaron a soportar el trato indigno las metas gastronómicas. Es lo más parecido a ver cocinarse la ansiedad entre fogones.

Este personaje de Disney+ hace una oda al olor a fritanga para demostrarnos cómo un chef de reconocido prestigio puede encontrar un reto mucho más complicado en gestionar las deudas y el desorden en un bar de barrio, que en convertirse en algo parecido a un ‘Estrella Michelín’. El séptimo capítulo lleva al espectador a desear que se quite el delantal con un plano secuencia de 17 minutos en el que nos muestra la frenética actividad en la cocina. Tiempos ajustados, muchas elaboraciones, fallos de coordinación y un calor asfixiante. Algo muy parecido a lo que pretende hacernos vivir Masterchef Celebrity. El talent show lleva varias ediciones jugando a la catarsis culinaria y, a menudo, los telespectadores hemos asistido al caos entre sus cacerolas como metáfora de nuestras propias vidas.

«Cuando elaboras en una cocina, pones toda tu dedicación para lograr un sabor, un aroma y una textura determinada. Estás haciendo arte. Eso requiere su tiempo y una cierta libertad», explica Emilia Cabanes, psicóloga de cabecera en el programa Hoy por Hoy de la Cadena Ser. «Cuando se trabaja en equipo en un restaurante, es muy importante que el chef conozca bien a su equipo para sacar lo mejor de ellos y no presionarlos en exceso. Cada uno reacciona de una manera diferente. Si una persona va con toda su ilusión a su puesto, a realizarse, y se encuentra con un estrés negativo, acaba por tener consecuencias. Los gritos y la violencia verbal siempre afectan a la salud mental», adelanta.

El secreto está en el salseo

Cualquier profesional sabe que hay que medir los tiempos entre platos, pero el trabajo en las cocinas reales no se desarrolla con los mismos ritmos que en un producto de ficción. Los talents trocean la narración y nos enganchan. Queremos saber qué pasará, pero la trama se va desvelando programa tras programa. Samantha Vallejo-Nágera, Pepe Rodríguez y Jordi Cruz exigen la excelencia a los concursantes ante las cámaras y, en paralelo, van haciendo subir el suflé de las audiencias. En las primeras ediciones lograron congregar en el sofá a más de tres millones de espectadores. El consumo televisivo ha ido retrocediendo desde entonces, pero esta séptima entrega de MasterChef Celebrity se ha mantenido como una de las joyas de la cadena pública, con una media de 1.531.000 espectadores, lo que supone un 15,5% de cuota que aupa a La 1 como líder en su franja de emisión.

«Disfrutamos de los talent shows de la misma manera el cine», explica la psicóloga Pilar Cebrián, que ha participado en programas como La casa fuerte. «Tenemos una vida muy rutinaria queremos ver en la gran pantalla a superhéroes y efectos especiales. Queremos que nos entretengan y estos programas nos meten un montón de información en muy poco tiempo, como una pastilla de fastfood«, analiza. «Al mismo tiempo, nos permiten ver a personas que no parecen formar parte de nuestro mundo en situaciones emocionales parecidas: sufren, lloran y se pelean como cualquiera. Eso ls eacerca a nosotros», añade.

La escalada de tensión en sus retos y la creciente competitividad son los ingredientes principales de su receta, aunque algunos exparticipantes han deslizado que a veces se adereza con toques secretos de pimienta. El cantante Xuso Jones fue el segundo expulsado de la tercera edición del formato y ha asegurado que en algunas pruebas se alteraba la disposición del menaje para provocar situaciones de desconcierto y nervios. «Están por detrás liándomela, alguien echando no sé qué sin yo darme cuenta o cambiándome los platos de sitio para que venga una persona a gritarme. Y yo sabía al 200% que los platos los había dejado ahí, pero ya llega un punto de tensión que dices: ‘¿Estoy loco?'», contó en el podcast Reyes del Palique. Se sentía como si le hubiesen hecho luz de gas.

Este salseo, que podría recordar a la inocente venganza de Amélie Poulain al tendero de su barrio por tratar mal a su empleado, puede terminar no siendo tan divertido para algunos de los que lo sufren. En la versión para anónimos del programa —la primigenia—, Marcos, uno de los concursantes de la séptima edición, se derrumbó en la prueba de eliminación: «No puedo seguir, no puedo… Me quiero ir, me quiero ir con mi mujer», decía entre lágrimas. Cruz probaba a hacer de poli malo con el aspirante: «Tienes la mala costumbre de no escuchar (…). No te vas a ningún sitio, ¿te viene grande?» y, después de comprobar que la cosa no remontaba, rebajaba su discurso para fundirse en un abrazo con él.

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Los famosos también lloran

La escena no pasó a la historia de la televisión. Los televidentes hemos normalizado en hardcore y, hasta que los protagonistas de esos episodios de desfonde no fueron famosos, no trascendió. En esta ocasión, fue Patricia Conde la que se rompió. Y no lo hizo solo en la última prueba. Fue la cuarta expulsada, aunque tuvo la oportunidad de volver como repescada. En el momento en que fue proclamada finalista, la presentadora recordó las palabras que le dedicaba su hijo todos los días después de la grabación: “Mamá, ¿te han echado ya?”. La anécdota arrancaba en tono de broma, pero a Conde se le acabó la risa y no pudo evitar que los ojos se le humedecieran: “Me dice: ‘Mamá, es que ya no juegas conmigo’. Y es verdad”, reconocía. «En este tipo de shows es importante tener claro quién es el personaje y quién es la persona», aclara Pilar Cebrián. «Antes de entrar en un programa que les va a obligar a abrirse en canal, es importante que los participantes tengan claro qué van a dar. Hay gente que no tiene control de sus emociones en su vida personal y, si la sometemos a un apocalipsis zombi, va a mostrar en prime time las variables de su personalidad que no estén trabajadas», analiza la psicóloga.

Aquellas declaraciones fueron la antesala de una ronda definitiva para hacerse con la chaquetilla en la que la presentadora ya no tenía el cuerpo para sardana. «Tengo mucho sueño, estoy muy cansada, no he parado en los últimos días. Solo tengo ganas de dormir», se disculpaba ante los jueces cuando se hizo evidente que no estaba dispuesta a dejarse arrastrar por la presión y continuaba con su labor sin mucho entusiasmo. Su renuncia fue tranquila. «Patricia se bloquea y aplica un mecanismo de defensa. Hay gente que se protege con un ataque mientras que otras optan por buscar la calma dentro cuando no la encuentran alrededor», analiza Cabanes. Cruz, de nuevo, aplicaba mano dura y le dedicaba una frase tan manida como contundente: «Patricia ha sido una absoluta decepción». El miembro del jurado llega a plantear que su vuelta al programa pudo ser una equivocación. «No es la actitud que se espera en una competición. Es lógico que no comprenda que se muestre apática en esa circunstancia, pero esto solo demuestra que el estrés llevado al extremo no ayuda al desarrollo personal ni laboral», ratifica la psicóloga.

Luego se proclamó ganadora a la también presentadora de televisión Lorena Castell, los focos se apagaron y todo podría haber terminado, pero las críticas de cierre del talent show dejaron de lado la nube de papelillos que acompañaron a la triunfadora y volvieron la vista hacia Conde. Como ella misma dijo en su primera partida del programa: «A veces se gana y otras se aprende».

La polémica se traslada a las redes

A su salida, nadie comprendía nada. María Cartagena, psicóloga y cofundadora de Serendipia Psicología, no encuentra natural la reacción de Conde en el momento de tirar la toalla. «No sabemos lo que ocurrió. Es posible que se diese cuenta de algo que no le gustó, pero está claro que no es una reacción genuina. Se dirige a los jueces casi en actitud de vacile y no es lo habitual en una situación de frustración, a menos que sepas que no puedes reaccionar como te gustaría», matiza.

La vallisoletana quiso explicarse ante su fandom, tener la última palabra, y dedicó un extenso post en Instagram a argumentar su actitud en aquel comentado reto: «Cuando me gritan o no me tratan bien, no lo sé gestionar», escribía en la versión inicial. La publicación corrió como la pólvora. Incluso Íñigo Errejón, portavoz de Más País en el Congreso de los Diputados, se posicionó y alabó que mostrase su vulnerabilidad: «Frente a la cultura de la competición salvaje y autoexplotación, la necesidad de cuidarnos y saber cuándo no podemos más. Bravo, Patricia», la animaba desde sus redes sociales el político, que ha hecho defensa de la salud mental en numerosas ocasiones.

En días posteriores, Conde editó su texto hasta en dos ocasiones. Primero suprimió la frase citada y otros fragmentos que podrían apuntar a una crítica directa a la organización. Su argumentario quedó reducido a dos párrafos durante 24 horas. Sin embargo, la presentadora decidió plantar batalla y añadió las siguientes líneas: “Ah, y otra cosa, jefa, diles a los chicos de redes del programa (que son maravillosos) que dejen de escribir cosas hirientes sobre mí. Yo hablaba del peligro de las redes, no de salud mental, lo que insinúo es que contratéis a algún psicólogo para el programa para que nos explique el porqué de las cosas. En plan, ‘no estás loco, te han apagado el horno’, por ejemplo».

 

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La productora del formato salió al paso y emitió un comunicado para zanjar la polémica: «Shine Iberia lamenta y niega las acusaciones vertidas por Patricia Conde hacia el equipo del programa, así como hacia el resto de los concursantes de la última edición de MasterChef Celebrity, comentarios inciertos que atentan contra el honor de todas las personas involucradas en la producción». Este manifiesto se inscribe dentro de una reacción en cadena en redes sociales, donde se suceden los mensajes de usuarios que reclaman responsabilidades. «Una productora de televisión es un negocio y busca la rentabilidad, como cualquier otro. Después de tantas ediciones, necesita hacer el formato más interesante, tanto en el casting como en la selección de las pruebas. Los retos cada vez son más complicados y buscan sacar del aburrimiento al espectador», advierte Cartagena. «Salir en la tele también supone pagar un precio. Estos espacios tienen un punto adicional de apretar tuercas y los concursantes saben que van a jugar», agrega la psicóloga.

Llueve sobre mojado

No es la primera vez que se produce un incendio en sus cocinas. Ya en la primera edición para caras conocidas, la cantante María del Monte decidió irse y se despidió así de los chefs: «No es necesario que tengáis siempre la cara de fiscal de Morena Clara para hablar a la gente».

En la pasada edición, vieron también como Verónica Forqué se iba voluntariamente. Su agobio fue en escalada durante los procesos de elaboración y, sin previo aviso, se ausentó en una ocasión de la prueba eliminatoria y envió un audio de WhatsApp para justificarse. Una semana más tarde, reaparecía en plató para comunicar su decisión. «Mi cuerpo y el universo me estaban diciendo ‘necesitas parar’«, fueron sus últimas palabras antes de devolver su delantal. Uno de sus compañeros de programa, el periodista Juanma Castaño, declaró a posteriori que el covid fue la causa real de su abandono, pero ya había prendido la llama.

Un exguionista del talent concedió una entrevista a El Confidencial en las que se refería así a una de las máximas impulsoras del programa, Macarena Rey, CEO de Shine Iberia y exdirectiva de BocaBoca, Telefónica y Canal Plus: «Tiene un sentido del espectáculo tan desarrollado, tan voraz, que no deja que se caiga el ritmo un minuto (..) Y, por supuesto, es ella la que borra las líneas rojas, la que exige al equipo subir la presión sobre un concursante hasta romperlo emocionalmente. Por eso MasterChef es el programa de la televisión española en la que más gente llora y acaba perdiendo los nervios», declaraba. Esto se publicaba el mismo mes que el Consejo de Administración de RTVE confirmó que se realizaría una auditoría al programa, a raíz de una multa de 219.000 euros que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia impuso a RTVE por la publicidad encubierta durante las emisiones del programa. En principio, nada tenía que ver, pero desde el organismo de control explicaron así el objetivo de la revisión interna a El País: «Se trata de hacer una radiografía del programa y de un formato que a veces fuerza las situaciones para obtener un punto más de audiencia, y eso genera tensiones de guion y crea problemas a TVE». Ahora, la olla a presión vuelve a estar a punto de estallar.