No te queremos tomar el pelo, ya que “no se puede ordenar por ley una imposibilidad” como dijo en su día Davide Zichinella, alcalde de uno de los pueblos que “prohibieron” la muerte entre sus habitantes. Pero lo que sí se puede hacer es llamar la atención de los medios, de las autoridades públicas y de los propios habitantes para conseguir un fin, ya sea reducir la mortalidad, aumentar el cuidado de la salud o reclamar la ampliación de un cementerio.
A continuación, recorremos varios lugares del mundo, desde Noruega a Japón, pasado por España, visitando algunos de esos pueblos en los que se ha tratado de prohibir la muerte con resultados (más o menos) positivos: ha muerto menos gente… o se ha ampliado el cementerio.
Sellia (Italia)
Hace algo más de un siglo, en esta localidad de Calabria, al sur de Italia, vivían más de 1.500 personas. Ahora solo resiste un tercio de esa cifra. Es el drama de la despoblación que tan bien conocemos en nuestro país. Teniendo en cuenta esta situación, el alcalde de la ciudad firmó en 2015 la Ordenanza Administrativa 11 que establecía literalmente que está “prohibido morirse en el término municipal”.
En declaraciones a The Guardian, Davide Zichinella señaló que la medida no era ninguna “broma”: quien no se cuide bien o adquiera hábitos contrarios a su salud será castigado con más impuestos.
Y de eso se trata, al fin y al cabo, de pagar más si no te cuidas en un contexto en el que, por aquel entonces en Italia, se habían eliminado por parte del Ministerio de Salud numerosos servicios médicos subsidiados: el paciente debía pagar por hacerse una resonancia magnética o una tomografía.
En oposición a estas medidas, el alcalde de la ciudad calabresa “firmó convenios con médicos especialistas y puso a disposición de los residentes un servicio de transporte hasta el centro balneario de la provincia” para ayudar a la población a cumplir con la ordenanza de cuidarse y, a ser posible, retrasar lo máximo posible la muerte para que Sellia no se quedara vacía de habitantes.
Le Lavandou, Cugnaux y Sarpourenx (Francia)
Nos vamos a la Costa Azul francesa donde el pueblo de Le Lavandou se convirtió en pionero de la “ironía mortal”: después de que se rechazara su permiso para planificar un nuevo cementerio, el alcalde respondió prohibiendo la muerte: “una ley absurda para contrarrestar una situación absurda”.
En el Alto Garona tomaron nota y la localidad de Cugnaux también decidió que la única alternativa era prohibir morir a la gente… porque no había sitio donde enterrarlos. Sarpourenx, en el departamento de los Pirineos Atlánticos fue la siguiente en seguir el ejemplo.
Biritiba-Mirim (Brasil)
En América también saben prohibir la muerte si no queda otra opción para motivar a sus ciudadanos para que se cuiden un poco. Y es que son muchas las personas incapaces de reaccionar hasta que no oyen la palabra “impuesto”.
Pero la razón de fondo por la que el alcalde de Biritiba-Mirim, a 70 kilómetros al este de Sao Paulo, decidió gravar la muerte fue, una vez más, la falta de espacio para tumbas: “Por supuesto que el proyecto de ley es ridículo, inconstitucional y nunca será aprobado. ¿Pero se le ocurre una estrategia de marketing mejor para persuadir al gobierno de modificar la legislación medioambiental que nos impide construir un nuevo cementerio?”.
Itsukushima (Japón)
Cuenta la leyenda que tras la Batalla de Miyajima de 1555, única documentada que ha tenido lugar en esta mítica islita de Japón, el general victorioso ordenó que todos los cadáveres fueran retirados ipso facto, limpiando la sangre derramada y eliminando la tierra empapada en sangre de todo el territorio. Hubiese sido más fácil no matarse, ¿no?
Y es que esta isla es considerada sagrada por el sintoísmo, además de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y uno de los emblemas del turismo en Japón. Pero no se te ocurra morirte ante el torii más famoso del país porque la isla está “libre de la contaminación de la muerte”.
Longyearbyen (Noruega)
Nos vamos a otra isla, pero mucho más remota y menos visitada, uno de esos enclaves norteños que cualquier viajero intrépido ansía conocer. Pero si llegas hasta Longyearbyen en el Svalbard noruego ni se te ocurra morirte ya que está prohibido desde 1950. ¿Qué pasa? ¿No me diréis que aquí tampoco hay sitio para enterrar? No, el problema de Longyearbyen es otro: la temperatura.
De hecho, según The Guardian, en alguno de los cadáveres del cementerio local se extrajeron virus vivos ¡de la gripe española de 1918! Así que los que están en sus últimos días en esta isla del océano Glacial Ártico son traslados en avión al continente.
Lanjarón (España)
Antes de que varios pueblos de nuestro país vecino decidieran prohibir la muerte por falta de espacio en el cementerio, José Rubio, alcalde de Lanjarón, ya había sido pionero en esta bizarra ley. Y ya nos extrañaba a nosotros que no hubiera ningún caso así en España con lo que nos gusta lo bizarro.
De hecho, una semana más tarde de que se publicara el bando en el que se prohibía morir por que no quedaba ni una plaza vacía en el cementerio, un buen hombre de 91 años burló la ley: murió y (no sabemos cómo) pero fue enterrado en el cementerio municipal a pesar del overbooking.
Malasia
Mención aparte merece este país en el que no se prohíbe la muerte, sino que se penaliza el suicidio, al menos hasta el año pasado en el que la nueva ministra de Justicia del país, anunció que presentaría una propuesta de enmienda del Código Penal para despenalizar el intento de suicidio que, hasta ese momento, se castigaba con hasta un año de cárcel y una multa. Eso sí, por cortesía, no te metían en la cárcel un año si efectivamente te suicidabas.