Si te fías del Google Maps, no llegarás al poblado de Sancti Petri, sino a las urbanizaciones que se extienden al sur del mismo y que culminan en la Urbanización Novo Sancti Petri, la ciudad de vacaciones de Chiclana de la Frontera que cuenta con todo lo que te imaginas: campos de golf, aparthoteles más o menos kitsch y multitud de chiringuitos.
El (verdadero) poblado de Sancti Petri es otra historia, principalmente porque tiene mucha más historia que sus enclaves vecinos que usan el mismo nombre: nostalgia mitológica, aroma pesquero y sensuales ruinas que están siendo conquistadas por el turismo masivo y el famoseo, festival veraniego incluido.
Sancti Petri, pueblo mítico y marinero
Cuenta la leyenda que, en el islote de Sancti Petri en la desembocadura del caño homónimo, entre los actuales municipios gaditanos de San Fernando y Chiclana de la Frontera, se halla la tumba de Hércules, mítico fundador de Cádiz, que llegó para realizar uno de sus doce trabajos: el robo de los toros del rey Gerión de Tartessos, la civilización que marcó la historia peninsular anterior a la llegada de los romanos.
El origen histórico de este templo parece estar vinculado a la presencia de los mismos fenicios de Tiro que fundaron la ciudad de Cádiz consagrando el primer santuario de Sancti Petri al dios del comercio Melkart cuya titularidad pasa a Hércules con la llegada de los romanos. Tal fue la importancia de este enclave en la Antigüedad que se dice que por aquí pasaron personajes tan célebres como Aníbal el cartaginés o el romano Julio Cesar.
El castillo de Sancti Petri
Durante siglos, el aroma mítico del islote va desvaneciéndose mientras otras funciones más prácticas se asocian a él. Por un lado, la defensiva que da origen al castillo probablemente erigido sobre las ruinas de los antiguos templos paganos del islote.
Ya en el siglo XIII se constata la presencia de una torre provista de artillería reforzada tras los ataques de potencias rivales, especialmente los británicos: el islote de Sancti Petri se convierte en un punto clave de la defensa de la bahía de Cádiz ya que aquí se encuentra la entrada al caño por el que se puede navegar en dirección a la bahía.
Los Austrias y los Borbones siguen cuidando este islote como elemento defensivo incluyendo murallas hasta que en 1823 vive su contienda más famosa con la batalla del Castillo de Sancti Petri que confirmaba el triunfo al absolutismo de Fernando VII sobre los liberales que gobernaron España entre 1820 y 1823: fue el inicio de la Década Ominosa.
Olvidando su función defensiva durante el siglo XX y convirtiéndose en faro, hace unos años se desarrolló una compleja rehabilitación que tuvo por objetivo recuperar uno de los enclaves históricos más importantes de la provincia de Cádiz.
Actualmente el Castillo de Sancti Petri está explotado por una empresa que es la única concesionaria para la “Ocupación del Dominio Público Marítimo Terrestre Isla y Castillo Sancti Petri”: la visita cuesta 10 euros en su pack diurno y 20 para el pack nocturno, tiene restaurante y zona de conciertos y eventos y puede reservarse para actividades privadas.
La almadraba de Sancti Petri
Mientras el primitivo templo de Hércules languidecía en plena Edad Media hasta prácticamente desaparecer, otra faceta tomaba protagonismo tanto en el islote como en la costa, dando origen al futuro poblado de Sancti Petri: la actividad pesquera.
Los historiadores consideran que ya en época islámica se forma una atalaya atunera que se afianzaría en tiempos cristianos, paralelamente a la fabricación de sal marina.
Además de una zona de embarcadero, almacenes y edificios dedicados a la transformación de las capturas, la explotación almadrabera del islote reforzó la defensa del mismo lo que sería aprovechado posteriormente para consolidar una infraestructura militar que dio lugar al castillo y sus diferentes dependencias.
Paralelamente, en la costa empiezan a aumentar las instalaciones pesqueras, fraguándose las primeras chancas en el XVII, depósitos destinados a curar boquerones, caballas y otros peces para ponerlos en conserva.
Pero es mucho más tarde, a mediados del XX, cuando el actual poblado de Sancti Petri toma su actual forma una vez que el Consorcio Nacional Almadrabero adquiere los terrenos y genera una boyante industria heredera de la vieja almadraba musulmana que se inició diez siglos atrás.
Perreando sobre la tumba de Hércules
No parece que asistir a un concierto de Taburete, Luis Miguel o Lola Índigo tenga mucho aroma tradicional, pero en esto se está convirtiendo el viejo poblado de Sancti Petri en el que un día trabajó Hércules.
Y es que hasta el semidios griego sentiría un poco de tristeza al comprobar el estado en el que el viejo poblado pesquero quedó desde los años 70 cuando la actividad atunera fue perdiendo pujanza y las diferentes instalaciones marineras quedaron abandonadas a su suerte iniciándose un complejo proceso judicial por la titularidad de los terrenos entre los propietarios privados de casas y almacenes y las autoridades públicas que habrían expropiado los terrenos en 1979.
En la actualidad, la titularidad de Sancti Petri pertenece a la empresa pública Puertos de Andalucía que habría dado luz verde a una polémica ampliación del muelle del poblado que podría tener un considerable impacto medioambiental.
La singular historia milenaria de Sancti Petri junto a su paradójica evolución de las últimas décadas y el hecho de haber estado a salvo (al menos hasta ahora) de la invasión hotelera de las vecinas urbanizaciones del sur, han configurado un entorno en el que comparten vecindario un Club Náutico con la Asociación de Pescadores Caño Chanarro, famosos chiringuitos y restaurantes marineros y el mencionado festival Concert Music Festival, lo que ha puesto este poblado en el mapa del famoseo hispano.
El islote de Sancti Petri pertenece al término municipal de San Fernando, no de Chiclana, que si bien no lo dices explícitamente en tu artículo se da a entender que es asi cuando no lo es. En Chiclana cuentan esa mentira, cuando es reconocido incluso por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad.