Un travelling aéreo que sobrevuela la alcazaba y el puerto es la primera imagen que vemos de Málaga al inicio del capítulo 1 de La chica de nieve, la nueva superproducción de Netflix ambientada en España, una serie que ofrece una aproximación a la ciudad andaluza como nunca la habías visto.
Porque La chica de nieve trata de teñir la deslumbrante Málaga del sol, la playa y el buen vivir, en un lugar oscuro, amenazante y sórdido en el que una niña puede ser raptada en plena Cabalgata de Reyes y una mujer puede ser brutalmente violada en la paradisíaca Malagueta.
‘La chica de nieve’: de Nueva York a Málaga

“No hay mejor ciudad para rodar que Málaga”. Aunque esta frase de Jose Coronado se parece un poco a cuando un músico celebra al “mejor público del mundo” durante cada concierto, no cabe duda de que, cuando menos, la capital de la Costa del Sol es una ciudad muy especial para rodar. Para empezar, porque no es Madrid ni Barcelona, y eso ya es algo.
Como cuando vemos una película estadounidense no rodada en Nueva York o Los Ángeles y nos hace recordar que el mundo no gira exclusivamente en torno a esas dos ciudades, algo similar sucede cuando arranca La chica de nieve. ¿Por qué Málaga? ¿Qué puede aportar esta ciudad a una historia oscura y misteriosa como esta?

Porque sí, la novela La chica de nieve escrita por Javier Castillo está ambientado en… Nueva York. Kiera Templeton, una niña de tres años desaparece en la Gran Manzana durante el desfile de Acción de Gracias de 1998. Cinco años más tarde, los padres de la pequeña reciben un VHS con la grabación de su hija jugando: ¡sigue viva!
“La novela más leída del confinamiento” no podía tardar en tener su versión para televisión. Tras anunciar que su primera novela El día que se perdió la locura —que pasó de la modestísima autoedición al éxito editorial internacional— había logrado un contrato para televisión, no tardó otro año en conseguir un acuerdo con Netflix para La chica de nieve. Pero la productora y proveedora de contenido en streaming sí ha cumplido mientras seguimos esperando que se complete el primer proyecto.
¿Y por qué pasar de Nueva York a Málaga? Suponemos que habrá decenas de razones de producción que habrán llevado a los responsables del proyecto a buscar una localización diferente a la ciudad neoyorquina, pero no podemos obviar que Javier Castillo es de Mijas… ¿Por qué no, entonces, ambientar La chica de nieve en Málaga? Si José Coronado tiene razón, el proyecto no podía salir mal.
‘La chica de nieve’: Málaga ‘noir’

Málaga, 5 de enero de 2010. Cabalgata de Reyes. La familia Martín va a disfrutar de una jornada muy especial para los niños. Tras aparcar el coche llegan con el tiempo justo para disfrutar de la fiesta en la plaza de la Constitución. Pero comienza la lluvia. Sí, en Málaga también llueve y hace frío. Pero nada que pueda con el entusiasmo de una niña de 5 años. Cuando Amaya va con su padre a comprar un globo, se despista durante un momento. El padre se atarea pagando el globo… y Amaya ya no está.
Al día siguiente, Miren (Milena Smit), una periodista en prácticas del diario Sur se levanta de la cama y ve las noticias: la desaparición de la niña la “revuelve por dentro” como dice su compañero Eduardo (Jose Coronado) del periódico cuando la advierte sobre meterse demasiado en estas investigaciones. Pero Miren busca respuestas al dolor más hondo, para Amaya… y para sí misma.

Por su parte, la inspectora Millán (Aixa Villagrán) comienza la investigación policial que la lleva a peinar diferentes enclaves malagueños, desde las callejuelas en torno a la propia plaza de la Constitución hasta las viviendas populares del barrio de El Palo, al este de la ciudad.
Y son localizaciones como El Palo las que muestran una Málaga más diversa más allá de los enclaves turísticos de la ciudad. Porque a buen seguro que no ha sido fácil para los responsables de la serie ofrecer esa doble cara de Málaga, la de la brillante capital de la Costa del Sol y la del siniestro escenario de dos truculentas historias que se cruzan.

Ya en el primer capítulo presenciamos varios planos que muestran al espectador ese aire noir que empapa la narración: desde la conversación de Eduardo y Miren fuera de la sede del periódico que se ubica en la antigua Casa Pedro del paseo marítimo del Palo a los flashbacks de la protagonista en la arena de La Malagueta, que se convierte en un lugar aterrador.
Así mismo, y aunque es labor de los escenógrafos de la serie y no tanto “mérito” de la ciudad, también hay que valorar lo turbio y la densidad de buena parte de las escenas de interior, como la propia redacción del periódico o de la sede de la Policía Nacional ubicada su exterior en la plaza de los Capuchinos, entre El Molinillo y Segalerva: podemos hasta sentir el frío del que se queja el compañero de la inspectora Millán.

Más allá del primer capítulo, y con sus diferentes saltos en el tiempo —aunque alguno menos que en la novela— la narración permanece en Málaga mientras el espectador acompaña a los personajes que recorren un lluvioso paseo del Muelle Uno, el cubo multicolor del Centre Pompidou o que nos devuelve al barrio del Palo para seguir avanzando en la investigación.
Aunque los malagueños ya conocerán de sobra su ciudad, no cabe duda de que La chica de nieve ha conseguido ofrecer a muchos espectadores un panorama sorprendentemente tenebroso de una ciudad de moda que desde años vibra como capital del arte, la gastronomía… y de la luz de su Costa de Sol.