Según el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático), Europa Central perderá entre el 60% y el 99% de su volumen de hielo a finales del siglo XXI lo que supone que glaciares como Aletsch, el más grande de los Alpes, desaparezca por completo en torno a 2100 y otros como Mer de Glace en la ladera norte del Mont Blanc —el más largo de Francia— se vea considerablemente reducido en tres décadas.
Paralelamente, los glaciares han ganado cada vez más popularidades como destinos turísticos hasta el punto de establecerse un nicho turístico explotado de forma creciente por instituciones públicas y empresas privadas. La contradicción es evidente. ¿Hasta qué punto el turismo glaciar está impactando negativamente en el retroceso de estos gigantes helados? ¿Es sostenible (y ético) caminar alegremente (o circunspecto) por un glaciar que va a desaparecer en unas pocas décadas?
La sostenibilidad de los glaciares más visitados del mundo
Para evaluar la sostenibilidad del turismo glaciar hemos acudido a dos estudios muy recientes sobre este nicho turístico y su vinculación al cambio climático, además de los datos de organismos internacionales como el propio IPCC.
Por un lado, este de la Universidad de Saboya Mont Blanc centrado especialmente en las situaciones de los glaciares en Europa Central, y este de varias instituciones chinas y norteamericanas que evaluó los factores que influyen en el comportamiento de los turistas durante y después de su visita un glaciar.
Los glaciares de Nueva Zelanda
Nos vamos en primer lugar al otro lado del mundo, a Nueva Zelanda, uno de los emblemas del turismo glaciar donde se encuentran Fox y Franz Josef que atraen a unos 700.000 visitantes al año, este último considerado uno de los glaciares más accesibles del mundo. Tiene 12 kilómetros de largo formando parte del conocido como Te Wāhipounamu —, en maorí, el lugar de las aguas de la piedra verde—, un parque Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El caso de este glaciar ha sorprendido a los expertos ya que tuvo una espectacular fase de avance a partir de 1980, tras décadas de retroceso, llegando a sumar 70 centímetros al día, avanzando a un flujo diez veces superior al estándar glaciar. Sin embargo, en los últimos cinco años se ha reducido 500 metros.
Por su parte, el glaciar Fox, al sur del Franz Josef, ha perdido 700 metros de longitud y de 100 a 150 metros de espesor entre 2008 y 2014. Según apunta el estudio de la Universidad de Saboya, este acelerado retroceso “ha cambiado por completo las posibilidades de acceso a los glaciares, haciendo que caminar sobre el hielo sea cada vez más difícil y en ocasiones peligroso”.
Esta situación ha alterado las visitas a estos glaciares como señala este artículo de The Guardian: toda una infraestructura turística que también corre peligro de desaparecer al mismo ritmo que el glaciar, “reduciéndose la facturación entre un 80 y un 90%”. Mientras tanto, la única forma de llegar a Franz Josef actualmente es en helicóptero, realizándose en todo el parque hasta ¡30.000 aterrizajes cada año!
Por su parte, el glaciar Tasman, el mayor de los glaciares de los Alpes Meridionales en la Isla Sur con sus 27 kilómetros de longitud, dentro del Parque Nacional Aoraki-Monte Cook, también ha retrocedido a gran velocidad permitiendo el desarrollo de un lago proglacial que casi ha triplicado su superficie en las últimas tres décadas. Para tratar de adaptarse a los cambios, las empresas turísticas de la zona han comenzado a organizar recorridos en barco por el lago.
Glaciar Athabasca en Canadá
Nos vamos a las Montañas Rocosas de Canadá, en el Parque Nacional Jasper, para visitar uno de los seis brazos del campo de hielo Columbia, compartido entre Alberta y la Columbia Británica. En los últimos 125 años ha perdido el 50% de su espesor, hasta 1,5 kilómetros de longitud.
Pero las empresas turísticas siguen tratando de explotar este lugar, a pesar de las crecientes dificultades para acceder al mismo. Y es que Athabasca recibe cada año hasta un millón de personas, un número muy elevado de turistas debido a la facilidad con la que se podía acceder al lugar en su momento de esplendor: se dice que, a mediados del siglo XIX, el hielo llegaba al borde de la carretera.
Glaciares Grey y Exploradores en Chile
¿Y hasta qué punto estas visitas están contribuyendo a acelerar la “muerte” de los glaciares? Para Marcos Gómez Cole de la Fundación Glaciares Chilenos el impacto de caminar con crampones sobre un glaciar en su balance de masa debería ser comparativamente despreciable respecto de lo que se pierde debido a los efectos del calentamiento global. Pero el impacto, por mínimo que sea, existe.
Para Gómez Cole existen dos alternativas a este respecto: o se prohíbe el uso de crampones en un glaciar o se compensa ese impacto con educación ambiental, que permita a largo plazo ayudar a proteger los glaciares.
Por supuesto, no hay que olvidar la huella de carbono que deriva del creciente desplazamiento de millones de viajeros hacia los glaciares y cómo esa huella influye en el propio cambio climático, como escuchamos cada día.
En el otro lado de la balanza, como siempre, la economía, el trabajo de millones de personas que dependen directamente de esos desplazamientos y esas visitas a los lugares turísticos: el dilema al que nos enfrentamos en todos los órdenes de la vida humana (no solo en el turismo) desde hace décadas y que el vaporoso término sostenibilidad aspira a solventar, armonizando economía con naturaleza.
¿Es esta armonía posible en un planeta con 7.000 millones de personas que deben ganarse la vida de algún modo, ya sea ofreciendo paseos por un glaciar, tecleando en un ordenador o ingresando el alquiler de sus diez pisos turísticos?
Mientras buscamos la respuesta a esa pregunta, volvemos a Chile, donde se contabilizan hasta 26.000 glaciares según la Fundación Glaciares Chilenos. Entre ellos, dos de los más famosos, Exploradores en el Parque Nacional Laguna San Rafael y el de Grey en el Parque Nacional Torres del Paine.
El primero, de hecho, ha cerrado recientemente su sector frontal, mientras Grey, todavía visitable, es una masa de hielo de 6 kilómetros de ancho con una altura de 30 metros y dividido en dos frentes con una longitud que roza los 30 kilómetros.
Según los últimos estudios, el glaciar Grey también está en retroceso, aunque las razones por las que lo hace “están sujetas a otros factores o variables ambientales que podrían explicar la dinámica de la superficie, además del clima, como el calving”, la generación de témpanos.
Los glaciares de Islandia
No podíamos hacer un recorrido por los glaciares de nuestro planeta y evitar Islandia, la tierra de hielo y fuego que sigue siendo la tierra prometida para muchos amantes de la naturaleza y sus sublimes contrastes.
En Islandia tenemos más de una decena de glaciares, aunque en los últimos años hemos tenido que “despedir” a uno: Okjökul dejó de existir en 2019. Los islandeses, famosos por su respeto a la naturaleza, pero también por su humor socarrón y capacidad de adaptación —probablemente porque allí tienes que adaptarte a la meteorología cada día y tratar de seguir con tu vida—, celebraron su funeral, levantando una lápida.
En ella un mensaje muy claro: “Se espera que en los próximos 200 años todos nuestros glaciares sigan el mismo camino. Este monumento es para reconocer que sabemos lo que está sucediendo y lo que hay que hacer. Sólo tú sabes si lo hicimos”. Además, aparece la etiqueta en referencia al nivel récord de CO2 que se alcanzó en mayo de 2019.
Pero Islandia, paralelamente, sigue promocionando sus glaciares porque es un país que se ha entregado al turismo desde hace décadas, con un porcentaje muy elevado de su población que vive del mismo, con mayor o menor éxito. Y entre los destinos más promocionados dentro de esta isla maravillosa, están los glaciares… que aún no han desaparecido.
Entre ellos, por supuesto, Vatnajökull, el más grande del país y el segundo en extensión de Europa solo superado por Austfonna en las islas Svalbard de Noruega, con un área de más de 8.000 kilómetros cuadrados: nada menos que el 8% de toda la superficie de Islandia.
Este inmenso monstruo de hielo, junto al Langjökull cerca de Reykjavík o el Mýrdalsjökull del sur de la isla se pueden visitar, siempre con guía y siguiendo las recomendaciones de seguridad de los mismos.
Y uno de los aspectos que más se está reforzando en estas visitas a los glaciares islandeses, algo que sucede en otros glaciares del mundo, es la educación ambiental. Ya que estamos aquí, además de las fotos y la “experiencia”, aprendamos un poco sobre lo que nos rodea y tal vez podamos contribuir a un mundo más sostenible.
Los guías muestran el impacto de las alteraciones climáticas y otros factores en la “salud” de los glaciares lo que, según el estudio de los investigadores chinos ya citado, impacta de forma positiva en su comportamiento ambiental posterior.
Así pues, y mientras los empresarios turísticos y las instituciones públicas tratan de adaptarse a la situación, es evidente que el turismo glaciar en buena parte de los casos no tiene garantizada su sostenibilidad a largo plazo, entre otras cosas porque la razón por la que existe puede desparecer, como hemos visto.
Vendría a ser como ir a ver dónde estaba el Coloso de Rodas que desapareció hace más de 2.200 años. Ahí estaba, pero ya no está. Con la diferencia, eso sí, de que podríamos construir una nueva escultura gigante si quisiéramos, pero no un glaciar ni un nuevo planeta que sirva como destino turístico para dejar descansar al nuestro una temporada.