Partida en dos por el río Moldava, en el corazón de la República Checa, se halla Praga. La capital checa se ha convertido en el objeto de devoción de Centroeuropa. Comprensible, pues está recorrida por estrechas callejuelas medievales que destilan un ambiente muy bohemio y entre las que se cuelan bonitas iglesias barrocas, palacios coronados con majestuosas cúpulas y un imponente castillo, los cuales adentran al visitante en la Praga de Oro más brillante. Te descubrimos qué ver en Praga, la ciudad de las 100 torres.
Ciudad Vieja
La parte antigua, Staré Město, es el mejor punto de partida posible para comenzar a conocer la Ciudad Dorada. Ocupa la parte comprendida entre el castillo y el Moldava y alberga una suerte de joyas arquitectónicas que hacen palidecer a los más escépticos. Una de las más fotografiadas es el puente de Carlos, que puede presumir de ser el segundo más antiguo del país. Está jalonado, a un lado y al otro, por una treintena de bonitas estatuas barrocas, que lo embellecen y le imprimen un carácter único.

Al comienzo del puente se erige la torre de la Pólvora. Subir los 186 peldaños de esta antigua puerta gótica, la cual daba acceso a la ciudad, conlleva disfrutar de unas vistas maravillosas de esta parte de Praga que ha resistido el devenir de los años con elegancia y gallardía.
Al otro lado del puente nos encontramos la célebre plaza de la Ciudad Vieja. Está rodeada por pomposas fachadas burguesas y decorada con la iglesia gótica de Nuestra Señora de Týn, que tiene más de diez siglos de historia, y con el edificio del Ayuntamiento cuya fachada luce el icónico Reloj Astronómico. También conocido como Orloj, lleva más de 600 años mostrando el desfile de los doce apóstoles y el baile de las estatuillas a las horas en punto, desde las nueve de la mañana a las once de la noche, y obnubilando a cuantos admiran el «teatrillo» y sus avanzados mecanismos.

Aneja a esta se encuentra la de Wenceslao, antiguamente un mercado de caballos. Ha sido testigo de importantes hechos históricos como la Revolución de Terciopelo, que conllevó la caída del comunismo, y además alberga algunos edificios importantes como Ópera Estatal y el Museo Nacional.
Malá Strana
Este barrio, también conocido como la ciudad pequeña, aglutina entre sus calles llamativas casonas de estilo renacentista y barroco y también bonitos monumentos como la iglesia jesuíta de San Nicolás o el templo de Nuestra Señora de la Victoria, que guarda en su interior la estatua del Niño Jesús de Praga.
Asimismo, está embellecido por los jardines de Vrtba y de la isla de Kampa, lugares de recreo predilectos de los praguenses, y por el monte Petřín, donde se encuentra la torre homónima. Esta construcción llama la atención porque luce un diseño arquitectónico que trae a la mente la Torre Eiffel parisina y porque desde su cúspide es posible disfrutar de una panorámica mágica.
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Barrio de Josejov
Creado en el Medievo a partir de la unión de las dos comunidades judías existentes en la antigua capital de Chequia, constituye una de las mayores juderías que podemos encontrar en el continente europeo. Conserva el antiguo cementerio -el único de la comunidad hebrea que queda en pie-, seis sinagogas y el viejo ayuntamiento, cuya visita permite adentrarse en la idiosincrasia de esta comunidad, una de las más perseguidas de la historia.
Hradčany
Este barrio, donde el tiempo parece haberse detenido, surgió en el siglo XIV, a posteriori de la construcción del castillo. Intramuros de esta fortaleza, se asoman tesoros monumentales como la catedral de San Vito, uno de los templos góticos más valiosos de Europa, la basílica de San Jorge, que incluye una colección de arte bohemio del siglo XIX de la Galería Nacional, el Palacio Real y varias torres.

De un lado del castillo parte el callejón de Oro, que antiguamente era un barrio de artesanos orfebres cuyas casas de colores permanecen prácticamente intactas. En el número 22 se encuentra la casa de Kafka, uno de los escritores de origen judío más célebres y conocidos de la antigua Bohemia.
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Un último consejo…
Si te queda tiempo libre, no dejes de acudir a ver un espectáculo de teatro Negro. Este género, oriundo de la capital checa, se basa en la representación escénica muda y en blanco y negro, permitiendo disfrutar de una función muy visual y surrealista.