Málaga es brisa, es fiesta, es arena y alegría, es Costa del Sol, pero el interior de la provincia custodia otra de las joyas más brillantes de Andalucía: Ronda, una localidad tallada en el cañón que crea el río Guadalevín al que se asoman varios de sus edificios históricos. Pero más allá de su icónica imagen del Puente Nuevo que conecta la zona vieja de la ciudad con el barrio del Mercadillo al norte, Ronda ofrece al viajero multitud de atractivos: un inolvidable paraíso en piedra parda y casas blancas con la sierra como romántico telón de fondo.
Ronda monumental

Sobre el mapa, Ronda tiene forma de ramo de flores, siendo los tallos la zona más antigua, allí donde nació el asentamiento en época prerromana y donde los musulmanes arribaron tras su desembarco de principios del siglo VIII, mientras que la parte norte se extiende sobre la depresión de Ronda, como las flores del ramo.
Este insólito perfil se explica por la peculiar orografía del entorno: la localidad se sitúa sobre una meseta rocosa dividida en dos partes por el Tajo de Ronda, meseta que domina la mencionada depresión de Ronda, rodeada por sierras que incluyen a unos 30 kilómetros el pico Torrecilla con sus casi 2000 metros de altura.
Para disfrutar como se merece de esta sorprendente geografía empezamos nuestro recorrido por Ronda acudiendo a alguno de sus miradores. Los más populares se encuentran al oeste de la ciudad, cerca del Puente Nuevo.
El mirador de la Hoya del Tajo en la carretera de los Molinos es un imperdible que conecta con la senda de los Molinos del Tajo, una popular ruta natural por el entorno rondeño. El mirador Puente Nuevo de Ronda o el mirador del Viento, pasando la puerta homónima, son otros enclaves cercanos que ofrecen las mejores vistas del símbolo de la localidad malagueña.

Una vez disfrutado el paisaje de Ronda, llega el momento de cruzar la Puerta de Almocábar y empezar a palpar la orgullosa historia de este pueblo. Porque la singular ubicación de Ronda no solo era interesante desde un punto de vista estético para sus primeros pobladores, sino más bien desde una óptica defensiva: el profundo tajo de Ronda era una defensa natural como el talud de Arcos de la Frontera, otra belleza sinigual en la vecina Cádiz.
Cuando en el 713 los musulmanes entran en la ciudad, la historia de Ronda vive un esplendoroso episodio que durará ocho siglos. La Puerta de Almocábar del XIII modificada posteriormente en tiempos de Carlos V es el primer testimonio de aquella Izn-Rand Onda musulmana, la ‘ciudad del castillo’.
El castillo es la antigua alcazaba rondeña, también conocido como Castillo del Laurel del que hoy en día quedan unos pocos vestigios. Subiendo por la famosa Cuesta de las Imágenes y dejando a la derecha la iglesia del Espíritu Santo construida sobre una mezquita, alcanzamos la zona del Ayuntamiento en la bonita plaza de la Duquesa de Parcent, donde se inicia una de las zonas más pintorescas de Ronda, con su caótico trazado urbano medieval de callejuelas y pequeñas plazas.

Esta zona alberga la mayor parte del patrimonio monumental rondeño como al Palacio de Mondragón donde se encuentra el museo municipal. Construido en el siglo XIV fue modificado posteriormente dotándole de ese aspecto mudéjar-renacentista llegando a ser residencia de Isabel y Fernando tras la conquista cristiana en el XV.
Pasando la iglesia de Santa María la Mayor llegamos a la Casa del Gigante, una casa señorial árabe del XIV que conserva en su interior unas interesantes yeserías con motivos florales. El otro edificio palaciego que destaca en esta zona sur de Ronda es la Casa del Rey Moro, un conjunto monumental que se origina también en el XIV y que se compone de una mina de agua musulmana, una casa neomudéjar y un jardín desde el que se observan preciosas vistas del Tajo de Ronda.
Y antes de dejar el casco histórico de Ronda debemos acercarnos al yacimiento arqueológico de los Baños Árabes, uno de los grandes tesoros de la localidad malagueña. Situados en la zona de la antigua judería se trata de unos de los baños musulmanes mejor conservados de la península ibérica.
Más allá del Tajo de Ronda

Llegamos ya al punto focal de Ronda, allí donde se abre el Tajo que recorre el río Guadalevín. Dos puentes conectan la parte sur con el Barrio del Mercadillo. Por un lado, el Puente Viejo al este, reconstruido tras la conquista cristiana en el XV, y el Puente Nuevo erigido a mediados del XVIII y que, durante casi un siglo, fue el puente más alto del mundo.
Nosotros cruzamos por el Puente Nuevo, nos asomamos con prudencia al precipicio de casi 100 metros de altura y alcanzamos la Plaza de España, testimonio de la nueva Ronda que fue creciendo en época cristiana. A la izquierda queda el Parador de Ronda, ubicado en el antiguo edificio del Ayuntamiento y que ofrece unas increíbles vistas del Tajo.

Un poco más al norte llegamos a otro de los símbolos de la localidad malagueña: su Plaza de Toros. Iniciada a finales del XVIII, es uno de los cosos taurino más antiguos de España. Con una capacidad para 6000 personas, está totalmente cubierto gracias a su doble galería columnada.
En el lado oeste de la Plaza de Toros encontramos el Paseo Blas de Infante, otro de los lugares más buscados de Ronda por las vistas que ofrece de la dehesa rondeña. Cerca de aquí se encuentra también el impresionante Teatro al aire libre y el Mirador de Ronda, conocido como la Sevillana, con su famoso kiosko: el mirador más popular de la ciudad.
Y al norte de la Plaza de Toros se ubica la Alameda del Tajo, otro de los paseos peferidos de los rondeños: un camino arbolado diseñado en el XIX que cuenta con un jardín botánico y que se prolonga al norte por el denominado Paseo de los Ingleses, punto final de nuestro recorrido por Ronda, la joya más brillante al norte de la Costa del Sol.