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Un año después del asalto al Capitolio, la democracia de EEUU está en crisis

Los estadounidenses están tan divididos que no se ponen de acuerdo ni siquiera con el término para describir lo que ocurrió el 6 de enero de 2021. Hace ahora un año, un grupo de 'trumpistas' tomaron por la fuerza el Congreso de EEUU, símbolo de poder y democracia.

Seguidores de Trump irrumpen en el Capitolio.
Asalto al Capitolio, en una imagen de archivo. Leah Millis / Reuters

Micheline Mendelsohn, Carolyn Gallaher y Joseph Young, al igual que la mayoría de estadounidenses, vieron el ataque del 6 de enero al Capitolio en vivo por televisión. Mendelsohn, una de las encargadas del negocio familiar We, the Pizza, recuerda en una conversación con Público cómo un empleado de su local de la avenida Pensilvania le llamó para preguntar si cerraba debido a las revueltas que se estaban dando a tan solo unos metros. "Sinceramente, fue como una experiencia extracorporal, era todo muy surrealista".

Gallaher estaba teletrabajando en su casa y reconoce que después de recibir un mensaje de un amigo preguntándole si estaba siguiendo el evento no se pudo despegar de la televisión durante las siguientes cuatro horas. "En cierta medida no fue del todo inesperado, los Proud Boys (grupo de extrema derecha), junto a otras personas, llevaban protestando en Washington D. C. desde que se empezaron a conocer los resultados de las elecciones del 2 de noviembre de 2020 (que dieron ganador al demócrata Joe Biden frente a Donald Trump). Era algo por lo que estábamos preocupados, pero nunca pensé que llegaría a ese punto", confiesa a Público la decana adjunta de la Universidad American School of International Service en la capital.

Young, que es profesor del departamento de Justicia, Derecho y Criminología de la misma universidad, temía que iba a pasar algo violento, sabía que el entonces presidente saliente Donald Trump había convocado a sus seguidores para protestar en la ciudad bajo el lema "Save America" (Salva América) y el pretexto de un fraude electoral (ahora demostrado falso). Lo que más le sorprendió, según relató a Público, fue que ni la Policía ni el FBI estuvieran lo suficientemente preparados para hacer frente a lo que terminó pasando.

Jake Angeli cuernos capitolio
Jacob Anthony Chansley, conocido como Jake Angeli, durante el asalto al Capitolio de EEUU en Washington. Mike Theiler / REUTERS

Ataque, motín, insurrección o conspiración

Pese a que el 6 de enero de hace un año todo el mundo se llevaba las manos a la cabeza sorprendido por la brutalidad, que dejó cinco muertos y unos 140 agentes agredidos, un año después en Estados Unidos no hay una versión unánime sobre lo que pasó. Un estudio de NPR/Ipsos poll indica que el 32% de los estadounidenses cree que el asalto fue un intento de golpe de Estado o una insurrección, mientras que el 28% considera que fue un motín que se escapó del control. Los menos, un 17%, creen que se trató de una conspiración, que el suceso estuvo controlado y organizado por seguidores de Donald Trump, concretamente por miembros del grupo de extrema izquierda Antifa, e incluso por agentes del propio gobierno de Trump.

El 32% de los estadounidenses cree que el asalto fue un intento de golpe de Estado, según una encuesta

"Sea cuál sea el término que usemos es importante que recoja lo graves y serios que fueron los acontecimientos que sucedieron ese día", destaca a Público Peter Romaniuk, profesor de Ciencias Políticas del Programa de Justicia Criminal de la Universidad de Nueva York (CUNY), quien asegura que muchos políticos republicanos han optado por quitarle peso al peligro que la democracia de Estados Unidos vivió ese día. "Si esto hubiese ocurrido en Estados Unidos en cualquier otro contexto distinto a uno pro-Trump, la gente estaría enfurecida'', añade.

Para Gallaher, que es una experta en violencia organizada por actores no estatales, lo que pasó el 6 de enero fue una insurrección fallida o un intento de golpe fallido. "Creo que un ataque es demasiado general, ya que el objetivo era evitar que Joe Biden fuese declarado el ganador formal de las elecciones. Parecía un motín o disturbio, pero estos suelen ser espontáneos, por ejemplo, muchas veces vemos que se saquean tiendas, pero no es porque están en contra de estas, sino por un odio a otra cosa, como puede ser un tiroteo policial, pero en este caso el objetivo era el Capitolio porque ahí estaba el Colegio Electoral".

Por su lado, Young, experto en terrorismo y guerra civil, subraya que uno de los motivos por los que no se llega a un consenso es porque ese día, por un lado, se produjeron disturbios violentos y, por otro, había un grupo que buscaba dar un golpe para intervenir en el sistema democrático del país. Lo que sí tiene claro es que lo ocurrido no se puede calificar de un ataque terrorista. "No atacaron a civiles para enviar un mensaje al gobierno o a un grupo rebelde. Estaban atacando al gobierno para cambiar al gobierno", señala.

La extrema derecha no se desmanteló

La Oficina del Fiscal Federal para el Distrito de Columbia ha presentado cargos contra más de 700 personas por aquellos hechos. Una de las caras más famosas del asalto, Jacob Chansley -quien se autoproclamó el "chamán de QAnon" y recorrió el Capitolio torso nudo, con el rostro pintado de los colores de la bandera de Estados Unidos y un gorro de bisonte- ya recibió su condena: 41 meses de prisión. En paralelo, la Cámara de Representantes -controlada por los demócratas- está investigando qué ocurrió hace hoy un año en el Capitolio y los días precedentes al fatídico 6 de enero en la cúpula del Gobierno.

A fecha de hoy, los grupos ultraderechistas Proud Boys y Oath Keepers que estaban detrás de la cara más violenta y peligrosa del asalto no se han desmantelado. De acuerdo con Young, este tipo de grupos que estaban muy presentes en los medios y redes sociales en 2020, tanto en las protestas relacionadas con las falsas acusaciones del fraude electoral como en las protestas contra el racismo y brutalidad policial, han dado un paso atrás para salir del centro de atención. "Pero no han cambiado y están diciendo las mismas cosas y quieren las mismas cosas", explica el profesor.

La democracia, la más perjudicada

La fragilidad de la democracia es algo que preocupa a Estados Unidos independientemente del partido. Una encuesta de NPR/Ipsos poll apunta que el 64 % de la población cree que la democracia está en crisis y corre el riesgo de fracasar. Consenso que se respalda incluso si se separa a los ciudadanos por ideologías, pues existe un amplio consenso entre demócratas (68%), republicanos (79%) e independientes (67%).

"Lo más curioso para mí de esa encuesta es que todas las partes ven la fragilidad de la democracia pero por razones muy diferentes. Los republicanos dicen: 'Por supuesto, la democracia está en peligro porque las elecciones fueron fraudulentas. Tenemos un líder que no fue legalmente elegido'. Mientras que los demócratas lo justifican por lo que sucedió el 6 de enero", concluye Gallaher.

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