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La presa que se tragó a un pueblo

Los supervivientes de la tragedia que hace medio siglo mató a 144 víctimas en Zamora reclaman que no se olvide

TOMÁS F. RUIZ

Hace medio siglo que el pueblo zamorano de Ribadelago sufrió una de las catástrofes más dramáticas de la historia del franquismo. La presa Vega del Tera reventó la noche del 9 de enero de 1959, provocando una inundación que dejó un balance de 144 víctimas. El equipo de buzos que rastreó el fondo del lago de Sanabria encontró cuerpos destrozados por la fuerza del agua. En su sentencia, la Audiencia de Zamora dictó: 'A pesar de las grietas y aumento de filtraciones se permitió que las aguas alcanzaran un peligroso nivel'. La condena a un año de prisión menor por imprudencia temeraria nunca se cumplió, los abogados de la empresa Hidroeléctrica Moncabril recurrieron y finalmente los condenados fueron indultados.

Mundo Obrero, prensa clandestina del momento, en su número del 19 de enero de 1959 informaba de que 'en el consejo de administración de Moncabril figuran Pelayo Alonso Fernández, ligado en negocios a doña Carmen Polo de Franco y hermano de un oficial de la guardia personal del dictador; también figura Ricardo Goizueta y Díaz, socio de Nicolás Franco en Aluminios Ibéricos y Manufacturas Metálicas Madrileñas'.

Un superviviente: 'Había grietas, sabíamos que iba a reventar y a inundar la zona'

Santiago Moreno, hijo del abogado que representó a los damnificados, explica: 'A mi padre lo llamaban por teléfono amenazándolo y cantándole el Cara al sol y la Guardia Civil le seguía los pasos. Le advirtieron que, si seguía en el caso, su vida profesional y su carrera peligraban'.

Hoy en Ribadelago apenas quedan supervivientes de la tragedia. Uno de ellos, miembro de la asociación Hijos de Ribadelago (formada en recuerdo de las víctimas), es Jacinto Proy: 'Los muertos ya no podrán contar lo que sufrieron afirma. Si murieron de repente o si tardaron horas en hacerlo. Después vinieron los abogados de Moncabril a ofrecernos indemnizaciones a cambio de nuestro silencio. Aquello fue una vergüenza. Nos decían: a usted le pagamos esto y se calla. Trataron a los muertos como si fueran animales. Por una mujer tanto; por un niño, tanto otro Advirtiéndonos que nos convenía llegar a un acuerdo en vez de acudir a juicio'.

El hijo del abogado de las víctimas: 'A mí padre le cantaban el 'Cara al sol''

Su padre fue despedido de Moncabril por no abandonar la acusación contra la empresa y a él no le quedó más remedio que emigrar fuera del pueblo. 'Fue una mentira, una injusticia, un crimen... dice hoy Jacinto Proy refiriéndose al juicio que se derivó del accidente. Aunque no quisieron matar a nadie, aquello fue un crimen. No se les puede llamar criminales, pero de hecho Gabriel Barceló y los otros responsables del accidente fueron los causantes de que murieran 144 personas. Que yo sepa, Gabriel Barceló nunca demostró ningún sentido de culpabilidad ni arrepentimiento por lo que hizo'.

Según relata Proy, antes del accidente, y pesar de las quejas, Barceló se limitó a dar órdenes para tapar las grietas que aparecían inyectando hormigón. 'Había grietas. Claro que nosotros sabíamos lo que nos podía ocurrir, pero no podíamos hablar: la mayoría del pueblo trabajaba para Moncabril. De vez en cuando, alguno decía: un día va a reventar la presa y nos va a inundar el pueblo. Pero nunca nos pudimos imaginar lo que iba a pasar. Lo que hoy puedo decir es que en la Audiencia de Zamora se nos vendió y que las vidas que truncaron en Ribadelago nunca las pagará nadie. Si se pudiera, pediríamos que se juzgara de nuevo a los culpables', insiste.

Gabriel Barceló Matutano, sobre el que, como director gerente de Moncabril, recayó la máxima responsabilidad del accidente, nunca cumplió el año de prisión y continuó su ascendente carrera de ingeniero hasta ser indultado por Franco. En 1968, nueve años después de la tragedia provocada en Ribadelago y en reconocimiento a los servicios prestados al Estado, se le impuso la medalla de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil. Después del accidente de Ribadelago fue nombrado ingeniero jefe del Instituto Nacional de Industria y ejerció como vicepresidente y director general de varias empresas, entre otras Unión Eléctrica Madrileña, Intoesa, y como consejero de Distribuidora Eléctrica.

Franco indultó a los culpables, que habían sido condenados por imprudencia temeraria

Entre otros libros, Gabriel Barceló es autor de El Oficio de Mandar (1972) y El Dirigente del Futuro (1974). Fue de los primeros ingenieros españoles que defendieron las centrales nucleares en los años setenta: 'La energía nuclear es la única innovación industrial que no ha ocasionado un sólo muerto afirmaba Barceló antes de que se produjera la catástrofe de Chernobil. Continuar con su rechazo sería un duro golpe para la economía nacional', defendió.

Fallecido en 1988, hoy el más directo heredero de su imperio es su hijo, Gabriel Barceló Rico-Avello, que acumula varios cargos públicos en materia energética y es, en la actualidad, presidente de las empresas Advanced Dynamics S.A. y Dinámica Fundación. Consultado sobre la tragedia de Ribadelago, Gabriel B. Rico-Avelló se ha negado a hacer declaraciones.

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