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Danzad, danzad, cobardes

Los votantes de izquierdas están pasmados. Mientras se aproximan sin remedio unas terceras elecciones con grandes expectativas para el PP imputado (encuestas internas les dan ya 150 escaños), asisten a la batalla más sangrienta que en la historia del PSOE ha habido.

Imagen del Comité Federal del PSOE del pasado julio, tras las elecciones del 26-J. EFE

ANA PARDO DE VERA

Los votantes de izquierdas están pasmados. Mientras se aproximan sin remedio unas terceras elecciones con grandes expectativas para el PP imputado (encuestas internas les dan ya 150 escaños), asisten a la batalla más sangrienta que en la historia del PSOE ha habido. Y miren que ha habido.

Con esto no quiero decir que todo el PSOE que hoy se reivindica como tal y con la voz muy engolada sea de izquierdas, pero ése (¿Qué te has hecho, PSOE?) es otro debate que veremos a ver si alcanza final en este mundo. La cuestión, hoy, es intentar esbozar un retrato a 'plumilla' (la que firma) de quienes todas las razones socialistas dicen tener, que son muchos y con muchas de ellas, las cuales, además, invalidan todas las de los otros u otras. Y tiene mérito, porque aquí, de comunidades para arriba, el único que tiene una mayoría absoluta (una razón sin matices) en España (y casi en Europa) es Feijóo, un gallego que, aunque lo disimule, es del PP.

Veamos: tenemos a una presidenta andaluza que lleva amagando con ser candidata desde que Rubalcaba hizo como que lo iban a buscar para sacarse a Zapatero (o a su candidato/a) de encima en 2011. Un Rubalcaba que previamente se sacó de encima a una Chacón mucho mejor valorada que él y apoyada por la mandamás del sur para liderar el PSOE.

Había, pues, que buscar una opción a Madina "manejable" (sic). "Apoyemos a Sánchez", se oyó por Sevilla. "Apoyemos a Sánchez", retumbó en Castilla-La Mancha. "Apoyemos a Sánchez", "Apoyemos a Sánchez"... y Sánchez ganó unas primarias tras una campaña personal intensa y cabezota

Para sacudirse a Rubalcaba del cogote, y fracasada la opción Chacón (cuestionable idea la de exiliarse en Miami), quien lo fue todo en el PSOE salvo presidente del Gobierno tenía que irse. Los resultados electorales, que llevan sin dar alegrías gordas a los socialistas desde... (¿Qué te has hecho, PSOE?), dejaron al corresponsable del fin de ETA (al César lo que es del César) fuera del tablero.

Y desde Andalucía se seguía amagando... pero tampoco fue entonces el momento; ya saben: aquello de los EREs, los mentores de la presidenta imputados y tal estaba muy mal visto de Despeñaperros para arriba, pese a que ahora el PP ni lo mencione, con tal de garantizarse su abstención a Rajoy. Entonces, decía, saltó la opción Madina (ya tarde, porque en el PSOE cuesta una vida tomar una decisión valiente) y, con ella, las alarmas: el vasco ha sido, probablemente, la voz más socialdemócrata (la socialdemocracia era lo más parecido a la izquierda de Gobierno hace muchos años) que ha habido en el PSOE desde mayo de 2010. Había, pues, que buscar una opción a Madina "manejable" (sic).

Un desconocido Pedro Sánchez ya andaba entonces buscándose las habichuelas por España adelante para ser candidato. "Apoyemos a Sánchez", se oyó por Sevilla. "Apoyemos a Sánchez", retumbó en Castilla-La Mancha. "Apoyemos a Sánchez", "Apoyemos a Sánchez"... y Sánchez ganó unas primarias tras una campaña personal intensa y cabezota (ahí debieran haber imaginado los impulsores del 'antimadinismo' que la manjeabilidad es otra cosa) Tal fue la campaña de apoyo, digo, que Zapatero, defensor e impulsor del vasco, se dejó seducir por ella y cambió de acera como quien un día es socialdemócrata (11 de mayo de 2010) y al otro, neoliberal (12 de mayo del ídem).

¿Por qué ningún socialista admite en público que si Podemos puede ser el nuevo PSOE, el viejo PSOE se lo está entregando en bandeja?

Aún no se había colocado Sánchez con los efluvios de su victoria y ya estaba afilando las navajas el 'antisanchismo'; amagando, amagando, amagando... Hasta hoy, recuerden, 28 de septiembre de 2016, tres meses después de unas segundas elecciones generales y a un mes de que se acaben los plazos para la tercera convocatoria. Si Sánchez —creen— ha sido para el PSOE lo que la cal (con perdón) a la materia orgánica, ¿por qué no se tomaron medidas por los cauces reglamentarios internos ya el 21 de diciembre de 2015? ¿Por qué ninguno/a de quienes tanta autoridad se arrogan hoy en el PSOE dio un paso al frente y expuso las razones que tan bien articulan hoy todos/as con un cuchillo entre los dientes y cuando hay micrófonos, manteles, copas o un café delante? ¿Por qué nadie propuso la opción de la cabeza de Rajoy y sus gestores de lo presuntamente fascista y delictivo (como Fernández Díaz) como principio de una negociación de investidura que, con 91 u 85 escaños, podía partir de máximos pero no ser de máximos? ¿Por qué ningún socialista admite en público que si Podemos puede ser el nuevo PSOE, el viejo PSOE se lo está entregando en bandeja? Seguramente, también, porque las 35 razones que maneja el (o al) viejo PSOE se niegan a revolcarse por el campo de batalla. Para eso ya está el PSOE.

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