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Corrupción y género ¿Son las mujeres menos corruptas o sólo tienen menos oportunidades de robar?

Informes y expertos afirman que ellas tienen menos tolerancia a este tipo de prácticas y que en las democracias más sólidas un mayor número de mujeres en los puestos de poder se asocia con menores niveles de corrupción institucional.

Esperanza Aguirre

Esperanza Aguirre, la mujer que todo lo pudo en el Partido Popular de Madrid durante décadas, acaba de dimitir de todos sus cargos tras la entrada en prisión del que fuera su mano derecha y sucesor en la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ignacio González.

Aguirre, que en más de una ocasión se ha defendido asegurando que tras nombrar a centenares de cargos solo "dos me han salido rana", dimite por tercera vez en su carrera dejando atrás una gigantesca charca llena de batracios. Más de veinte encausados por las tramas Gürtel, Púnica y del Canal de Isabel II (Operación Lezo). Un listado dominado abrumadoramente por hombres, salvo contadas excepciones como la de la exconsejera Lucía Figar, imputada en la Púnica.

La marcha de Aguirre, justificada por ella misma por sus 'errores in vigilando', sin que por ahora se la vincule directamente a ninguna de estas tramas, nos ha hecho preguntarnos si las mujeres son realmente menos corruptas que los hombres, o simplemente tienen menos ocasiones para meter la mano en la caja.

Tras revisar numerosos estudios y hablar con diversos expertos nos encontramos con que no existe una tesis irrefutable sobre este asunto. La única teoría aparentemente compartida es la que señala que en los regímenes más democráticos, abiertos y transparentes suele haber una mayor presencia femenina y también menores niveles de corrupción. Ahora bien, ¿es lo segundo consecuencia de lo primero?

"Es más importante el contexto que el factor de género"

Para María Amparo Novo, Doctora en el Departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo, la respuesta es negativa. En su opinión, las mujeres son en general más reacias a incurrir en conductas corruptas que los hombres, fruto de las diferencias en la educación que reciben. Sin embargo, "si bien la variable de género existe, es más determinante el contexto". "Existe una relación directa entre el nivel de democracia de un país, el nivel de representación de la mujeres en puestos de responsabilidad, la calidad del gobierno y una menor corrupción". Es decir, que "es más importante el contexto" que el factor de género. "Si el contexto es más democrático, el número de mujeres en puestos políticos se incrementa y la corrupción disminuye".

Tania Verge, doctora en Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra, que investiga la interacción entre género y política, también afirma que "a mayor presencia de mujeres en instituciones y consejos de administración de empresas, menos severa es la corrupción y se registran menos sobornos a las autoridades públicas".

"La menor prevalencia de la corrupción entre mujeres puede deberse simplemente a que tienen menos posibilidades de involucrarse en ella"

Sin embargo, advierte de que no podemos establecer una relación directa entre un incremento de la presencia femenina y un menor índice de corrupción, sin entender que ellas y ellos experimentan, perciben y sufren la corrupción de maneras muy diferentes. En opinión de Verge, la menor prevalencia de la corrupción entre mujeres puede deberse simplemente a que tienen menos posibilidades de involucrarse en ella.

¿A qué obedece esto? A razones muy diversas. "Las relaciones sociales de género condicionan las oportunidades de (incurrir en) corrupción de varias formas. Por un lado, ésta se gesta en las llamadas 'old boys networks', redes de poder informales y opacas formadas por hombres, y de las que las mujeres han estado históricamente excluidas". Los colegas que comparten palcos de fútbol, los del partido de paddle, los que quedan a tomar unas copas después de la oficina... Aunque estas redes no tienen por qué acabar en corruptelas, hay expertos como Verge que afirman que en espacios como estos es donde se incuban muchas de las operaciones que terminan ocupando las portadas de los medios.

La mayor presencia femenina en el ámbito político o en el de las empresas ha hecho que algunos espacios de poder hayan dejado de estar ocupados exclusivamente por hombres. Pero esto no significa necesariamente que haya habido cambios sustanciales en los viejos clubs de chicos. "Según las mujeres van entrando en las instituciones y en los partidos políticos gracias a las cuotas de género, estos espacios de poder masculino van cambiando y se generan otros nuevos: un comité ejecutivo más pequeño, un órgano decisorio que escapa a la implementación de las cuotas y que provocan más disparidad..." , explica Verge.

¿Se perdona menos la corrupción a las mujeres?

En un reciente artículo publicado en CNN, la periodista política y columnista Frida Ghitis, afirmaba que "si quieres combatir la corrupción, deberías elegir a una mujer en los puestos de dirección política", y añadía que "curiosamente cuando son los hombres los que están en el poder las personas tienden a ser más tolerantes con la corrupción". Para ejemplificar esta afirmación menciona las recientes destituciones de dos presidentas debido a acusaciones de prácticas corruptas: Dilma Resseuff en Brasil y Park Geun-hye en Corea del Sur.

"Curiosamente cuando son los hombres los que están en el poder se tiende a ser más tolerante con la corrupción"

Si bien Ghitis reconoce que acabar con la corrupción es siempre deseable, resalta el hecho de que de los 20 países más ricos del mundo, aquellos que forman el G20, los dos únicos gobiernos que han sido depuestos en los últimos años por alegaciones de corrupción, estaban dirigidos por mujeres. “La impresión es que existe un doble rasero a la hora de medir la acción de las mujeres en altos cargos. Algunos investigadores afirman que la razón es que se estereotipa a la mujer como personas como poseedoras de normas éticas más altas y que se las penaliza más por romper este estereotipo.

Para Verge existen estudios en uno y otro sentido. Unos que afirman exactamente lo que Ghitis denuncia y otros que afirman que todo lo contrario: que a las mujeres se las tienen mucho menos en cuenta y que no existe una reacción más dura contra las acusadas de corrupción,  aunque los contextos influyen mucho o si las acusaciones están ligadas a las luchas de poder. "Lo que sí está demostrado es que el electorado tiende a perdonar más los casos de corrupción que afectan a su propio partido", concluye.

En el panorama español, parece confirmar esta último teoría, la de la insignificancia de las mujeres en los escándalos de corrupción. Ana Mato, la Infanta Cristina, Ana María Tejeiro... Son sólo algunos de los ejemplos de mujeres tratadas como 'esposas de' sus respectivos maridos acusados de corrupción. A ninguna de ellas se la condenó como instigadoras o promotoras de actividades corruptas. Las continuas afirmaciones sobre el desconocimiento de las acciones de sus maridos y las estrategias de defensa en las que debían hacerse las 'tontas' ha indignado a organizaciones feministas que ven en estas actitudes una perpetuación de los peores estereotipos de género.

¿Tienes corrupción? Pon una mujer

Tanto México como Perú pusieron en marcha en a década de los 90 iniciativas para atajar la creciente corrupción, con dispares niveles de éxito. En la ciudad México a finales de los años 90 y principio del 2000 el jefe de policía decidió sustituir a los agentes de trafico por mujeres policías, lo que tuvo bastante éxito y consiguió disminuir la cantidad de 'mordidas' y corruptelas a los que sus habitantes de esta ciudad estaban acostumbrados.

Por otro lado, la ciudad de Lima incrementó notablemente el numero de mujeres policías en un intento de cortar la corrupción. Si bien se consiguieron ciertos logros, la corrupción continuó siendo muy alta dentro de la propia institución.

Informes realizados por organizaciones internacionales como Naciones Unidas, Banco Mundial o Transparencia Internacional, también apuntan a una menor incidencia de la corrupción cuando existe una mayor participación femenina en puestos de poder y toma de decisión. Pero resaltan, también, el negativo impacto que la corrupción tiene sobre las mujeres. Por un lado, hace mucho más difícil su acceso a los puestos de poder. Por el otro, generan más pobreza y discriminación contra ellas, puesto que estas prácticas privan de fondos a los Estados para invertirlos en servicios sociales y cuidados, lo que genera más pobreza entre la población más vulnerable. Según un estudio del World Economic Forum, el coste de la corrupción representa un 5% de Producto Interior Bruto (PIB) mundial, alcanzando unos 2.600 millones de dólares.


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