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Lavapiés Hacer los deberes para vencer la exclusión

La asociación Culturas Unidas ofrece apoyo escolar gratuito a los niños bangladesíes del madrileño barrio de Lavapiés. Mientras sus hijos hacen los deberes, algunas madres aprenden español. "El objetivo es que se integren en la sociedad".

Niños bangladesíes reciben clases extraescolares en la asociación Culturas Unidas, en Lavapiés.


María López ayuda cada tarde a hacer los deberes a una decena de niños madrileños. Los ejercicios, en realidad, son lo de menos, pero ella pelea para que los pequeños, que no superan los diez años, progresen cada día. Sus padres llegaron de Bangladesh y no hablan español. Algún chaval también nació allí y apenas se defiende en nuestro idioma. “Son inquietos y a veces traen los problemas de casa, aunque en el fondo resultan muy cariñosos”, explica María, quien ejerce de voluntaria desde octubre. “Al final, te devuelven todo lo que les dedicas. Es muy gratificante”.


De lunes a jueves, acude a la asociación Culturas Unidas, ubicada en el barrio de Lavapiés, para ofrecerles apoyo escolar gratuito de 16.30 a 19.00 horas. Los críos de su grupo tienen entre ocho y diez años, si bien la entidad atiende a 48 niños que van de los cuatro a los dieciséis. También asiste a 72 familias, usuarias del banco de alimentos. Algunas madres, mientras sus hijos hacen los deberes, reciben clases de español. “Durante años hemos hecho un gran trabajo con las familias, a las que dedicamos una atención personalizada, con el objetivo de que nos conozcan y se integren”, asegura la voluntaria Carmen Gómez.


Como ella, otras 35 personas ejercen el voluntariado, mientras que cinco empleadas permiten llevar a cabo las actividades, dar clases de idiomas, desempeñar las tareas administrativas y ofrecer el servicio de un dentista. Algunas de ellas, antes de ser contratadas, habían comenzado como voluntarias. “Siempre estuve interesada en el tema social y, cuando necesitaron profesores de informática, empecé a dar clases y luego me ofrecí para lo que fuera necesario”, afirma Evelin Otarola, actualmente administrativa y coordinadora de proyectos. “Mi madre venía a español y yo empecé a impartir inglés. De eso hace ya diez años y aquí sigo”, recuerda Desi Grigorova, responsable de los cursos de idiomas.


Culturas Unidas busca la integración social de los vecinos de Lavapiés mediante la educación y el fomento de la interculturalidad. Construir oportunidades para quienes en principio tienen menos ladrillos. De ahí que el Proyecto Imcre (Inclusión de Menores de Culturas en Riesgo de Exclusión) se dirija a los más pequeños, facilitándoles el apoyo necesario para evitar el fracaso escolar y enrolándolos en actividades de ocio más allá de las calles donde nacieron. “Los niños no deben estar sólo en el barrio, sino que tienen que integrarse en la ciudad”, cree Javier Labella, coordinador del programa. “A los adolescentes que nacieron fuera les cuesta más adaptarse. Suelen quedar entre ellos y hablar en su idioma, lo que supone un problema, porque si no salen de su barrio ni de su lengua, terminan estancados a nivel social”, razona Labella.


“Intentamos que se abran y no formen guetos”, le secunda Paola Matassa, también coordinadora del proyecto. “Hay que tener en cuenta la presión familiar por mantener su cultura, por lo que intentamos que se abran”, añade. Para ello, es importante que no abandonen las aulas para ponerse a trabajar en los negocios de sus padres. “O para casarse”, apunta Carmen. “Al menos que aguanten estudiando hasta los dieciséis y, si es posible, que sigan formándose, porque hay algunas que se contraen matrimonio muy jóvenes”. Evelin insiste: “Deben darse cuenta de que hay vida más allá de su cultura, tienen que ver un futuro detrás de los estudios”.

Trabajadoras y voluntarias de la asociación Culturas Unidas, en Madrid. / HENRIQUE MARIÑO

Trabajadoras y voluntarias de la asociación Culturas Unidas, en Madrid. / HENRIQUE MARIÑO


Javier Labella sabe que no es fácil. Acostumbrado a lidiar con sus problemas de atención y concentración, no trata de ponerle puertas al campo, pero sí de fijar ciertos límites para que los chavales perciban que es posible alcanzar la meta fijada. “A los mayores, por ejemplo, les pido que se planteen un objetivo a largo plazo”. Un ciclo formativo de administración y finanzas, de educación infantil, de sistemas informáticos en red, de animador deportivo… “Una de las mayores satisfacciones de este trabajo es ver su mejora y progresión, como el caso de algún adolescente con mal comportamiento a quien he visto cambiar su perspectiva ante al vida”, señala Labella.


Su compañera, Paola Matassa, ha pulido sus propias herramientas para frenar el abandono escolar. “Este año buscamos líderes que les den clase y les ayuden con los deberes. Eso ayudará a cambiarles la visión, porque verán que esos profes antes también fueron niños”, comenta la coordinadora. “No importa tanto que estudien una carrera, como que evolucionen en la vida”, aclara. “Y, para ello, era fundamental implicar a las familias, con el objetivo final de favorecer su integración en la sociedad”, añade Labella.


Así, mientras los niños asisten a clases de refuerzo escolar, algunas madres aprenden español. “Como decía Javier, lo importante es ayudar a la gente y una forma de integrarla es nuestro idioma, así como nuestra cultura”, asegura la profesora de castellano Nieves de la Purificación. “Luego, se corre la voz y unos traen a otros: niños que no tienen quién les ayude en casa con los deberes y madres que desconocen nuestro idioma. Cada día somos más y no damos abasto”, afirma Desi.


Rokeya apenas habla español. Tiene un bebé de tres años, Mohamed, y un niño de nueve, Imán, quien cursa cuarto de primaria y ejerce de traductor circunstancial. “Estoy muy contenta porque aquí puede hacer los deberes gracias a la ayuda de la profesora”, afirma esta bangladesí de 32 años antes de enumerar las excursiones a las que ha ido con la asociación: Toledo, Ávila, Cuevas del Águila, el parque de atracciones de Madrid… El crío hará ejercicios durante una hora y la siguiente la dedicará a manualidades, cocina o fotografía. El voluntario Roberto Ruiz también ha alternado las clases de refuerzo con las de teatro. “La cara de disfrute cuando hacen actividades es muy gratificante”, reconoce este jubilado con tres nietas que acude un día a la semana a la sede de Culturas Unidas. “Hay tardes que te agota, pero otras te reconforta saber que tienen ilusión y han aprendido algo”.


De fondo, el recorte que ha sufrido la educación pública en Madrid. La asociación, una isla en medio del océano, recibe más solicitudes de las que puede atender. “En los colegios hay muchos niños por aula y necesitan más apoyo, porque algunos tienen dificultades de concentración”, denuncia la voluntaria Carmen Gómez, quien vuelve a subrayar el carácter “integral” del proyecto, en el que participan padres y niños bangladesíes, aunque también hay contados chavales de Ecuador, Perú, Paraguay y Marruecos. “Ahora bien, no es tan importante el trabajo extraescolar como la actitud”, cree Paola Matassa. “Su evolución es increíble y la recompensa, grande”, concluye María López.


Paola afina las palabras para dar con el sentimiento: “La calidez de ida y vuelta”.

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