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24 horas en Girona: viaje a la Florencia catalana

La gran colección románica y gótica del Museu d'Art, la fachada fluvial del Onyar, los sepulcros romanos y paleocristianos de Sant Feliu o la sorprendente nave única de la Catedral son algunos de los grandes alicientes de u

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Sus casas ajustadas al cauce fluvial del Onyar, sus calles medievales, el encanto de los soportales de la rambla de la Llibertat, o de la plaza del Vi, un lugar "de proporciones divinas", en palabras de Josep Pla, así como la generosidad de sus museos y sus monumentos, hacen de Girona una pequeña Florencia, una ciudad elegante y armónica donde es posible, además, perderse literalmente por los rincones de su call jueu, una de las juderías con más personalidad de Europa.

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La visita a Girona comienza a las 10.00 de la mañana en la Catedral, instalada en lo alto de la plataforma donde los primeros pobladores romanos de la ciudad debieron tener su templo dedicado a la tríada capitolina; el tapiz de la Creación, los extraordinarios sepulcros medievales o la cátedra de Carlomagno son algunas de las joyas que se pueden descubrir en este gran templo, cuya verdadera estrella es la gran nave gótica, la más ancha del mundo en su género. Al lado de la Catedral, en las dependencias del que fue durante siglos Palacio Episcopal, se encuentra el Museu d'Art de Girona, que posee una de las colecciones de arte gótico y románico más importantes de Cataluña y de España.

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Cerca de Sant Pere de Galligants, pero sobre todo alrededor de ambas orillas del Onyar (en la plaza de la Independencia, en el barrio de los Gremios...) se encuentran ya algunos de los muchos restaurantes que se reparten por el casco histórico. Excelente cocina y la posibilidad de combinar recetas tradicionales catalanes con algunas fórmulas innovadoras de gran interés.

Hay que reponer fuerzas para iniciar muy cerca de donde se terminó la mañana: en la iglesia de Sant Feliu. Tras visitar este templo, pletórico de historia y de leyendas, resulta imprescindible demorarse en un recorrido en profundidad por la judería, tomando como base la calle de la Força y dejándose llevar por el instinto para seguir por escaleras, callejuelas y callejones hasta perderse en este laberinto, donde la cábala judía tuvo uno de sus núcleos principales; un espacio en el que se incluyen el Museo de Historia de la Ciudad y, sobre todo, el Museo de Historia de los Judíos. La Girona judía enlaza enseguida con la ciudad medieval a través del eje de la calle Ciutadans, descubriendo al paso espacios verdaderamente mágicos, como las escaleras de la Pujada de Sant Domènec, el barrio de los Gremios, la rambla de la Llibertat o la plaza del Vi.

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