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25-N, el caballo de Troya

¿Son las Candidaturas d'unitat popular- CUP, un partido más? Parecer ser que no, al menos eso piensa el actor Sergi López, vecino del municipio de Vilanova i la Geltrú, en la provincia de Barcelona. De hecho, hasta ha participado en un spot y ha escrito una carta apoyándoles porque conoce su manera de trabajar donde él vive. El municipalismo, el asamblearismo, la cercanía con el territorio y la amplificación de prácticas democráticas, representa la columna vertebral que les hace distintos. ¿Son independentistas? Claro, pero eso ya se sabía: entienden que su marco donde hacer política se corresponde a un determinado territorio, al igual que cualquier organización. Es más o menos discutible históricamente como lo son todas las realidades nacionales, ya que al fin y al cabo, ninguna deja de ser lo que el politólogo Benedict Anderson entendía como comunidades imaginadas, socialmente construidas.La cuestión es que las CUP no solo son eso, porque no pueden comprender la idea del independentismo desligada de la cuestión democrática a todos los niveles. A partir de aquí entramos en un terreno que asusta por igual a los que se proclaman como partido nacional español y acusa a otros de nacionalistas y quienes dicen representar la 'voluntat d'un poble'. El primero trafica con su país para regalárselo a la banca, a las bolsas y las grandes empresas, mientras empobrece a su población en beneficio del 1%, el segundo hace exactamente lo mismo. El régimen de la cleptocracia no es monolingüe.

Salvador Cardús, sociólogo convergente acusa en Twitter a las CUP de encarnar al mismo tiempo a la CNT, la FAI y el POUM. Constata así lo que David Fernàndez, candidato de la CUP por Barcelona, ya dejó claro cuando le preguntaron que les diferenciaba de CIU; lo mismo que les diferencia a Diego Cañamero jornalero del SAT, de la terrateniente duquesa de Alba, es decir, todo menos el idioma que comparten. Duran i Lleida salía en un cartel electoral de 2008 con un lema alarmista y racista, 'En Cataluña no cabe todo el mundo'. El primer Tweet de David Fernàndez como candidato estuvo dirigido a las personas inmigradas que sufren esas cárceles para pobres llamadas CIE-Centro de internamiento de extranjeros-.

Por lo tanto hablar de la irrupción de las CUP significa hablar de democracia, pues ésta se forja siempre en el conflicto, en la desobediencia de una ciudadanía que transforma los problemas cotidianos sufridos individualmente en cuestiones públicas y compartidas. La paralización de los desahucios, las mareas en defensa de la sanidad y la educación públicas, las plazas, las huelgas, son las que recuperan el valor de lo político. Pero las CUP no son eso, sino parte de eso, no lo representan ni tampoco lo pretenden, porque nadie puede representar a la multitud en su totalidad. Coca Cola o Movistar basaron algunos anuncios en la idea del 15M, usurpando la creatividad e innovación colectiva para vender un producto de una multinacional. Este no es el caso, aquí no hay marketing político, aquí lo que se busca como expone el politólogo Raimundo Viejo, es convertirse en un virus que cortocircuite el código del Parlament, no en una marca.

Las CUP pretenden ser una voz ahí donde no estamos y donde no nos esperan ni nos quieren, además de serlo también en la calle. Estar dentro y contra unas instituciones pensadas para limitar la democracia a un juego de máscaras, con la intención de hacer precisamente lo contrario; llevar allí un pedazo de calle y democracia, usando esas mismas instituciones para hacerles, en palabras de David Fernàndez, 'la vida imposible' a los de arriba. Esa es la hipótesis viva que resuena en las aspiraciones de cada vez más gente y empieza a dar forma al hartazgo, al rechazo frente a tanto chorizo y contra el esclavismo al que nos condena el pago de una deuda que no es nuestra pero que nos quieren cobrar. Las CUP nacen desde, por y para los de abajo y quieren morder con fuerza. La fuerza que otros no tienen porque sus dientes están picados y usan una dentadura postiza en época de elecciones. Toda una nueva generación precaria empieza a rechazar la fosilización de un parlamento que incluso cuando vota, si lo hacen, siente que es un actor que trabaja para otros, ajeno a su vida diaria; casi como lo era el parlamento inglés para las colonias.

Las periferias europeas y tarde o temprano las centrales, tenemos que independizarnos de nuestras respectivas -y compartidas-, lumpen-oligarquías, cuyo único modelo de sociedad que se les ocurre es convertirnos en esclavos eternamente precarios y colonizados por las minorías elitistas. Minorías que no invierten, sino que especulan con nuestra riqueza y vida, que no generan empleo, sino que buscan nichos de consumo, que no quieren el bienestar colectivo, sino su rentabilidad privada. Las CUP son hoy en Catalunya lo que mañana puede suceder en el resto del Estado y en el conjunto de Europa ¿nos ponemos a ello y construimos más caballos de Troya?

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