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75 años huérfanos de Federico García Lorca

Su obra ha dejado huella en los artistas de las generaciones posteriores

THAÏS MUÑOZ

Hace 75 años, a las 4:45 de la madrugada del 18 de agosto, fusilaban a Federico García Lorca. Junto a un profesor y 2 toreros que corrieron su misma suerte, el poeta y dramaturgo desaparecía llevándose con él decenas de obras que nunca podrán leerse.

En los últimos años de su vida, se había ganado la animadversión de las gentes más reaccionarias. Había optado por romper con su equidistancia política y, al amaneramiento que le fue propio desde su infancia, cuando algunos intransigentes optaban por dirigirse a él llamándole 'Federica', le siguieron manifestaciones ideológicas poco propicias para una España a punto de presenciar una Guerra Civil.

El pésimo estudiante, que tardaría nueve años en finiquitar sus estudios de derecho, comenzó su carrera de poeta con pocos aplausos y bastantes decepciones. Entonces, un todavía contenido Lorca presentaba sus primeras creaciones convencido del gran poeta que era, pese al desprecio propinado por la crítica literaria del momento. No se equivocó. Fue adquiriendo reconocimiento con obras como el Romancero gitano, en la que ensalzó la cultura calé, elevando a sus personajes a la altura del mito.

El viaje a EEUU cambiaría su percepción del mundo

Amigo íntimo de muchas de las figuras más emblemáticas de su tiempo, compartió inquietudes y estancia en la Residencia de Estudiantes con muchos de ellos. Allí conoció a Dalí, con quien mantuvo una estrecha relación que se vio afectada por sus desencuentros con otro de los más insignes residentes: Buñuel.

Sus desavenencias no sólo distanciaron a los amigos, sino que llegaron a bautizar Un perro andaluz, la primera composición cinematográfica del cineasta. Con ese apelativo se referían a los miembros andaluces de la generación del 27, entre los que se incluían Lorca y Juan Ramón Jiménez.

El cortometraje, por el que el poeta pronto se daría por aludido, fue alumbrado a raíz de dos sueños surrealistas de Dalí y Buñuel en los que afloraban hormigas de una mano y un ojo era rasgado por una navaja. Un sueño, éste último, con el que el cineasta adelantaba el valor que concedía a la apariencia.

Lorca es famoso por su tratamiento de la metáfora y la simbología

Su viaje a EEUU en 1929, donde el poeta describiría sus impresiones sobre la ciudad neoyorquina a través de Un poeta en Nueva York, le permitió reformular sus perspectivas para dirigirse a la capital madrileña con fuerzas renovadas. Más convencido de la necesidad de vivir sin máscara, aunque descuidando su imagen por momentos, imbuido en episódicos cuadros depresivos, llegaba a tiempo para fructificar sus creaciones bajo el ambiente de la 2ª República.

Famoso por su combinación de lo universal y lo local, de la alta cultura con la popular y de lo clásico con las nuevas corrientes literarias, así como por su tratamiento de la metáfora y la simbología, iba a viajar por todo el país con su compañía La Barraca, para llenar las plazas de pueblos y ciudades con adaptaciones de teatro clásico.

Y a escribir obras como Yerma, donde trató el controvertido tema de la esterilidad masculina, La casa de Bernarda Alba, en que critica la sociedad andaluza de su tiempo mediante el interminable luto de una familia de mujeres, o Bodas de Sangre, que destapa la luna más asesina de la simbología lorquiana. Todo antes de que el ejército rebelde se lo llevase sin conseguir privar de su obra a las generaciones que continuarían la historia.

Sus obras dejarían una profunda huella en los artistas posteriores. A la influencia en la poesía del malditismo, se suma una amplia repercusión en la cinematografía española. En los años 80, después de un largo tabú, autores como Carlos Saura o Camus adaptaban obras tan representativas como irreverentes, mientras el subversivo Juan Antonio Bardem dirigía una serie de televisión sobre la vida del granadino.

También los poetas de las distintas generaciones que hoy confluyen coinciden en la grandeza de Lorca. Desde Francisco Brines, Antonio Colinas, Javier Lostalé, Ignacio Elguero, Luis Muñoz, hasta los más jóvenes, Carlos Pardo o Elena Medel destacan la influencia de un autor único e inimitable.

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