Este artículo se publicó hace 14 años.
Acorralados
Zapatero temía que los mercados dictaran su sentencia condenatoria contra España en los primeros meses de 2011. Hay dos fechas clave: el Consejo Europeo del 17 y 18 de enero y la cumbre hispano alemana prevista para el 3 de febrero. Angela Merkel llegará a Madrid con la reforma del sistema de pensiones prácticamente sancionada. Pero los mercados le colocaban a Zapatero una soga al cuello en un puente cercano a los montes de El Pardo, donde suele correr algunos fines de semana, para su ejecución. Suenan los disparos. Y he aquí que la cuerda se rompe. El presidente cae por un barranco. Logra huir y hace su recorrido habitual hasta la Moncloa. Allí le espera su esposa. Y cuando va a abrazarla, siente un golpe en la nuca. Los mercados no le han dejado escapar. Su huida ha sido un sueño segundos antes del final. Simboliza el acorralamiento inescapable de los mercados.
Esta escena de ficción es una adaptación rápida de Una ocurrencia en el puente de Owl Creek, el cuento del escritor norteamericano Ambrose Bierce, traducido al español en los años cincuenta del siglo pasado por el entonces joven escritor argentino Roberto Walsh como El Ahorcado, y proyecta la situación tan ambigua como dramática de la deuda privada y pública española en los primeros meses de 2011.
Los datos del paro confirmarán que se sigue destruyendo empleo en España
Aunque la crisis comenzó con el corte letal de la financiación para un país con un déficit exterior del 10% del PIB, rápidamente descerrajó el pinchazo de la burbuja crediticia, inmobiliaria y bursátil, transmitiendo la descarga a la economía real, con la recesión más profunda que se conozca y una tasa de paro que pasó del 8% al 20% en menos de dos años. Y de ahí, la ola devastadora se ha trasladado a un segmento importante del sector financiero: las cajas de ahorros. Y aquí estamos.
El Gobierno, que conoce los peligros de lo que Zapatero llama la "última curva", ha decidido reducir sus emisiones netas de deuda en 2011 hasta los 47.200 millones de euros. Bien. Pero si el Tesoro puede hacer esto, ¿el sector privado también? El encarecimiento del precio del dinero para particulares, empresas y bancos es una realidad. Pero no lo es menos que en el caso de las cajas de ahorros lo que hay es una sequía casi definitiva. Las dificultades de la política de consolidación no ha conjurado los problemas de solvencia que los mercados usan como argumento para negar la liquidez.
Por tanto, no se trata ya, como promete el Banco de España, de ofrecer mayor transparencia, sino de promover una ronda de capitalización más importante, adicional a lo previsto hasta el momento. En lugar de esperar la reacción del mercado, se trata de anticiparse, como ha sugerido el ex primer ministro Gordon Brown a la Unión Europea, y arrebatarle la iniciativa de las manos. Pero para ello se necesita dinero. Y, vuelta al punto de partida, el dinero para capitalizar hay que buscarlo. El mercado está cerrado. La única alternativa, pues, son las instituciones: el FMI, el BCE. Y ello supone más ajuste, nuevas "reformas".
La semana próxima, cuando se conozcan los datos de paro registrado de diciembre los mercados y agencias de calificación confirmarán que se sigue destruyendo empleo en España (en diciembre de 2007, con una economía que crecía al 3,6% el paro subió en 35.074 personas y las afiliaciones a la seguridad social cayeron en 20.382) y que las medidas de ajuste provocan estancamiento.
Y que en esa perspectiva, la economía española se hace, pese a las reformas, más vulnerable. En la Argentina de la suspensión de pagos, el Gobierno impuso el corralito para evitar que los depositantes sacaran todo su dinero de los bancos; aquí son los mercados los que nos dejan en cuarentena.
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