Este artículo se publicó hace 15 años.
El acto central del carnaval brasileño baja el telón hasta 2010
Los últimos desfiles de las escuelas de samba de Río de Janeiro terminaron al amanecer de hoy con una explosión de música y color, apenas resentidos por las limitaciones financieras del carnaval 2009.
Considerado por los brasileños y por libros de récords como "el mayor espectáculo al aire libre del mundo", los desfiles del Grupo Especial de Río en efecto exhiben cifras astronómicas.
En total, en las dos noches unos 48.000 ejecutantes, más de 4.000 en cada una de las 12 escuelas, atravesaron los 700 metros de la avenida Marqués de Sapucaí, el "sambódromo de Río", para contar y escenificar un argumento ante un público de unas 70.000 personas.
En la jornada de hoy desfilaron Porto da Pedra, Salgueiro, Imperatriz, Portela, Mangueira y Viradouro, inspiradas en su mayoría en temas de la identidad brasileña y la herencia africana.
Esta mañana Viradouro fue la encargada de cerrar dos noches de fastuosos desfiles de libre elección para optar al título de campeona de la fiesta y de paso bajó el telón del carnaval hasta el próximo año.
Pocos espectáculos artísticos tienen una vida tan cara, tan efímera y tan intensa, como lo decía el poeta Vinicius de Moraes: se trabaja el año entero por un momento de felicidad y todo termina el miércoles de ceniza.
Cada uno de estos desfiles costó este año el equivalente a unos 3,5 millones de dólares, mucho más, por ejemplo, de lo que se invierte en cualquier país de Latinoamérica en una película de cine. Pero, la función dura exactos 82 minutos, que es el tiempo máximo de cada escuela para recorrer la pista.
Cualquier atraso puede costarles el título o peor, la caía al "Grupo de Ascenso", ese purgatorio de la segunda división en los círculos del samba.
En medio de esa multitud que baila y canta el argumento de la "ópera a cielo abierto", decenas de coordinadores y animadores velan porque se cumplan las reglas de tiempo, armonía, conjunto, carrozas y disfraces.
Cada requisito es evaluado milimétricamente por un jurado que declarará mañana a la campeona de 2009.
Algunos accidentes pueden costar valiosos puntos. A veces se accidenta el mecanismo de una carroza, se desarman disfraces, se sueltan tacones de los zapatos de las bailarinas estelares que agitan sus cuerpos semidesnudos como posesas por el dios Baco.
Los momentos de tensión suelen ser evidentes en los rostros de los coordinadores artísticos, que durante meses comandaron la confección de trajes y carrozas refulgentes de luz y color.
También se esmeraron ensayando ritmos de percusión, componiendo un samba que debe ser memorizado por todos los componentes para que lo canten con el corazón y el alma, sin importar el cansancio.
Las muestras de ansiedad comienzan cuando las escuelas se agrupan en los alrededores de la avenida, lejos de los ojos del público.
Allí, músicos y alas de bailarines esperan largas horas o dormitan, enfundados en pesados disfraces, muchos pagados a precios de oro, en un calor sobre los 30 grados.
Voluntarios cosen, pegan adornos y botones sueltos a última hora.
Una sirena y cohetes que sueltan sus truenos al cielo son la señal para que la escuela entre en escena.
El ánimo electriza a los componentes y los bailarines comienzan a calentar el cuerpo y ocupar sus lugares.
Decenas de ayudantes empujan las carrozas que se llenan de un soplo vital, como si fueran gigantescas marionetas levantadas por los dioses de la fiesta.
Para este ejército de devotos, esa sola entrada a la avenida ya merece el esfuerzo de participar en la liturgia.
Ganar el título o al menos permanecer entre las seis mejores que se mostrarán de nuevo el sábado ya es una gloria que permanecerá hasta el carnaval de 2010.
Los desfiles son transmitidos por televisión cada año a decenas de países y a todo Brasil y acompañados con pasión por millones de seguidores.
Y es que la televisión es justamente lo que le queda a la gran mayoría de quienes trabajan en las escuelas, o a sus devotos, pues para el brasileño promedio es imposible pagar una entrada para una buena ubicación en el sambódromo, que justo cumple 25 años.
Diseñada por el arquitecto Óscar Niemeyer, la estructura de la avenida con tribunas parece salida del "neoliberalismo más salvaje", ya que el pueblo llano sólo puede ver los desfiles desde bien lejos, en el momento de la desbandada en las gradas de unos cinco dólares.
Pero, la élite política, empresarial, deportiva y artística brasileña suele observar el espectáculo acomodada en camarotes climatizados, cuyos ingresos para 24 personas cuestan al menos 33.500 dólares.
En las localizaciones más cercanas los boletos valen hasta 234 dólares, casi lo mismo que un salario mensual mínimo de un obrero de fábrica.
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