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Animalario va de matanza

A lo clásico. Primera incursión del grupo en la tradición, que se verá en el Festival de Teatro Clásico de Mérida

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En un cuaderno forrado con láminas de Rembrandt, de la exposición que se vio en El Prado, aparece escrita la memoria del nuevo espectáculo de la compañía Animalario: Tito Andrónico, de William Shakespeare. Es la primera vez que los creadores de Alejandro y Ana, lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del presidente, se enfrentan a un texto de un autor clásico, a un texto que no está escrito por ninguno de ellos.

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También es la primera vez que el Festival de Teatro Clásico de Mérida hace un encargo a uno de los grupos de teatro más rebeldes con la actualidad para que actúe en el escenario romano. Por todo, el próximo 8 de julio será una fecha clave para los diez actores que en estos momentos ensayan la puesta en escena. Lo será también para el propio festival y para los espectadores que acudan a ver la versión de una de las obras más vehementes y descaradas del gran bardo.

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A la mitad del cuaderno de Andrés Lima, aparece el hallazgo. Las palabras en mayúsculas que destacan sobre el resto de apuntes ("El odio", aparece por ahí escrito), las exclamaciones, los subrayados que hablan de un proceso de cocción, de los primeros encuentros con esa figura salvaje y ambiciosa que fue el general romano, todo eso, de repente, se calma. Desaparece para dejar paso a la vuelta de la página a un dibujo: un actor en medio de un gran escenario circular. La idea se hace con el flujo de las siguientes páginas y no aparecen más que escenas que perfeccionan ese boceto. El espacio circular se llena de actores hasta llegar a la idea final: la representación será sobre un escenario circular y giratorio.

Ese gran armatoste está estos días probándose en un barrio obrero de las afueras de Madrid, en un local enorme de un anticuario con afinidades teatrales que les alquila el espacio durante los dos meses de ensayos antes del estreno. "¿A cuánto está?", pregunta Andrés al técnico que manipula la velocidad a la que puede girar el invento. Le da una cifra. "¡Pues sube!", le contesta.

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"Toma un caramelo, lo que viene ahora es muy amargo", nos aconseja Beatriz, ayudante de vestuario. El ruido es total entre la música a todo volumen y el motor a pleno rendimiento. Arriba, los actores chillan, se empujan, se asesinan, tratan de no perder el equilibrio, caen las sillas (no hay nada más para tirar, la visión será limpia). Los dos músicos que acompañan todo esto siguen la escena como pueden, tocando su chelo y su trompeta. Están a la mitad de los ensayos y ya despunta la potencia del espectáculo.

De martes a domingo, seis horas todos los días. El orden del día arranca con el calentamiento: ejercicios o juegos para preparar el cuerpo. Después de un día con ellos esos momentos con Javier Gutiérrez y Tomás Pozzi enredando y alborotando, con los chistes de unos y las risas, no hacen sospechar la intensidad a la que se acercan en una tragedia desgarradora.

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"Esta violencia exige las últimas consecuencias", apunta al final de la jornada Nathalie Poza, que interpreta a Tamora, reina goda. Dice que Tito no es una obra templada, todo lo contrario: "Es dolorosa, pone en evidencia lo que somos capaces de hacer para conseguir lo que deseamos. Shakespeare logró imaginar la barbaridad del ser humano", comenta la actriz, que destaca la saña con la que se vengan y asesinan unos a otros durante la representación.

Hay un par de burros de los que cuelgan toda la ropa que va llegando de cada uno de ellos. Allí se cambian y se maquillan. Andrés ha decidido, junto a Beatriz San Juan, encargada del espacio y vestuario, que todos salvo Tito Andrónico, interpretado por Alberto San Juan, vistan como políticos: de traje y corbata. "Tampoco quiero la perfección, prefiero la expresividad", cuenta Andrés Lima a este periódico en referencia al maquillaje.

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No habrá nadie para rematarlo, serán los propios actores los que se lo hagan todo y siempre en torno al escenario, nadie abandonará la escena para cambiarse o esperar turno. Los diez de cuerpo presente, el teatro dentro del teatro. Producto cien por cien Animalario, con tintes romanos.

Y no tan clásicos. "Esta obra habla de lo que siempre le ha interesado a la compañía", explica Alberto San Juan, "del amor y cómo la imposibilidad de conseguirlo deriva en la violencia o, incluso, en la violencia como imposibilidad para el amor".

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Añade unas palabras sobre la concepción lúdica del teatro por parte de Animalario, pero cualquiera lo diría viéndole en el quinto acto, allá arriba, desnudo, lastimándose con un puñal en la única mano que le queda a Tito y haciendo frente al engaño de Tamora y sus hijos, "asesinato" y "violación".

También habla de la balsa de aceite que genera la hipocresía social y de la podredumbre que hay bajo ella, a punto de estallar. Andrés Lima coincide con San Juan, porque la concepción de la plataforma circular y giratoria surge de la imagen de un volcán que va a reventar de un momento a otro. Es cierto que todo lo que pasa allí encima apunta a una gran erupción.

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Gracias al rotundo éxito de Urtain, que girará durante dos años y rematará el próximo marzo, de nuevo en el Centro Dramático Nacional, donde le vimos nacer, han podido hacer frente a la producción de un espectáculo de estas características. "Lo próximo, un monólogo", sonríe Joseba García, el productor, que no está muy contento con cómo se llevan las cuentas prometidas desde el Festival de Mérida.

Allí compartirán cabeza de cartel con Rafael Álvarez El Brujo que monta El Evangelio de san Juan con cinco músicos en directo; Fedra, de Miguel Narros, con música de Enrique Morente y Lola Greco como bailarina, y Blanca Portillo con Medea (que, junto a la Margarita Xirgu y la de Nuria Espert, marcará hito), en versión de Tomaz Pandur.

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Andrés orquesta subido al escenario. Lima pregunta a sus chicos constantemente sobre el significado del valor de la palabra que están manejando. Repasa la escena una y otra vez, ahora las marcas, ahora las expresiones. De esta manera consigue macerar el texto, afinarlo.

"Ninguno, no hay que tener ningún respeto al texto original", explica Andrés, enamorado de la pieza de Shakespeare, pero consciente de su trabajo para adaptarlo a nuestros días. Él mismo cree que es en la palabra donde está toda la fuerza de este autor, por eso lo desmenuza porque quiere entender este "pastel de carne humana".

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"Están las alianzas y las envidias, las familias matándose, el rencor y la venganza. Está todo lo que pasa hoy en los periódicos en la clase política", dice Javier Gutiérrez, que compagina sus horas con las que dedica al papel de Sátur en el pelotazo televisivo Águila roja. La cabeza de Andrés va rápido, a veces ni le siguen. Le atienden, pero lo tiene todo tan claro que es difícil comprenderle. El texto vuela por los aires. Más correcciones. Hay humor, aunque todos saben que se están jugando una cuita sangrienta que Shakespeare empezó a escribir a los 22 años de edad.

Esto es un acto de conmoción y no le están dando ninguna sacralidad. Es teatro popular, es pura víscera. Es paella y matanza. Son los ensayos de algo que puede ser, como este reportaje, a la espera de ser desmontado cuando suban al escenario de Mérida y enseñen cómo acabó todo.

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Del 8 al 12 de julio
Festival de Teatro Clásico de Mérida

Del 17 al 20 de julio
Festival de Teatro Clásico de Almagro

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25 de julio
Festival Niebla, en Huelva

Del 30 de julio al 30 de agosto
En el teatro del Matadero de Madrid

Del 24 al 27 de septiembre
En el Teatro Lope de Vega, en Sevilla

10 y 11 de septiembre
Festival Salt de Girona

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