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Si aparece un oso, lo mejor es hacerse bola

Teresa propone combinar la ciudad 'underground' con la naturaleza

DIEGO BARCALA

En cada parque público de Vancouver (Canadá, 611.000 habitantes) hay un cartel que advierte al paseante sobre qué hacer en caso de encontrarse con un oso. 'En Vancouver no hay gatos y gorriones, hay mapaches y mofetas por las calles. Si te topas con un oso, tienes que agacharte, nunca darle la espalda y hacerte una especie de bola en suelo. Es decir, poner la cabeza entre las piernas y esperar a que no sienta curiosidad por ti. Parece una aventura, pero es un riesgo real. En los seis meses que estuve, hubo varios muertos atacados por osos. En las tiendas venden unas latas antiosos que desprenden un olor muy fuerte', explica Teresa Martínez, estudiante de Bellas Artes de 26 años que pasó en 2010 un semestre en la ciudad del noroeste canadiense, en la Universidad Emily Carr, en Grandville Island.

Tras una convivencia intensa con los vecinos de Vancouver, Teresa extrajo curiosas conclusiones de Canadá. 'En este país uno no puede ser vicioso, alcohólico o jugador... ¡Te rehabilitan enseguida!', describe divertida. Durante sus estancia convivió con el peculiar funcionamiento público de este país. 'Un día hicimos una presentación de fotografía callejera entre compañeros y los canadienses se sorprendieron mucho de ver gente pidiendo en las ciudades europeas. Para ellos era trágico ver a gente tirada en la calle. Vancouver es la ciudad con más indigentes del país por el buen clima, pero todos reciben ayudas de los impuestos. Hay organización estatales que se encargan de que tengan trabajo', explica.

'Aquí uno no puede ser vicioso, alcohólico o jugador... ¡Te rehabilitan enseguida!'

Sin embargo, el sistema sanitario está lejos de lo que se conoce como Estado del bienestar. 'Compartí piso con una chica china que enfermó. Fuimos al hospital y el seguro médico sólo le cubría un análisis de sangre. Todo lo demás, lo tenía que pagar por su cuenta. El hospital parecía un McDonalds. Cama: 700 dólares; escayola: 80; diálisis: 30.000...', recuerda. 'En cuanto le mandó el análisis a su madre, le dijo que se volviera a morir a Pekín. Consiguió un préstamo de mil dólares y voló a China. Me dejó con su perro, su habitación y su dinero del alquiler, que no me vino mal', narra.

Entre clase y clase (una profesora de su universidad le aseguró que Picasso había nacido en México) Teresa recorrió el Vancouver más under-ground. Para tomar una copa, la sala Commodore en Grandville Street: 'Sofas alrededor de un escenario, buena acústica y buenos músicos, con grupos modernetes de todo el mundo. Allí conocí a una cantante china de ópera que bebía horchata de Alboraia. Para mí, que venía de Benimaclet, en Valencia, fue alucinante, pero nadie lo entendió'.

Grandville street cruza de norte a sur la ciudad y conecta con la famosa ruta 66 del Oeste de EE UU. Seattle es la ciudad más cercana, a 500 km, al otro lado de la frontera. 'La percepción de las proporciones en este país cambian completamente. Las montañas son de 4.000 metros, los bosques son de secuoyas gigantes y hay miles de ríos que cruzan British Columbia hasta el Pacífico, la naturaleza es inmesurable', afirma. Para disfrutar de las montañas, Teresa recomienda ir a Whistler, a 123 kilómetros. 'En temporada baja gastamos 160 dólares en coche, gasolina, esquís, equipo...', recomienda.

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