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El arte moderno inunda Luxemburgo

La gran apuesta de Luxemburgo para el futuro es convertirse en un centro cultural de primer orden. Las grandes empresas multinacionales, además del propio gran-ducado, participan de este renacer cultural.

ÁNGEL M. BERMEJO

Luxemburgo siempre ha mantenido una imagen que parecía detenida en el tiempo, con sus fortalezas, sus grandes duques y sus chocolaterías. Las sedes de grandes bancos y compañías de seguros, más la de las instituciones europeas, le daban un toque de seriedad tal vez exagerada. O, simplemente, parcial. Es solamente la mitad de la escena.

Más allá del Luxemburgo que mira al pasado -con un casco histórico declarado Patrimonio Mundial por la Unesco- existe una nueva ciudad que es un escaparate de las nuevas tendencias en arquitectura y urbanismo moderno. El barrio de Kirchberg es el lugar para encontrar el Luxemburgo del siglo XXI. Sí allí están, además de las instituciones europeas (Banco Europeo de Inversiones, el Parlamento Europeo, la Corte de Justicia), las sedes de muchos bancos y compañías de seguros, que en los últimos años han levantado nuevos cuarteles generales firmados por arquitectos tan reconocidos como Richard Meier (el HypoVereinsbank), Jean-Michel Wilmotte (Banque de Luxembourg) o Gottfried Böhm (Deutsche Bank). Un recorrido por esta zona permite descubrir, a la sombra de los edificios o en las zonas públicas, obras escultóricas de los más grandes como Dubuffet (Elemento de Arquitectura Contorsionista IV), Frank Stelle (Sarreguemines) o Fernand Leger (con una copia más grande que el original de La Gran Flor que Camina).

Los dos edificios más imponentes de todo este conjunto se encuentran en la parte oeste, la que se asoma a la Ciudad Vieja. En esta parte de la ciudad el destino fundamental es el MUDAM, el Musée d'Art Moderne Grand-Duc Jean, uno de los espacios museísticos más espectaculares que se pueden encontrar en la actualidad en Europa. Está construido por Ieoh Ming Pei, el autor de la Pirámide del Louvre. Como en París, aquí también juega a los contrastes con la historia que rodea el lugar, en este caso los restos del fuerte Thüngen (parte de la fortaleza que construyó Vauban) para levantar un edificio aéreo, moderno y grandioso.

En realidad el museo es una inmensa sala de exposiciones de 3.500 metros cuadrados ya que sólo una de las piezas que se exponen lo hace de forma permanente y todo lo que se ve forma parte de exposiciones temporales de los artistas modernos más vanguardistas. El edificio es, en sí, la pieza más importante de la colección, con numerosos detalles de interés, pero tiene la virtud de generar un espacio lleno de luz natural, sin reflejos ni sombras, que ofrece mil posibilidades a los artistas.

Muy cerca se encuentra la otra gran aportación a la cultura del Gran Ducado de los últimos años: la Philharmonie (que reluce en la plaza de Europa, diseñada por Ricardo Bofill). El edificio de la Philharmonie ha sido concebido por Christian de Portzamparc, que ha creado una fachada compuesta por 823 columnas que dejan filtrar la luz de manera mágica. La belleza del edificio se complementa con sus cualidades técnicas y la excelente programación.

Pero la sorpresa aparece también en otros barrios más conservadores de la ciudad. En pleno centro, en la plaza Hamilus, la estatua La Grande Tempérance de Niki de Saint Phalle alegra a los viandantes con sus colores brillantes y sus formas voluptuosas. Un detalle para repensar la seriedad de Luxemburgo.



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