Este artículo se publicó hace 16 años.
El artista ecuatoriano Carbonell apela a la emoción del espectador con sus "Sibilas" en Buenos Aires
Santiago Carbonell retoma el realismo que ha caracterizado su carrera en la exposición de retratos femeninos "Sibilas", que se inaugurará hoy en Buenos Aires, y en la que apela "no tanto a la reflexión como a la emoción del primer impacto", explica el pintor en una entrevista con Efe.
Carbonell, nacido en Ecuador, criado en España y mexicano "de corazón", retoma la pintura "en su más amplia tradición de lo premoderno", a pesar de ser consciente de esa corriente social que apoya al conceptualismo y denosta al realismo.
"El realismo sorprende, se supone que no es 'in' (de moda) pero al gran público le gusta muchísimo, porque es muy democrático, no hace falta ser un experto en arte para entender la obra", reflexiona el pintor, que comenzó muy joven su carrera artística.
Carbonell se aficionó al dibujo en su infancia y, "como jugando", fue produciendo obras hasta que con sólo 19 años inauguró su primera muestra individual.
Abandonó España con 26 años por negarse a realizar el servicio militar y, tras pasar por París y Estados Unidos, aterrizó en México, país del que se "enamoró" y que le adoptó como artista nacional.
Hoy, el valor de sus obras alcanza los 60.000 dólares en las subastas de Sotheby's o Christie's, una cifra razonable teniendo en cuenta que en 1993 fue el pintor latinoamericano que siendo más joven vendió el cuadro más caro -de la serie "En el estudio".
Pero a Carbonell no parece importarle demasiado la cuantificación económica de su éxito y huye de la pompa que suele rodear a los artistas en la cumbre.
Vive en un pueblo cercano a la ciudad de México, con su familia, y mantiene su estricta rutina de trabajo, pintando todos los días menos los domingos, desde las seis de la mañana hasta la tres de la tarde.
"Si vives en un lugar aislado y como un ermitaño el éxito no te toca", asegura antes de aclarar que prácticamente no corrige sus obras porque "los buenos cuadros se terminan en poco tiempo, son los malos los que se eternizan".
Algunas de esas obras formaron parte de la exposición "De profundis", muestra germinal de la que llega ahora a Buenos Aires y que lleva dos años de gira por ciudades de todo el mundo.
La versión "Sibilas" muestra grandes piezas que "ni siquiera son retratos" porque en ellos pretende hablar "más del género que de la persona retratada", apunta.
"Trato de asumir el misterio de la interioridad del personaje no retratado sino pintado", agrega, en fotos modificadas y pintadas hasta el punto en que ni siquiera las modelos se reconocen.
"Para mí la fotografía es un argumento de información, a partir de ellas construyo los cuadros con la pintura manipulando y transformándolas", explica.
Carbonell centra el tema de la muestra en Sibila, sacerdotisa a la que griegos y romanos atribuían un saber profético.
Cuadros con reminiscencias clásicas en los que el artista ha querida reflejar "la anunciadora, la estatuaria, la mujer clásica grecolatina".
La suya, dice, no es una obra revolucionaria pero sí rebelde en el sentido de que "en un mundo en el que ya nadie pinta" él retoma los pinceles al más puro estilo del arte decimonónico.
Pero es especial el realismo de Carbonell, que se asume como un artista "no de revolución si no de evolución" y confiesa que su técnica se basa en la dinámica error-acierto que ha desarrollado en tanto años de carrera.
Una trayectoria que si bien comenzó a temprana edad se definió claramente a principios de los ochenta, cuando en Barcelona se acercó al trabajo de los realistas españoles, especialmente Antonio López.
"Entonces me decidí por el camino rebelde hacia la calidad del dibujo y de la forma, hacia el hiperrealismo, pero me di cuenta de que allí no dejaba ninguna huella y decidí virar hacia la pintura realista", recuerda.
Una modalidad en la que se siente cómodo y que traslada a México, donde no había tradición realista, y donde le integraron en seguida en los círculos artísticos y le erigieron como artista mexicano.
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