Este artículo se publicó hace 17 años.
La Asamblea Constituyente no altera el pulso a los sombrereros de Montecristi
La Asamblea Constituyente que hoy se instala en Ecuador no altera el pulso a los sombrereros de Montecristi, la pequeña población de la provincia de Manabí donde se redactará la vigésima Carta Magna del país, que llegan a tardar hasta tres meses en trenzar un solo sombrero de paja.
Los más finos de los sombreros "jipijapa", conocidos en el mundo como "panamás", los hacen en Montecristi artesanos como Rosendo Delgado, de 82 años, que lleva desde los veinte en este oficio y que asegura a Efe que los más caros llegan a costar 300 dólares en su taller, 500 ó 600 en Quito y mucho más en el extranjero.
Su esposa, Victoria Pachay, sin dejar de tejer las finas hebras de paja toquilla, con las que elaboran sus sombreros, explica el proceso, desde la recogida de la fibra, que se cultiva en la franja costera cercana a las playas de Manabí.
Tras recogerse verde, la paja toquilla se cuece, se pone sobre brasas con azufre y se cuelga para que se seque, antes de hacer una selección de las plantas para dividirlas en hebras que permitirán hacer los mejores sombreros, que sólo se elaboran, con paciencia y sin prisa, en Montecristi, indica Victoria.
Los Delgado y el hermano de Victoria, Félix Pachay, hacen ahora los mismos sombreros que siempre, pues el proceso, totalmente manual, no permite otros ritmos y, además, siempre tienen su producción vendida, por lo que les preocupa poco la Constituyente, que se celebra a pocos cientos de metros de su taller.
Pocos talleres de sombreros quedan ya en Montecristi y la mayor parte de la paja toquilla se exporta a la provincia del Azuay, en el sur andino de Ecuador, donde la ciudad de Cuenca se alzó hace bastantes años como el principal centro de fabricación de "panamás".
"Los más finos, reconocidos en el mundo como símbolo de elegancia, no se hacen en Cuenca, se siguen haciendo en Montecristi", concluye con orgullo Rosendo, mientras muestra el sombrero que tiene a medio hacer en sus manos, de delgada paja blanca y tacto suave y satinado.
La Asamblea Constituyente se celebra en Montecristi en memoria de Eloy Alfaro Delgado, el militar y líder liberal dos veces presidente e impulsor del desarrollo de Ecuador, cuya familia se enriqueció con la exportación de los jipijapa a Panamá, donde les pusieron nombre y que son parientes lejanos de Rosendo.
Sin embargo, en el centro de Montecristi, los vendedores de artesanías, que ofrecen sombreros jipijapa desde 10 dólares, sí vibran con la Constituyente y esperan que la presencia de los asambleístas haga prosperar sus negocios y propicie la mejora de los servicios del pueblo.
Matilde Mantuán, que vende sombreros y muebles de caña y mimbre en una tienda próxima a la plaza principal, está esperanzada con la afluencia de gente que ya llena las calles de la ciudad y apunta que algo han subido las ventas, además de que se alegra de la mejora de las vías y los servicios.
"Las ventas subirán con la Constituyente y, además, están arreglando las calles, poniendo medidores de agua y dando líneas de teléfono, y han mejorado la luz y los celulares", indica Matilde.
Su vecina de negocio, Guadalupe Chávez, que vende artesanías de paja toquilla, como muñecas, cajitas, bolsos y adornos, también admite que la situación "va mejorando", tras los muchos años en que el pueblo permaneció en el ostracismo y en los que gran parte de sus habitantes emigraron a Quito, Guayaquil y al extranjero.
"Se necesita dinero para arreglar negocios y las ayudas del Ministerio de Turismo han de llegar rápido", dice Guadalupe, que recuerda que la Asamblea sólo durará unos meses y espera que, cuando acabe, el pueblo se haya transformado y tenga una estructura turística fuerte.
Ambas, Matilde y Guadalupe, indican que algunos vecinos han invertido para poner hostales y restaurantes que puedan acoger a los asambleístas, pero no saben si tendrán éxito en esos negocios.
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