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El asesinato de Rabbani alimenta el miedo a una guerra civil tras la retirada

EFE

El expresidente afgano Burhanudín Rabbani, enterrado hoy, era uno de los referentes de la segunda mayor etnia afgana, la tayica, y su asesinato ha aumentado el temor a que una nueva guerra civil suceda a la salida de las tropas extranjeras.

En el último año, el Gobierno afgano se ha dedicado a dar pasos para llegar a una solución negociada del conflicto con los talibanes y sus aliados, cuando las tropas internacionales ya han puesto en marcha el proceso de retirada, que se completará en el año 2014.

Aunque los movimientos de negociación cuentan con el apoyo de la comunidad internacional, a la vez han despertado críticas entre algunos destacados tayicos de la administración, renuentes a ver de vuelta en el poder a sus enemigos tradicionales, los talibanes.

Rabbani era actualmente el encargado de pilotar las negociaciones con los talibanes -en su mayoría provenientes de la otra gran etnia, la pastún- desde el Consejo de Paz, y además continuaba manteniendo una apreciable influencia sobre los principales políticos tayicos.

"(Este ataque) supera la tolerancia del pueblo afgano. Conducirá a una fuerte reacción", dijo a Efe este jueves el excandidato presidencial afgano Abdulá Abdulá, viejo aliado tayico de Rabbani y antiguo ministro de Exteriores.

En el delicado juego de equilibrios étnicos de Afganistán, poner a Rabbani al frente del Consejo de Paz había sido de hecho una maniobra de Karzai para asegurar a la oposición tayica que se respetarían sus intereses en la negociación con los talibanes.

Por eso, su muerte no solo supone un golpe contra las maniobras de paz, sino también contra la convivencia étnica, una brecha de difícil arreglo que ya sumió al país en encarnizadas guerras civiles antes de la llegada de las tropas internacionales.

Varios antiguos altos cargos se habían manifestado en los últimos años contra el diálogo de paz, y el asesinato de Rabbani no ha tardado en levantar nuevas voces entre los tayicos -presentes sobre todo en el noreste- para poner fin al acercamiento a los talibanes.

"El proceso de paz se ha parado y debe ser revisado por completo. Hace falta una nueva hoja de ruta en la que el pueblo entienda qué es lo que se puede conseguir en interés común, y no continuar con un proceso que ha dividido al país", apostilló Abdulá.

Aunque los talibanes no han reivindicado todavía el asesinato de Rabbani, las autoridades afganas mantienen que el ataque, de tipo suicida, fue cometido por un insurgente que se presentó ante él con el pretexto de que llevaba un mensaje de paz de la cúpula talibán.

"La muerte del profesor Rabbani elevará la tensión entre el Gobierno y el pueblo afgano, y también las tensiones étnicas", convino en declaraciones a Efe el analista Mohamad Younis Fakor, antiguo gobernador de Herat (oeste) en la década de 1980.

Según Fakor, un detalle ilustra la volatilidad de la situación: el turbante, la prenda que el asesino de Rabbani usó para esconder su carga explosiva, es "típico en los pastunes", y eso bastará para que las demás comunidades apunten contra ellos un dedo acusador.

Los pastunes, mayoritarios por poco en Afganistán, son una etnia partida en dos por la actual frontera que separa ese país de Pakistán, y de ellos forman parte tanto la cúpula talibán como el actual presidente afgano, Hamid Karzai.

A fin de aislar a este último, los insurgentes han emprendido en los últimos meses una campaña de asesinatos contra dirigentes, como el hermano del presidente Ahmed Wali Karzai, su estrecho asesor político Jan Muhammad Khan, o el general Daud Daud.

Las muertes de los tayicos Daud y Rabbani son además ataques directos a la frágil convivencia afgana, y en Kabul se ha instalado ya la creencia de que Afganistán se encamina a una nueva guerra civil una vez se hayan retirado las tropas extranjeras.

"Afganistán se convertirá en una 'zona de muerte'. Es posible que ciento diez facciones vuelvan a luchar unas contra otras de nuevo y nos lleven a la miseria. Los talibanes no tienen ninguna intención de reconciliarse", dijo a Efe otro analista afgano, Ahmad Sayeedi.

La historia de las últimas décadas en Afganistán corre de la mano de la guerra: un conflicto jalonado por las invasiones soviética (1980-89) y occidental (2001-presente), alternadas con guerras civiles en las que el propio Rabbani tuvo un rol fundamental.

"Los países de alrededor quieren manipular Afganistán y se aprovechan de sus vínculos con las diferentes comunidades étnicas", dijo a Efe el general retirado Abdul Hadi, en referencia a Pakistán, cuyos servicios secretos son acusados de apoyar a los insurgentes.

Hadi, pastún, antiguo viceministro de Interior con Karzai y "por encima de todo, afgano", también está de acuerdo con la idea de que si los occidentales "mantienen sus planes de retirada, el país está abocado sin remedio a una nueva guerra civil".

Fawad Peikar

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