Los asesores progresistas lo tienen muy difícil

No debe ser fácil esta vez recibir el encargo de redactar el manual de campaña de los partidos progresistas europeos. Solía ser pan comido: bastaba con exagerar un poco las pulsiones retrógradas de los conservadores para que el voto del miedo obrara el milagro de convertir a una legión de izquierdistas en votantes del progresismo light.

Pero la vieja receta de eficacia probada no tiene visos de funcionar en las europeas de junio. Pese a la crisis provocada por los desmanes del neoliberalismo, los sondeos auguran una victoria de la derecha en toda Europa. Y es que los spin doctors al servicio del progresismo institucional lo tienen esta vez crudo para asustar a los electores.

Por ejemplo, a los atribulados jefes de campaña les iría de perlas poder decir: "Vote progresista o tendremos al frente de la Comisión a Durão Barroso, el ex maoísta reconvertido en neocon que acompañó a Bush, Blair y Aznar en la declaración de guerra a Irak". Pero no pueden: resulta que los socialistas apoyan su reelección.

También podrían echar mano de algo así: "Vote progresista o Europa se convertirá en una fortaleza capaz de retener durante 18 meses a los sin papeles". Pero, ¡ay!, muchos socialistas apoyaron la directiva de inmigración, conocida en América Latina como "de la vergüenza".

Ni siquiera pueden amagar con el espantajo de la CIA: "Vote progresista o Europa pondrá a disposición de la CIA sus aeropuertos para que sus aviones operen al margen de la ley internacional". Que tire la primera piedra el Gobierno progresista que no haya hecho la vista gorda ante el ir y venir de aviones cargados de "terroristas".

Es duro ser asesor, sí. Pero no tanto como ser de izquierdas.