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Asif Alí Zardari afronta el reto de sacar a Pakistán del atolladero

EFE

El recién elegido presidente de Pakistán, Asif Alí Zardari, afronta el reto de garantizar la gobernabilidad del país y luchar contra el integrismo islámico con el Gobierno y el Parlamento dominados por su partido, .

El viudo de la fallecida primera ministra Benazir Bhutto fue jaleado hoy en las calles de Pakistán, entre ellas la sureña Karachi, capital de la región de Sindh, la cuna de la dinastía Bhutto.

Según el canal "Geo TV", militantes del gobernante Partido Popular (PPP) lanzaron fuegos artificiales y repartieron caramelos entre los lugareños, así como en las cárceles de Pakistán, por petición expresa de Zardari, quien pasó once años en prisión con cargos levantados por el Gobierno del ex primer ministro Nawaz Sharif.

Ello no ha impedido que en agosto ambos se aliaran para impulsar un proceso de destitución contra Pervez Musharraf, que se vio forzado a abandonar la Presidencia.

La Liga-N de Sharif, que abandonó la coalición gubernamental al comprobar que Zardari no haría honor a su compromiso de reponer inmediatamente a los jueces destituidos por Musharraf en noviembre de 2007, instó hoy a Zardari a que renuncie a los poderes presidenciales que ha heredado.

"Tiene que cumplir las promesas que rompió en el pasado ahora que ha salido de los muros de la inseguridad política y física, que podían haber sido un obstáculo para él en el pasado", exhorta hoy también a Zardari en su editorial el rotativo local "The News".

Sin embargo, el viudo de Bhutto se mostró ambiguo ayer y se limitó a señalar que se esforzará en "corregir el desequilibrio de poderes entre la Presidencia y el Parlamento".

El jefe de Estado en Pakistán tiene la prerrogativa de disolver las asambleas y cesar al Gobierno si lo considera oportuno, en virtud de una enmienda constitucional introducida cuando Musharraf ocupaba el poder.

Tras ser elegido ayer como presidente en una votación parlamentaria con 481 votos a favor de los 702 en juego, Zardari declaró que "con la Presidencia recobrada de la dictadura y devuelta a un Gobierno democrático, el sueño de Benazir Bhutto se ha hecho realidad".

Con Musharraf fuera de la palestra y un nuevo presidente nombrado por asambleas democráticamente constituidas, se abre un nuevo capítulo en Pakistán donde todas las miradas estarán puestas sobre Zardari y el Gobierno del PPP.

Uno de los centros de atención será la voluble relación entre el PPP y la segunda fuerza del país, la Liga-N de Sharif, con la rehabilitación de los magistrados como telón de fondo.

Zardari ya ha dejado caer que el ex jefe del Supremo, Iftikhar Chaudhry, se ha "politizado", por lo que la vuelta del magistrado, que llevaba un caso contra la orden de Musharraf que permitió a Zardari y su mujer volver del exilio, parece poco probable.

En poco más de ocho meses después de la muerte de Bhutto, el PPP domina ya dos vértices del triángulo en el que se fraguan las relaciones del poder en Pakistán: el primer ministro, el presidente y el jefe del Ejército.

Ese último cargo lo ostenta el general Ashfaq Pervez Kiyani, nombrado por Musharraf como su sucesor al frente de las Fuerzas Armadas en noviembre de 2007.

Kiyani ha sido muy cauto en sus declaraciones públicas desde entonces, un hermetismo aún más difícil de interpretar si se tiene en cuenta que, además de fiel a Musharraf, el jefe del Ejército fue secretario militar adjunto cuando Bhutto encabezaba el Gobierno.

En una entrevista con Efe, el ex jefe del Supremo y candidato ayer de la Liga-N en la votación presidencial, Saiduzamán Sidiqui, recordó que el Ejército se declara ahora comprometido a "no interferir" en la política, aunque siempre puede intervenir, ya que "históricamente siempre ha sido así".

Pero la coordinación con el Ejército, uno de los grandes quebraderos de cabeza del PPP siempre que ha estado en el poder, será ahora fundamental para abordar, bajo la atenta mirada de Washington, la lucha contra los integristas islámicos, que se concentran en las áreas tribales fronterizas con Afganistán.

Tras iniciar una infructuosa política de diálogo con el grupo que aglutina a los talibanes paquistaníes, el Gobierno ha vuelto a lanzar varias operaciones contra los insurgentes.

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