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Birka, tras la huella de los vikingos

Tras un corto viaje desde Estocolmo por las aguas del lago Mälaren, el barco llega a Birka. Allí, los restos de la ciudad más antigua de Suecia hacen posible un fascinante viaje a la historia de los vikingos.

ÁNGEL M. BERMEJO

Con los días largos y las buenas temperaturas, el verano en Estocolmo es el momento de emprender excursiones en barco por los lagos e islas de los alrededores. En general, todo el lago Mälaren, que se extiende tierra adentro, al oeste de la capital, es uno de esos rincones de naturaleza prístina que hace evocar el ideal del paisaje sueco: agua, islas, bosques, naturaleza limpia y bien cuidada. Hasta hace unos 800 años, el Mälaren era en realidad una parte del mar Báltico, pero un cambio en la altura del nivel de las aguas lo separó de éste, convirtiéndolo en lago. Hoy, sus 1.200 islas son uno de los destinos preferidos para una escapada desde Estocolmo.

Una de las mejores posibilidades es el viaje a Björkö, una de estas islas, a poca distancia de la capital. Sobre el mapa hay poco que la distinga de las demás, pero pronto se descubre que aquí pervive el espíritu de los vikingos. Es una fascinante mezcla de naturaleza trabajada por el hombre, restos arqueológicos y leyenda. Gran parte de la isla está inscrita en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

El nombre de Björkö significa Isla de Abedules, y es un buen ejemplo de los ecosistemas del sur de Suecia. Son islas habitadas desde hace mucho tiempo, por lo que el paisaje está determinado por siglos de agricultura y ganadería. En cualquier caso, Björkö es conocida por la riqueza de su flora, y un recorrido a pie por la isla es la mejor manera de apreciarla. Además de los árboles que le dan nombre, es posible encontrar manzanos silvestres, cerezos y muchas otras especies.

Pero, en cualquier caso, lo más importante de la isla es el recinto arqueológico de Birka, que para muchos arqueólogos es la ciudad más antigua de Suecia. La región estaba habitada antes de su fundación (a finales del siglo VIII), pero lo importante es saber que fue una ciudad planificada desde su origen, con un determinado trazado urbano, algo insólito si se tienen en cuentas las circunstancias de ese momento histórico en el norte de Europa. Birka se convirtió en un floreciente centro comercial con lazos con las regiones cercanas, pero también con países muy lejanos. En las excavaciones arqueológicas se han encontrado sedas de China, lo que habla de las extraordinarias relaciones comerciales de Escandinavia en la época de los vikingos.

Birka también ocupa un lugar importante en la historia de Suecia por ser la sede de la primera congregación cristiana del país. En 829 el emperador Luis el Piadoso envió al monje Ansgar a convertir a los vikingos paganos. Hace más de 1.000 años que Birka fue abandonada, y los siglos la cubrieron de olvido.

Así, tras un viaje por los lagos y canales de los alrededores de Estocolmo, el barco atraca en el muelle de Birka. Al descender, es fácil sumergirse en este mundo. Se siguen caminos que tal vez fueran trazados hace mil años. Y así se pasa junto a los antiguos cementerios desperdigados por este paisaje idílico de prados y bosquetes, se sube hasta los restos del fuerte, y se siguen las huellas de las antiguas murallas perfectamente reconocibles bajo un manto de tierra y hierba. En el camino se pasa junto a la cruz levantada en la colina del fuerte para conmemorar el milenario de la llegada de Ansgar. Todavía quedan algunas granjas diseminadas por esta isla, con sus paredes pintadas con el tradicional color rojo de casi toda Escandinavia.


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