Este artículo se publicó hace 15 años.
Un bolígrafo para meter miedo
El artista y ex Marine Gamaliel Rodríguez dibuja el avance de la industria armamentística en los EEUU como si fueran documentos desclasificados de los servicios de inteligencia
Gamaliel Rodríguez (Puerto Rico, 1977) está haciendo méritos para convertirse en el Michael Moore del arte. Primero, porque no se fía de las versiones oficiales ("Si las Autoridades han soltado el Google Hearth seguro que disponen de satélites capaces de penetrar los muros", dice desconfiado). Motivos tiene para desconfiar, a juzgar por el mundo militarizado que muestra en The Concepts of Fuel & Full, en la galería Espacio Mínimo de Madrid.
Gamaliel dibuja con un vulgar bolígrafo y sus obras se acercan más al grabado que a la pintura. Carros militares, misiles, plantas petrolíferas en desuso, armas en fase de experimentación...
Gamaliel hurga tanto en la industria de las armas que el resultado parece irreal. "No dudo que moleste al poder. Como adquiera más repercusión, no me extrañaría que me confiscaran el ordenador", dice irónico.
Su historia puede verse desde dos puntos de vista: como la de un desertor que colgó las armas después de tres años en los Marines o como la de un artista que se sirve del arte para presentar al mundo sus investigaciones. Él se identifica con lo último. "No me interesa la técnica sino el contenido. El dibujo es sólo un canal efectivo. Mi trabajo es la investigación", sentencia.
Visto así, el trabajo de Gamaliel -lo que él considera "lo más lindo"- es acumular información de los últimos avances militares, lo cual significa estar en permanente contacto con la actualidad armamentística internacional, que después modifica en sus dibujos. Cada uno lleva un papel envejecido que explica qué objeto es y cuál es su finalidad (en textos mecanografiados a máquina de escribir), como si fueran documentos desclasificados de los servicios de inteligencia estadounidenses.
Deterioro medioambientalEl panel más grande que Rodríguez expone en Espacio Mínimo reúne una planta nuclear, una mezquita y un estadio de fútbol americano, como una especie de alegoría sobre cómo el ocio o la religión desvían la atención del ciudadano del deterioro medioambiental. Es un paisaje casi lunar, surcado por formas circulares que parecen cráteres. ¿Es el final que nos espera? Gamaliel no tiene la respuesta. "Yo sólo expongo hechos. Quiero mostrar a la gente lo que está sucediendo en este momento y tratar de no emitir juicios de valor". Aunque al tiempo asegura que le sorprende "cómo lo militar pasa tan desapercibido".
Con este criticismo desmonta la fachada de optimismo que envuelve a los biocombustibles. "Se nos dice que pueden rescatar el planeta, pero lo que no se nos dice es que se usan para desarrollar la industria armamentística", resuelve. De hecho, la pieza que presentará en el próximo ARCO es el primer avión militar que usa biocombustible.
Mapa de bunkersY es que, por mucho que lo intente, la cabeza de Gamaliel no deja de trabajar. Su proyecto más ambicioso es un mapa de los bunkers más seguros en una hipotética guerra química. En Puerto Rico, lleva ocho localizados, pero sabe que "debe de haber más de veinte. Es un proyecto muy a largo plazo", advierte.
A más corto plazo prepara una investigación sobre la guerra psicológica o, más claramente, acciones de tortura. Lo último que ha descubierto es que la música puede jugar un papel fundamental para dañar el sistema neurológico y para anular las nociones cerebrales de tiempo y espacio. Veremos qué se le ocurre.
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