Andreu Buenafuete (Reus, Tarragona, 1965) lleva casi 20 años en el mundo de la televisión y, sin embargo, sigue siendo optimista. A punto de iniciar esta noche la sexta temporada de Buenafuente, (La Sexta, 0.00 horas), todavía cree en la ética en un medio que vive su particular proceso de estupidización, y aspira a que la actual tendencia pueda cambiar en el futuro a partir de una oferta de contenidos de mayor calidad.

 ¿Cómo afronta la nueva temporada? ¿Habrá muchos cambios?

Este es un programa que evoluciona permanentemente con los cambios que te va pidiendo el cuerpo y a los que obliga la crisis, que nos afecta a todos. La principal novedad es Ana Morgade, que se incorpora a la pareja Berto-Andreu. Este programa olía a hombre, a cerrado, a tabaco y casi a coñac, y Ana va a ir muy bien.

¿Se mantendrán otros colaboradores, como La Niña de Shrek (Silvia Abril)?

Acabó ya la época de los actores. Ha sido una etapa fantástica, pero hay que explorar nuevos terrenos.

'Hay un proceso de estupidización en el que las culpables son las cadenas'

¿La complicidad con Berto es espontánea?

Berto es uno de los mejores regalos que me ha dado la profesión porque es un tipo genial que me sorprende cada día y me hace gracia; y supongo que eso se transmite a los demás. Berto es seguramente el mejor cómplice que he tenido en muchísmos años de carrera.

¿Mantendrá su protagonismo?

Por supuesto, y vamos a seguir explorando nuestra relación. Me gusta estar minutos con él en antena y vamos a ver más.

¿A quién le falta por llevar al programa?

Nos gusta la gente que quiere venir y respetamos la negativa, aunque en algún caso nos convertimos en insistentes al no entender la negativa. El objetivo es Javier Bardem, un hombre al que queremos querer, pero que se resiste.

¿Son los periódicos fuente inagotable para el humor?

Más que los diarios, la actualidad. La vida filtrada por la prensa es inagotable y rebosa; cada día hay que dejar chistes fuera porque al final Buenafuente es un programa que cuenta la vida y la vida es el programa en directo más largo y más bien producido que hay, y seguramente tiene los derechos Mediapro [se ríe].

¿Qué se puede hacer cuando Belén Esteban es 'infinita', como dijo en su blog, y la tele basura sigue acaparando audiencia?

Hay un proceso de estupidización en el que las principales culpables son las cadenas. La leyenda de que eso es lo que quiere el público no es cierta; la gente está en su casa, enchufa el electrodoméstico y salen unas cosas. Los que emitimos esas cosas somos los que tenemos que velar por nuestros códigos éticos, y no hay más. Todo el mundo para en un accidente para ver a la víctima, pero eso no quiere decir que eso sea bueno. Me preocupa el futuro de esta profesión y otras cosas de mayor calado que Belén Esteban, que al final hasta te puede llegar a interesar porque como está todo el día ahí, ¿qué vas a hacer?

'El objetivo es traer a Javier Bardem; le queremos querer pero se resiste'

¿Tiene algún sentido entrevistar a gente que aporta algo a la sociedad?

Al final creo que soy el tonto de la película pero a mí me gusta esa televisión; no aspiro a que sea masiva pero quiero que tenga más audiencia y lucho por hacerla interesante. Este año vengo con una dignidad desde la minoría más fuerte y me digo vale, no traemos a los fétidos pero intentaremos que los interesantes sean atractivos.

¿Nos salvará la TDT de la televisión basura?

La TDT no es un filtro ético, sino un soporte. Lo que sí va a pasar es que se va a democratizar el acceso a las parrillas porque de repente una cadena como La Sexta, con algunos problemas de implantación, estará en la línea de salida de la Fórmula 1 como un coche más, con los mismos neumáticos y la misma gasolina que el resto, lo cual es sano después de haber pasado años heroicos en los que se ha pasado de la nada a entrar en las preferencias de los espectadores.

Sabemos que la gente paga por el fútbol, pero ¿pagaría por ver un canal de humor?

Por el humor no creo, pero sí por una oferta más especializada. En este país la televisión todavía está a años luz de una oferta de nivel. Estamos anticuados y aún nos queda mucho recorrido para tener una televisión del siglo XXI.