Este artículo se publicó hace 15 años.
Buenos Aires, los argentinos se mudan al diván virtual
El diván de Sigmund Freud está en jaque en la tierra de sus hijos dilectos
El diván de Sigmund Freud está en jaque en la tierra de sus hijos dilectos. Institución de peso entre los argentinos, por allí han pasado neuróticos, obsesivos compulsivos, depresivos, maniáticos, perversos, psicóticos y personas con una larga lista de trastornos en un siglo. Hoy, nuevas tecnologías mediante, entre el 10% y el 20% de las terapias se han mudado al mundo virtual, gracias al Messenger o Skype.
Acomodarse en el diván, mirar el techo y escupir los problemas es una postal, en parte, añeja. Las ofertas de terapias on-line apelan al prototipo del ejecutivo sin tiempo "no hace falta moverse de casa" y subrayan que puede ayudar a "desinhibirse" y vencer la "resistencia" a quienes necesiten el anonimato para hablar de abusos, infidelidades o malos tratos. "Pasé por 10 psicólogos y no hay forma. Soy incapaz de contar todo a quien tengo adelante. Por chat soy más sincera", explica Lola.
Julio Moreno, de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, ha tenido dos casos virtuales. "La palabra no es el único transmisor de información. Una expresión, un tono, la ropa o el silencio, son algunas de las miles de señales que ayudan a la terapia", agrega este estandarte de la vieja escuela.
Entre los contrarios al tratamiento fast-food, como lo llaman los ortodoxos, están las dificultades de los pacientes para hablar de un tema en profundidad por medio del chat, donde la construcción escrita o la lentitud al teclear juegan en contra.
Celia Antonini, especialista en trastornos depresivos, lleva siete años atendiendo a 70 personas a distancia argentinos que viven en EEUU y España y ve el vaso medio lleno. Considera que Internet puede ser un medio eficaz para los tratamientos. Apunta que hay menor abandono y destaca que "con la cámara de la computadora [los pacientes} muestran" su hábitat.
Al fin y al cabo, si se ven películas, se estudian carreras y se tiene sexo virtual, ¿por qué no terapia? El origen de los tratamientos on-line comenzó con la crisis económica de 2001. Antes del estallido se puso de moda Vulnerables (1999), una serie televisiva en la que una banda de treintañeros exponía sus conflictos en una terapia de grupo. Desde entonces, coincidiendo con la escasez, la necesidad de continuar un tratamiento tras cambiar de país (emigraron 200.000 argentinos) y la falta de tiempo, hubo que echar mano de la creatividad. Internet estaba ahí para aggiornar la terapia clásica cuando ésta dejó de ser funcional para algunos.
Los miedos se han perdido y la tendencia ha crecido. Como el boom consumista de todo lo que huele a psicología. Canal 13 tiene en pantalla Trátame bien, donde Julio Chávez y Cecilia Roth representan a una pareja que sufre el paso del tiempo, la adolescencia de sus hijos y las vicisitudes de los fracasos económicos. Las librerías no se quedan atrás. Historias de diván, de Gabriel Rolón, lleva vendidas 60.000 copias. El psicoanalista ficciona ocho casos reales, entre los que se encuentra el de un sacerdote que prefiere el consultorio al confesionario. Relatos que no podrían contarse con el ojo virtual.
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